—¿Puedo hablar contigo? —la voz de su hermano del medio no le sorprendió, estuvo muy callado las últimas semanas que esperaba por fin abriera su boca y hablara con ella.
—Dime —dijo llevando unos documentos a Matteo.
—A solas.
Lo observó, se lo veía igual pero debajo de toda esa máscara de frialdad estaba pasando algo más.
—Después continuamos —él asintió para despedirse de ambos con un asentimiento de cabeza, seguido de cerrar la puerta para darles mayor privacidad—. ¿Qué sucede?
—Sé que estás muy ocupada, que no tienes tiempo y que andas desapareciendo mucho —caminó lentamente a un lado de la habitación donde había una planta, tocó una de sus hojas acariciando esta.
—Es parte de mi trabajo.
No era mentira. Entendía ahora a su padre, llevar todo eso era muy pesado, requería de tiempo que a veces le faltaba.
—Lo sé —giró la cabeza enfocando los ojos oscuros en los suyos—. Pero necesito pedirte algo.
—Lo que sea, sabes que estoy para mis hermanos siempre —sonrió cálida y en el momento hubo efecto, su hermano se relajó.
—En dos días en mi cumpleaños, no lo celebramos, pero esta vez quisiera que fuera diferente —la actitud tímida de él la tomó por sorpresa.
—¿Diferente en qué?
—Quisiera salir contigo, a pasar la noche —se encogió de hombros.
—Aún no eres mayor de edad, no te dejarán —la mirada obvia de su hermano la hizo sentir un poco tonta—. Bien, porque irás conmigo te conseguiré un documento falso.
—Lo usaré solo si irás conmigo —asintió más animado.
—Así será —podía ser capaz de todo su hermano, le vendría bien el controlarlo—. ¿Invitarás a alguien más?
Cuando desvió la mirada, entendió que había más ahí.
—¿Quién es? ¿Conozco a esa persona? —la negación silenciosa de él la tuvo pensativa—. Vaya, mi hermano todo un casanova.
—No es lo que crees —caminó ahora hacia el escritorio—, solo será bailar y pasar bien la noche juntos.
—Y yo nací ayer —guiñó un ojo ante la mirada furiosa de él.
—Ni sé para qué te pido las cosas.
—Porque soy tu hermana mayor.
—Puedo conseguir lo que quiera a mi manera.
—Te lo prohibiré de igual forma.
—¡Qué desesperante eres!
—Que inmaduro eres.
Fue a su lado para abrazarlo, esperó paciente hasta que él correspondió el abrazo a regañadientes, un breve contacto solamente que ya estaba acostumbrada a eso.
—Suficiente.
—Estoy satisfecha —le sonrió acomodando su cabello oscuro, no era de peinarlo tanto, le quedaba bien esa manera desenfadada porque lo hacía lucir joven como lo es realmente—. Ahora dile a esa persona tuya que irás.
—Que no hay nadie —gruñó sintiéndose molesto por ser tan evidente.
—Ajá —pasó por su lado tomando otra carpeta que había dejado en la mesita del centro.
—Mejor te dejo trabajar, estaré haciendo cosas —se giró caminando a las puertas, tomó el picaporte pero se detuvo demorandose en abrirla, tenía una lucha interna y debía hablar—. Es un chico.
Silencio.
Absoluto silencio.
Rossetta estaba sorprendida por la confesión de su hermano, extrañamente no se sentía asqueada y eso en parte la tranquilizó. Era su hermano a pesar de todo.
—Oh —lo observó sin saber mucho que decir—. ¿Quieres dar un paso más con él?
—No sé si quiera eso él —le daba la espalda por lo que no pudo saber de sus reacciones.
—Inténtalo, no pierdes mucho —decidió acercarse colocando una mano en su hombro derecho—, si no te ve así porque no es el correcto. Acá tendrás apoyo siempre, Raffa.
—Grazie —la miró de reojo sintiéndose mejor, abrió por fin la puerta y se fue.
Vaya que había sido extraña esa conversación, no desagradable pero un poco tensa. De por sí su hermano no era de expresar lo que sentía y lo que hizo debe haberle costado, o eso es lo que pensaba la castaña.
Al llegar el día del cumpleaños, Vincenzo y Rossetta fueron a despertar a su hermano con un desayuno, era la única comida del día que respetaba y ellos se adelantaron con lo que le gustaba pero con más producción así disfrutaba de lo que le gustaba. Una taza de café, un pequeño tazón de cereales y frutos secos, un trozo de tarta de manzana y por último galletas de avena con miel. Recordaba que comía un poco de cada comida por eso ambos decidieron prepararle eso.
