Destinos Cruzados

Capítulo 7

Como era de esperarse, Ricciardo ya tenía otra mujer que su padre dispuso para él, ella no venía sola sino estaba acompañada de un niño de ojos celestes iguales a los de su progenitora. Se enteró que contrajeron nupcias pero esta vez sin invitar a nadie para que la historia no se repitiera, lo prefería así porque mediante su jefe de seguridad se enteró de rumores que Rossetta Vitale podía ser la posible asesina por la cercanía que tenía con él.

Lombardi infeliz.

No fue ella, fue su hermano, pero como él no es visto en ninguna parte jamás, era obvio la sospechosa. Además que todo apuntaba a ella.

¡Merda!

Quería discutirle, de verdad quería pero se mantuvo en silencio. Los Vitale al ser otra de las familias más influyentes y cercanas a los Lombardi, debían estar en la gala donde Ricciardo por fin anunciaría su asunción al lugar de jefe y donde presentaría a su familia oficialmente. ¡Ella debía estar ahí!

Pero no, estaba encerrada en esa mansión.

—Es mejor así, Ross.

—¡No lo es!

—Ross...

—¡Marcello, no lo es! —se levantó de su silla golpeando con las manos el escritorio—. ¡Somos importantes! Ahora todos vendrán por mí cabeza porque no estamos invitados y el resto que responde a nosotros tampoco lo están. ¡No somos los enemigos y nos tratan como uno!

—Buscaremos alguna alternativa, reúnelos y lleguen a un acuerdo o trata siquiera de calmarlos porque no dejan de llamar enojados por no ser vistos en un lugar tan importante —señaló el teléfono negro que había ahí, lo habían desconectado pero el resto de los teléfonos de la mansión no paraban de sonar.

—¿Qué quieres que les diga? ¡Sí, me acosté con Ricciardo Lombardi muchas veces! —se pasó la mano por el cabello tirando de este—. Pero yo no maté a esa mujer, yo me alejé y dejé que hiciera su vida... Es tan injusto todo.

Se dejó caer otra vez en el asiento, derrotada. No sabía más que podía hacer para que todo volviera como antes, estaban las cosas saliendo muy mal y jamás fue la intención de ella que pasara eso, por culpa de ese había terminado señalada y lo más probable es que ahora hasta podían dejarlos sin nada o peor aún: que les declaren la guerra.

Miró a Marcello, pensó en hacer la reunión pero qué más daba, no estaban en condiciones de hacer movimientos para crear más sospechas. Atender a los teléfonos tampoco porque no estaba para escuchar gritos e insultos. No quería saber nada ese día.

—Necesito descansar un momento, llevo dos días sin dormir —dejó todo y salió de su oficina para bajar al piso donde se encontraban las habitaciones, su cuerpo tenía pequeños temblores producto del estrés y el cansancio.

Era momento de desconectar un momento su mente de la realidad.

◆◇◆◇◆◇◆◇◆

Lo que ella ignoró fueron las consecuencias que podrían pasar, no de el no asistir, sino que ellos tienen enemigos y la paz no es algo diario.

Los sonidos de golpes lejanos comenzaron a despertarla de su sueño profundo, el cansancio le había pasado factura que por un momento se desorientó y preocupó el pensar cuántas horas estuvo sin saber nada de la realidad.

—¡ROSSETTA! ¡APRI LA PORTA!

El llamado una vez más la hizo caer de la cama soltando un quejido, al levantarse fue descalza y abrió la puerta sin darse cuenta que aún estaba con su camisón de seda blanco de dormir y toda despeinada.

—¿Qué sucede? —soltó un bostezo que logró tapar con el dorso de su mano derecha, ya que con la izquierda la mantenía apoyada en el picaporte de la puerta.

—¡Hasta que abres! —su hermano la miraba furioso y agitado, había estado tocando sin parar junto con Matteo que también se lo veía serio.

—No escuché, cálmate —se giró para ir por una muda de ropa en su guardarropas, prendió la luz del pequeño pasillo para encontrarse con su reflejo en el espejo al final.

—Atacaron a los Lombardi —dijo sin más su jefe de seguridad.

Hubo silencio ensordecedor, ellos esperando una reacción de ella y Rossetta impactada por la noticia.

—Los Fiore, de Francia.

—¿Qué? —parpadeó reaccionando volviendo a ellos.

—Nos están trayendo más información, mi señora.

Francia. Su padre una vez le dijo que los franceses serían capaces de levantar su voz y su poder pero que sería en un futuro muy lejano. Él conoció por error a los Fiore, no le cayó bien a nadie ni tampoco eran de fiar, pero que Lombardi sí se había acercado a ellos y mantenían buena relación. Ahora parece que todo terminó o solo fue un engaño.

—Preparen todo aquí, desplieguen hombres, que nadie pise cerca de la mansión —señala mientras volvía por su ropa.

—Sí, mi señora.

—Cálmate Ross.

—¡No! Suficiente calma tuve —se vistió con su pantalón y polera negra para calzarse con sus botas de estilo militar.

—No es bueno salir ahora, no sabemos en dónde están —esperó a que ella volviera y al verla intentó frenarla—. ¿Me estás escuchando?

—Raffaello déjame —se soltó de su agarre para buscar sus armas que tenía guardadas debajo de su escritorio en un cajón secreto.

Guardó tres de sus mejores pistolas junto a municiones, sabía que debía ocuparlos en casos de emergencia porque de lo contrario ella podía defenderse sin eso, el combate de cuerpo a cuerpo se le daba mejor. Nadie podía ganarle.
Ignoró de nuevo a su hermano al salir de la habitación, podía observar que en el otro pasillo ya estaba totalmente cubierto y reforzado ya que se encontraba su hermano menor ahí. Bajó las escaleras viendo que mucho de sus hombres la esperaban listos con sus armas, pero todos giraron a la vez y apuntaron a uno del cuál no había visto antes.

—¿Quién eres? —preguntó en alerta.

El hombre estaba vestido de negro pero no como sus hombres, habían pequeñas diferencias, a parte que los ojos oscuros de este parecían alterados.

—Soy uno de los hombres del señor Lombardi —observó rápidamente al resto y luego a ella que estaba confundida.




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