La noche del festival caminaba de su brazo hasta unos botes dispuestos para cruzar el lago hasta la pequeña isla reservada, en donde solo un grupo selecto podría disfrutar de cerca los fuegos artificiales y las luces que adornaban el espacio de colores. Sus guantes blancos de seda llegaban hasta el codo y su cabello lucia semi suelto hasta los hombros. Tenía un vestido crema claro con encajes dorados para él era siempre la visión más bonita que tenía simplemente por ser ella vestida como toda una Marquesa, como enfermera o campesina era hermosa. Besó su mano y la miró con ternura mientras la balsa los llevaba en un vaivén, se escuchaba la música a lo lejos y podía verse reflejos de las luces.
El lugar era un espectáculo con caminos de juncos y arboles adornados con cintas y luces por todos lados. La gente reía y se divertía paseando en grupos para apreciar todos los rincones ellos también se estaban divirtiendo mucho, con algodones de azúcar entre risas e historias con algunos conocidos cuando de pronto las luces se fueron apagando. La música cesó y en el cielo estallaron los colores con un silbido alumbrando por si solas en instantes el cielo y la tierra. Era sencillamente maravilloso.
Todos estaban absortos en la visión cuando sintió que la tomaron de la mano y sabía muy bien quién era, así que se dejo guiar con diversión hasta un lugar entre arboles. Al girarla frente a él su corazón quería salir de su pecho, acunó su rostro y la besó con pasión, con amor, con ansiedad. Ella le devolvió cada uno de sus besos sintiéndose flotar como en una nube, como si fuera un sueño del que no quería despertar y lo abrazó sintiéndole cerca mientras las luces seguían alumbrando de a poco hasta que entre aplausos una a una las lámparas se encendían y las del cielo se apaciguaban.
La miró a los ojos de hito en hito como si tratara de convencerse una vez más de que aquello era real besando despacio su nariz y luego su frente y le escucho susurrarle un te amo, pero antes de que pudiera responder cualquier cosa en un movimiento rápido la alejó de él. Su rostro se tornó extraño frunciendo el ceño y todo pasó en cuestión de segundos. La cubrió con su cuerpo y detonó una explosión que no era de los fuegos artificiales. Las mujeres empezaron a gritar, los hombres a moverse rápido. Lo miró un momento y él con preocupación la tocaba y veía de arriba abajo
- ¿Estas bien? – la abrazó con fuerza mirando hacia los juncos de arbusto de donde había provenido el estallido, pero su vista se nublaba en esa oscuridad
- Estoy bien... Que fue... - sacó su mano de su cintura miro el guante oscurecido y húmedo de sangre – Bruno... - sus ojos se empañaron y su respiración se agitó
Actuó tan rápido como la experiencia le enseñó. Le quitó la chaqueta, el chaleco y desabrochó el corbatín, pero él se tambaleaba. Hasta ellos llegaron su padre y otros más justo para sujetarlo mientras caía. Todo se volvió caos y el Conde ordenó no dejar salir a nadie de la isla, pero ella a viva voz declaró que tenían que moverse rápido. Improvisaron una camilla mientras sostenía la herida empapada y trataba de controlar las emociones. El hospital estaba mucho más lejos que Greatville así que entraron con urgencia y lo recostaron en la cama más próxima. Angy se quito por fin los guantes llenos de sangre y a él terminó de quitarle todo de cintura hacia arriba la herida estaba a un costado y la bala seguía adentro. Alguien fue a buscar al médico, pero ella sabía que no había tiempo que perder. Pidió alcohol, aguja, unas pinzas o en su defecto un cuchillo pequeño y agua caliente. La miraron como si estuviese loca por unos segundos llenos de angustia hasta que escucharon en un grito la orden con urgencia, los necesitaba cuanto antes.
Mientras Dorothy y Felicia buscaban los implementos a la carrera su padre la ayudo a moverlo; Sus manos como siempre estaban firmes pero su corazón latía en su garganta. Pasó el cuchillo por encima de una vela y entonces él comenzó a reaccionar. Ordenó a las mujeres darle un poco de láudano y a su padre sostenerlo con firmeza de las piernas mientras ella con la voz quebrada le decía "tienes que resistir príncipe, estoy aquí contigo" beso su boca y en seguida metió un pañuelo dentro. Sin más tiempo que perder introdujo el pequeño cuchillo en su costado con sumo cuidado buscando sacar la bala que por fortuna no estaba muy profunda, pero si había perforado un músculo. Los gritos de dolor no impedían su trabajo, aunque le resultara difícil llevaba su tarea a cabo concentrándose solo en ello. Sentía el sudor correrle por la espalda empapando el corpiño y su corazón ahogarla. Un par de minutos bastaron para conseguirla y con las pinzas de tejer ayudar a sacarla de su cuerpo. Vertió todo el alcohol que pudo haciendo que él perdiera la conciencia por completo nuevamente. Hilo y aguja que se remojaban en un envase con alcohol y seis puntadas más tarde había cerrado la herida. Con el agua caliente limpio todo alrededor, vendó la zona y con ayuda lo colocó con almohadas en una posición que no se lastimara si se movía involuntariamente. Desecho las sabanas empapadas de sangre y envió a abrir las ventanas para que entrara aire. Luego lo miró de pié junto a él frotándose las manos con un paño, le pareció haber salido de su pequeña burbuja y haber vuelto al campo de batalla por un momento. Fue el momento en que dejó que el cuerpo le temblara cerrando sus ojos, su padre se acerco a ella la abrazó con fuerza y solo entonces se permitió llorar.
El médico llego media hora después con urgencia y revisó al paciente terminando el trabajo que había hecho
- Mi Lady es usted excelente enfermera. Si la bala hubiese tardado más en su cuerpo quizá hubiese causado aun más daño – comentó el galeno – me temo que la herida se infecte y presente fiebre esta noche, hay que cambiarle las vendas cada tres horas con alcohol. Puede suministrarle láudano a dosis pequeñas y esto – le tendió un frasco pequeño – para limpiarle la sangre. Vendré mañana a primera hora para un chequeo, no es prudente moverlo al hospital