Sus padres jamás les festejaron sus cumpleaños, no sabían nada ni qué hacer, por primera vez estaban arriesgándose a algo desconocido a una costumbre común que no la seguían.
—Raffa —tocaron ambos la puerta de la habitación, escucharon un gruñido como respuesta del otro lado.
—Raffa —el más pequeño insistió enérgicamente de nuevo.
Ambos esperaron hasta que la puerta se abrió dejando ver a un adolescente somnoliento, despeinado y de pijama.
—¿Qué quieren?
—¡Feliz cumpleaños! —los dos hermanos dijeron a coro, el otro frunció el ceño desconcertado—. El desayuno.
Vincenzo señaló la bandeja que llevaba su hermana mayor, no lo había dejado a él alegando que era pequeño y podía caerse, sólo ayudó a preparar todo, y aún así estaba más contento por hacer algo nuevo.
—Un regalo de ambos —le sonrió a su hermano del medio, intentaba animarlo en eso nuevo.
—¿De verdad?
—Sí, come todo —tiró de su brazo para que se agachara y así darle un beso en la mejilla antes de irse contento.
—Fue idea de ambos aunque más de él —pasó a la habitación dejando la bandeja en la orilla de la cama, parecía casi como si no hubiera dormido ahí pero veía las sábanas a un lado.
—Mm gracias, supongo —la siguió luciendo confundido, observó lo que había y sorprendentemente tenía todo lo que le agradaba—. ¿Por qué lo hicieron?
—Quisimos probar algo nuevo —se encogió de hombros con simpleza, estaba acostumbrada a las bruscas preguntas de su hermano, no le afectaba.
—A las nueve nos vamos, luce bien esta noche —dejó un beso en cada mejilla como su padre hacía cuando ellos cumplían años, era como una especie de bendición de los padres a sus hijos—. Si demoras, no iremos.
—Lo estaré —una leve sonrisa adornó su rostro, la emoción en esos ojos oscuros eran muy notorios.
El resto del día no volvió a interactuar con su hermano, en cambio hizo unos pedidos por adelanto porque sabía que vendría cansada y al otro día solo se dispondría a descansar.
A la noche vistió de una blusa beige y unos pantalones cortos blancos, se calzó de sus sandalias de tacón y por último un blaiser blanco haciendo resaltar su imagen. Para terminar se maquilló sutil, colores claros para no parecer tan ostentosa, buscó sus accesorios combinando diferentes tonos de rosa.
Tomó su bolso de mano negro brillante y salió en búsqueda de su hermano, se lo veía más ansioso, estaba caminando de un lado a otro en el pasillo. Lucia bien, jeans negros, camisa celeste, zapatos deportivos y su cabello desordenado.
—Vamos —dijo llamando su atención, este acató y la siguió.
—¿No te despedirás de Vin?
—Si lo hago lo despertaré y no querrá soltarme —él asintió coincidiendo—. Marcello me tienes al tanto.
—Sí signorina Vitale —los dejó de seguir dejando que Matteo los acompañara el resto del camino.
Cada quién se subió a un auto por separado, fue a pedido de su hermano y no le vió la importancia en preguntar, es más, podía hablar con Matteo tranquila sin que nadie más esté al tanto de los planes que ambos llevaban a cabo.
—Sabes que estoy en desacuerdo que vayas, está muy tenso todo con los del limítrofe.
—Sabía que dirías algo así —lo observó por el espejo retrovisor—, no creo que se atrevan atacar ahora, esa amenaza que llegó no promete algo ahora.
—Por experiencia, no hay que confiarse —él la observó brevemente para seguir con el camino.
—No nací ayer, lo sé Matteo, arreglaremos eso —se acomodó en el asiento un poco incómoda por la pregunta que haría—. ¿Sabes algo de...?
—Está esperando un hijo.
Quedó atónita ante esa información, giró la cabeza a la ventanilla frunciendo el ceño, de pronto quería llorar y eso era patético. No debía sentirse mal, no lo amaba, no fue nada para ella.
"¿Verdad?"
De alguna manera debía olvidarse de él, sí, difícil porque casi siempre estaban en contacto por trabajo y ver a la chica con quien se casó le daban náuseas, como también soportar ver la satisfacción del mayor.
