Volvió adentro dejando a su hermano del medio como estaba, respetaría su espacio. Por fin ya podría irse a descansar...
—¿Ella se fue? —tuvo su tercer susto en el día, giró y lo vió, temía por su reacción pero se encontraba tranquilo al parecer.
—Se fue, Vincenzo —estaba alerta por si debía actuar ante alguna mala reacción de él porque, ¿quién en su sano juicio puede tomar a bien el que una madre deje a su hijo?
—No te dañará otra vez, ¿cierto?
Eso la hizo dejar boquiabierta. ¿Él las había visto?
—Vin...
—No quiero que te lastime —sus ojos mostraban un pequeño brillo de tristeza.
—No lo hará, no lo hacía tampoco, ella...
—Te lastimaba —sentencia como si fuera algo obvio.
Como negarse si él ya había visto los tratos que tuvo, ella quería evitar que su hermano pequeño, especialmente viera esas cosas.
—Vincenzo Vitale, deberías estar descansado —señala arriba para que volviera a su habitaciónquería distraerlo de la situación.
Pero su hermano menor siempre había sido más despiertos, incluso más que Raffaello y ella.
—Tienes sangre —señala su labio inferior sin hacer caso lo que decía.
—Fue una tontera, cuando seas adulto te contaré todo.
—Ross —siguió insistiendo colocándola más nerviosa—, mamá te trataba mal.
Hizo silencio. No era una pregunta, era una afirmación y aunque no quisiera debía aceptar que su hermano pequeño sabía muchas cosas.
—Yo te cuidaré —eso la sorprendió, sintió como sostenía su mano y ella se colocó de rodillas quedando a su altura—. No estés triste, Ross.
—Vin —le sonrió orgullosa y lo abrazó— no estoy triste contigo, necesito que seas un buen niño, más de lo que eres y yo seguiré feliz.
No mentía cuando decía eso, apreciaba a su hermano y deseaba de todo corazón que ese mundo no lo destruyera, al menos no como lo hizo con ella.
◆◇◆◇◆◇◆◇◆
Así comenzaron a pasar los días y la soledad en esa mansión reinaba más que cuando su padre se iba a sus viajes de negocios y no volvía por semanas siquiera, he ahí el punto, él volvía y ahora ya no lo haría.
Ese día estuvo soleado y su hermano menor había pedido jugar afuera, se lo concedió sin dudar no quería que se estresara el estar siempre encerrado en su habitación. Quería jugar esa vez con la pelota y ella lo acompañó, no eran profesionales pero algo sencillo y básico sabían, a parte el propósito era divertirse. Por supuesto que dejaba a su hermano ganar y él a ella en algunas ocasiones.
Para cuando se dió cuenta estaba riendo en el suelo por haber caído rendida, pidió tiempo y se alejó a los escalones que habían entre el espacio de la mansión y el patio trasero, su hermanito seguía jugando haciéndola sonreír al ver tanta energía en él que seguía jugando solo. De repente se acordó que debía arreglar cuentas con el manager de uno de los grandes jugadores de Italia en aquel entonces, había pedido un préstamo a su padre con el fin de financiar varias apuestas por su cliente y ellos tendrían un porcentaje de las futuras ganancias, pero fue informada que perdió todo lo que se le había dado y el jugador quería más para poder arreglar ciertos partidos así sumaba puntos en su equipo si es que ganaban.
—Agenda una visita para el viernes, quiero a tus tres mejores hombres conmigo y el resto se encargue de la ridícula seguridad que tiene ese infame —fue lo que avisó a su jefe de seguridad, Matteo.
—Sí, mi signorina —no tuvo que girarse a verlo, sabía cómo se aparecía y lo confirmó al escucharlo en ese momento.
—Al volver necesito la máxima seguridad en la mansión y especialmente a Vincenzo —hizo una mueca disconforme pero no podía negarse a eso—, ellos vendrán y tal vez sea en cuestión de horas.
—Ya están avisados todos, algunos fueron a entrenar y otros preparan las municiones por si hay que atacar.
Una sonrisa ladina se dibujó en sus labios, se inclinó levemente hacia atrás y su cabeza lo hizo casi del todo para poder visualizarlo, como siempre, él se mantenía serio pero sus ojos expresaban un cariño familiar que ella no tuvo la oportunidad de tener.
—Así me gusta.
—Siempre estaré de su lado, Ross —dijo su nombre en un susurro como si fuese prohibido y en parte lo era, no podía el resto llamarla por su nombre pero él era especial, un padre que se preocupa por su seguridad.
—Eso lo tengo en claro, Matt —le sonrió ampliamente antes de volver adelante y ver a su hermanito jugar solo.
—No lo olvide. Y pondré en marcha mis hombres —dió un asentimiento de cabeza—. Signore Raffaello.
—Puedes irte —escuchó a su otro hermano mandarlo, su jefe de seguridad se despidió de ambos y tras alejarse los pasos del todo, se sentó al lado de ella—. Está hecho.
Lentamente asintió algo distraída, no le gustaba como lo había tratado pero no podía hacer más.
—Bene.
—Bene.
¿Bene?
—Espera, ¿qué está hecho? —giró la cabeza a un lado para encontrarse con un Raffaello más tranquilo y accesible, eso significaba una cosa.
—Tú lo sabes.
—No estaría preguntando.
—Para ganarle a los sentimientos hay que eliminar el motivo por el cuál fueron provocados —dijo sin más para girar a un costado la cabeza y verla directo a los ojos.
—¡Raffaello! —casi quedó sin aliento al entender sus palabras.
—Rossetta, la que debe madurar aquí eres tú, yo ya lo hice y tengo menos años —arqueó levemente una ceja con burla.
—Pero...
—Está hecho —se puso de pie para comenzar a bajar los pocos escalones que quedaban para dirigirse a su hermanito—, ¡mientras menos problemas haya, mejor es la vida!
Ahora no solo había perdido a su padre, sino a su madre también.
Ella sabía lo que era capaz su hermano del medio, había sido corrompido su inocencia como lo fue con ella gracias a su madre, con la excepción que a él le gustó mientras a ella le aterrorizó. Pocas veces se preguntaba si su madre realmente no la quiso por no ser como su hermano del medio, cabía la posibilidad pero ahora no lo iba a saber nunca.
Su hermano Raffaello, cuando algo comenzaba afectarle más de sus límites de tolerancia, terminaba de raíz con eso antes siquiera derramar una lágrima que podía volverlo vulnerable, para eso no hacía más que terminar la vida con esa persona.
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Editado: 06.12.2024