Destinos Cruzados

Heridas

Era temprano, estaba fuera del establo y caminaba sujetando las riendas del caballo.

Miró al cielo que generalmente era plomizo un tanto más oscuro, quizá llovería a media mañana le daba tiempo de ir y volver. Acarició a su pura sangre marrón con un suspiro lleno de humo frío entonces escucho su voz detrás con unos enérgicos "buenos días" diciendo que sentía la tardanza.

Al girar quedo totalmente prendado a ella, tenía una trenza en el pelo que caía desde un lazo debajo de un pequeño sombrero. Llevaba un vestido amarillo bastante más sencillo que los comunes pero muy hermoso. Debió de haberle pedido a la modista que lo hiciera especialmente para ella, sabía que odiaba los vestidos delicados con volantes tanto como los guantes y sombreros de alas anchas. Éste era de manga holgada y se cruzaba debajo de su pecho hasta hacer un lazo en la espalda que caía libre hasta sus tobillos. Sus zapatillas eran bajas y cómodas era la combinación más exacta que encontró entre lo que era y lo que debía ser, se movió hacia él y sonrió al caballo

- ¿Como se llama? - Pregunto acariciando su hocico - Siempre nombrabas a todos tus caballos y a todos los animales que encontrabas

- No... No tiene nombre – aun la miraba embelesado

- Deberías ponerle alguno, ¿recuerdas como nombraste a aquella ardilla en el bosque?

- ¿Te gusta Caesar? – Preguntó al animal y este solo pateo el suelo ansioso por galopar – ¡supongo que te va!

Lo miro con una sonrisa la primera que le dedicara en toda una semana.

- A su alrededor no habían más caballos - ¿Iremos juntos?

- Pensé que no vendrías, pero podemos ir a los establos y buscar un caballo para ti... o ir juntos si no te incomoda

Dorothy llego caminando muy rápido hasta ellos con una cesta.

La ayudo a subir y montó detrás de ella. Con delicadeza tomo las riendas cuidándose de no tocarla demasiado, la noche anterior no pudo dormir bien pensando en las posibilidades del por qué lo había rechazado de esa forma, en lo que le habría pasado estando lejos y sola. Para su sorpresa ella se apoyo de su pecho, iba al paso, no quería ir rápido como siempre lo hacía para disfrutar de el momento a su lado. Estaba hablándole como siempre lo hizo admirando los arboles y los caminos boscosos. Recordándole que le encantaba estar al aire libre, miró algunos pájaros en el cielo con un ruido cantarín y suspiro, instintivamente sonrió era ella de vuelta. Se acerco a su mejilla dejando un tierno beso mientras le decía al oído que le gustaba su vestido, la escucho reírse como hacía mucho tiempo y su corazón se llenó de esperanza. Azuzó un poco al caballo impaciente por correr como siempre lo hacía y por un instante el viento se encargo de llevarse de momento las dudas.

- ¡Espera! – Gritó de pronto – ¡mira ese lugar es precioso!

- Giró el caballo y se dirigió a un pequeño bosque en donde se escuchaba el rumor del río que afluía desde las montañas hasta el mar, bajó del caballo ayudándola enseguida fue hasta el poso que se asomaba desde la cima, le sonrió y miro alrededor.

- ¿sabes a que me recuerda?

- Amarró el ejemplar a un árbol y la acompañó – A Dorset.... Se parece mucho, siempre vengo aquí

- Es... muy parecido a nuestro lugar secreto junto al lago – rió al recordar – casi te lanzas al agua aquel día que creíste que me ahogaba, soy una nadadora experta y te engañe

- Me preocupaba por ti Angy el agua estaba fría y tú pequeña podrías enfermarte

- Su sonrisa se desvaneció, lo miro frunciendo el ceño y comenzó a desatarse el lazo a su espalda – ¿¡ah sí!? Pues ya no soy pequeña y apuesto que esa agua está helada. ¿Dejarás que me enferme? – el vestido cayó a sus pies quedando solo con una fina tela de su enagua, se quitó el sombrero con el lazo, las zapatillas y las medias

- Angy esa agua es más fría que en Dorset no... - no termino de hablar cuando se lanzó de lleno bajando hasta el pozo

 

 

Sin pensarlo se sumergió esperó pocos segundos, pero ella no salía. Era más difícil para él quitarse toda esa ropa, las botas, la chaqueta, en fin todas esas prendas a las que ella llamó una vez forro de ricos. No estaba pensando claramente cuando fue tras ella casi vestido, siempre que estaba con ella terminaba haciendo esas cosas poco apropiadas y a la vez divertidas. Se introdujo completamente en el agua y evidentemente estaba fría, de hecho templada. Titirito y el busco alrededor, no aparecía. El frío del agua no lo dejaba ni moverse cuando entonces apareció detrás tratando de asustarlo y riendo a viva voz como una niña

 

- ¿Te asuste alteza?

- No... No puedo creer que te metieras a esta agua tan...

- ¿Fría? Tú estás aquí conmigo temiendo que me ahogue, porque aun sigo siendo tu pequeña – suspiró humo con una sonrisa - las noches en Francia eran más heladas y no te quejabas tanto – sé acero y acaricio su rostro húmedo – Bruno no soy más una niña y no puedes protegerme de todo

- La abrazo por la cintura en un movimiento rápido acercándola a su cuerpo – estás un poco loca – sonrío con un tinte bromista

- Se soltó de su abrazo y comenzó a jugar arrojándole toda el agua que podía entre risas – ¿crees que está fría? Puede que necesite un poco más para cerciorarte

Comenzaron jugar y reír lo que les pareció por un momento regresar a otros tiempos más felices cuando eran más amigos. Su risa contagiosa y alegre hacía que olvidara el frío y la distancia que habían creado. La atrapó entre sus brazos mirándola a los ojos, tenía razón no era más una niña sino una mujer, su mujer. Con su rostro húmedo y esos enormes ojos grises que lo dejaban sin aliento.

Estaban tan ensimismados en su mundo que no se percataron de que alguien los veía desde las sombras con un sentimiento maligno, giro su caballo al ver lo suficiente y se alejó a galope.




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