"Viejo maldito".
—Llegamos —dió un pequeño salto en su lugar, se había perdido en sus pensamientos que no vió a su hermano esperar afuera.
—Grazie Matteo —salió del auto tras uno de sus hombres haber abierto la puerta, colocándose al lado del otro Vitale—. Ven vamos.
En silencio la siguió. Creyó por un momento que él estaba fingiendo haciéndola creer que jamás había pisado esos lugares para bailar, pero en ese momento podía notar los ojos curiosos de él. De verdad era la primera salida.
—Documentos —un hombre alto, lentes oscuros y traje gris, estaba en la puerta junto a otro que se encargaba de una larga fila de jóvenes que querían entrar. Le entregó ambos y este asintió devolviéndole—. Tengan una buena noche.
Ambos entraron al abrirse las puertas, la música electrónica, luces de colores y gente por todas partes es lo que se encontraron.
—¡No me sueltes! —le pidió a su hermano tomando su mano, este sin dudarlo la sostuvo firme.
Tuvieron que atravesar todo un mar de gente alborotada para llegar a las escaleras que daban la zona exclusiva, mostró su tarjeta a otro hombre de seguridad que también custodiaba ahí. Este al darles la afirmación, subieron hacia la izquierda donde era la parte más tranquila que la derecha donde todo se descontrolaba.
—¿Qué te parece? —le preguntó al sentarse en unos asientos de piel color negro, muy suaves y cómodos.
—¿Ya habías venido? —dió un asentimiento haciendo una seña a una de las chicas que, solo vestía con tres pedazos de tela que cubrían sus partes íntimas, tomaba las órdenes—. Me gusta.
—Sabía que lo harías pero no te acostumbres ahora que no te dejaré siempre —lo señaló con advertencia recibiendo de respuesta los ojos en blanco y una mueca amarga—. Brandy con hielo y una copa de vino.
La chica pelirroja asintió al pedido, no sin antes comerse con la mirada a Raffaello, el cual no le dirigió la mirada.
Cada vez el lugar se llenaba más de personas, el ambiente animado se extendía por todo el lugar. Sin dudarlo se puso de pie tomando la mano de su hermano para llevarlo a bailar a la pista que estaba en esa zona.
—¡Déjate llevar! —le dijo en el oído para alejarse un poco y mover el cuerpo al ritmo de la música.
Raffaello estaba nervioso, se lo notaba, pero pronto se vió envuelto por el clima cálido y divertido del lugar que parecía ya despreocupado a los pocos minutos. Más personas se sumaban, más cuerpos habían rozandose en la pista de colores fluorescentes. Y como pensaba, alguien la sostuvo de la cintura, un cuerpo masculino se colocó detrás de ella, giró la cabeza para vislumbrar a un hombre un poco más grande que ella pero no le importó era una mujer sin compromisos.
Sintió la mirada de su hermano que parecía alerta, le guiñó un ojo para calmarlo y así disfrutara de nuevo.
Al terminar la canción llevó al pelinegro a otra parte, quería enseñarle lo que había y se podía hacer, una mesa estaba llena de personas poniendo billetes para turnarse y tomar alguna que otra pastilla o sustancia, por supuesto que eso ambos no tocaban, trabajaban con ello pero a parte de estar prohibido para ellos consumir su mercaa tampoco les llamaba la atención. Encontraron más personas que los invitaron a bailar, entre risas y pasos se sumaron a grupos que les compartían su bebida, ella no lo aceptó, no era idiota y le alegraba que su hermano la imitara.
Las luces volvieron un poco para calmar y tomar algo mientras otros buscaban nuevos lugares, ellos volvieron al suyo y después de unos segundos apareció la chica con las bebidas, ella con su brandy y su hermano con la copa de vino.
—Feliz cumpleaños Raffaello.
—Grazie —ambos chocaron el vidrio y tomaron un sorbo.
No eran muy comunicativos, al no tener tanta cercanía eran como dos extraños. A mitad de la noche él se alejó alegando que su chico había llegado, lo dejó ir prometiendo que no se alejaría mucho. Ella en cambio fue a bailar más encontrándose uno que otro hombre la invitaba una pista.
Y así fue la noche, disfrutó lo que no podía hacía mucho tiempo, se dejó llevar, se sintió libre de hacer lo que quería aunque fuera unas horas. Pero fue libre.
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Editado: 05.11.2024