Destinos Cruzados

Idilio

 

Hacía tiempo que no dormía tan bien y aún así se despertó un par de veces sobresaltada durante la noche, pero al verlo a su lado su corazón se llenaba de ternura y se sumía en un sueño profundo sin pesadillas sintiéndose segura entre sus brazos. Abrió los ojos lentamente y lo encontró de pie junto a la cama abotonando su chaleco con una sonrisa preciosa mirándola

- Buenos días dormilona

- ¿Que hora es? – preguntó adormilada

- Es hora de que te levantes pasaremos el día juntos, además dijiste que debías llevarle galletas a los niños

- ¿¡Ah sí!? "Pasaremos el día juntos", eso suena a una cita Lord Craig – hizo una mueca ocultando su sonrisa, se arrebujo entre las sábanas y se giró – tal vez deba pasarlo por escrito mi Lord – dijo en tono de broma

- Se inclinó sobre ella y besó su cuello repetidas veces haciéndole cosquillas, escucharla reír era maravilloso – te espero en las caballerizas preciosa – le susurró al oído antes de salir de la habitación

Suspiró y se sintió por primera vez desde hacía mucho tiempo completamente feliz, de pronto no sólo tenía al príncipe de vuelta con ella sino que también al teniente, como un sueño hecho realidad. Mientras se hacía una sencilla trenza en el cabello pensaba en su reacción, conocer los hechos de su pasado no hizo que la detestara y quisiera apartarla de su lado como temió por mucho tiempo, sino que parecieron volver a su primer día de casados el único día en que tuvieron un pequeño tiempo de felicidad juntos. En el fondo le daba miedo sentirla y que al día siguiente sucediera algo como pasó aquella vez, sacudió su cabeza con un suspiro tratando de convencerse que nada pasaría y por fin podía conquistarlo, quererlo como siempre soñó.

Cuando se reunió con él en las caballerizas estaba con el Conde conversando. Al llegar a su lado con los buenos días la abrazó dejando un beso en su mejilla, eso la sorprendió muchísimo ya las demostraciones de cariño en público eran parte negada de la nobleza pero él pareció olvidarlo.  El Conde los miró con una sonrisa, había llegado a apreciarlo en ese tiempo, a pesar de su gran título no era una persona pretenciosa y petulante, aunque sí muy reservado, quizá un poco misterioso. Habían momentos en los que la miraba demasiado y la hacían sentir incomoda pensando en aquel Duque que dijo cosas tan terribles de su persona. Tal vez era la sombra que la asechaba de vez en cuando desde lejos o estaba imaginando cosas producto de sus malas experiencias.

- Me temo que debo despedirme Bruno. Ahora que has regresado y, todo está en orden debo regresar a Londres. Me he demorado más de la cuenta

- Harrington por favor quédate un día más necesito que hablemos es importante, pero en este momento mi esposa lo es más y prometí pasar el día con ella

- Frunció el ceño – espero que no sea de cuidado

- Es personal

- Entonces disfruten su día hablaremos mañana – palmeo su brazo e hizo una inclinación a Angy antes de montar su caballo

- Lo miró alejarse mientras Bruno la abrazaba con más fuerza – ¿vamos juntos? – preguntó girándose frente a él con una sonrisa divertida

- Caesar prefiere llevarnos a los dos y nuestra cesta con comida – le sonrió acariciando su trenza – o soy yo quien quiere tenerte cerca

Luego de pasar un par de horas en el muelle caminaban por la orilla de la playa con las manos entrelazadas él sujetaba sus botas con el pantalón arremangado y ella sostenía sus zapatillas y su vestido a la vez. Hablaban de algún evento gracioso ocurrido en el campamento recordando entre risas los pocos momentos alegres que tuvieron en otro tiempo mientras sus pies se humedecían con el agua del mar y se llenaban de arena al tiempo que el viento fuerte les hacía ondear el cabello y la ropa. Más allá las olas rompían en las rocas con un sonido fuerte y relajante y de pronto ella se detuvo frente al mar soltando su mano para abrir los brazos al viento dejando que su vestido cayera empapándose. Mirando el horizonte sonrió

- Cerró los ojos y respiro el aire cargado de sal mientras el viento la golpeaba fuerte de frente resonando en sus oídos – ¿no es maravilloso Bruno? Es maravilloso estar vivo y disfrutar de todo esto

- Observó a su alrededor, luego admiro a la naturaleza jugar con su cabello que sobresalía de la trenza casi deshecha, su vestido sencillo, su sonrisa, esos ojos grises claros vivaces como siempre mientras el mar la tocaba llamándola – es hermoso – lo miró con una amplia sonrisa – quizá ya que mojaste la parte baja de tu vestido tenga que emparejarla – mencionó con la diversión reflejada en su rostro

- ¡No te atreverías! – retrocedió unos pasos y el avanzó otros – ¡Bruno no! Esta fría

- El río estaba frío y aún así.....

- No es lo mismo – su risa lleno el espacio – está es...

- ¿Salada? – sonrío mientras avanzaba

- No, no lo sé. No me meteré allí hay mucha brisa

- Si te atrapo...

Sosteniendo su vestido terminó corriendo por toda la orilla tratando de que él no la atrapara, entre montones de risas el juego concluyó con él finamente atrayéndola entre sus brazos y girándola. Lo abrazó con ternura, era uno de esos abrazos que decía lo mucho que necesitaban tenerse cerca. Acunó su rostro y mirándola fijamente a los ojos dejó escapar al fin sus sentimientos

- Amo tu sonrisa y adoro escucharte reír.

Sus labios se unieron en un beso en el que olvidaron que el resto del mundo existía aunque para un par de ojos que observaban de lejos la escena era intolerable. Llevaba días siguiéndola, semanas esperando que estuviese sola, algo que no sucedió. Golpeó el árbol que usaba para esconderse y se arrebujo en su capa oscura detestaba verlos juntos, los celos carcomían su alma y no podía dejar de sentir una rabia enferma al saberlos tan unidos. Arrancó una rama y la partió en pedazos para liberar su frustración antes de tirarla al suelo y volver sobre sus pasos al bosque.




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