Destinos Cruzados

Capítulo 9

Estaba a un paso de su éxito, podía sentirlo.

Pero antes debía hacer algo.

—¿Vin? —asomó la cabeza por la puerta viendo a su hermano menor que dibujaba en un cuaderno.

—¡Ross! —se puso de pie y la abrazó cuando ella se agachó—. ¿Ahora sí podemos jugar?

Le dolía el alma no poder estar tanto para él como antes lo hacía, su tiempo libre era muy limitado y a veces se preocupaba que terminara ausente y perdiera la niñez de él. Ella hizo una promesa e iba a cumplirla de alguna manera.

—Será después —se separó de él para sostener su rostro con cariño viendo sus ojos castaños—. Tengo un trabajo importante que hacer y tú te irás a otra parte.

—¿Por cuánto? —miró con sorpresa a su hermano, creyó que le haría algún berrinche o se pondría triste.

Sin dudas estaba creciendo mucho.

—Por unos pocos días —acarició su cabello negro azabache, tenía uno que otro mechón largo que quedaba en su entreceja u otra parte del rostro—, volveré, lo prometo.

—Siempre lo haces —le confirmó con una cálida sonrisa que tuvo a Rossetta conmocionada—, cumples tu palabra.

—Y lo seguiré haciendo —miró rápidamente hacia atrás asegurándose que no había nadie más—, por ti haré todo, Vincenzo, todo. Nadie pondrá un dedo sobre ti, primero muerta.

Ambos volvieron abrazarse en un silencioso y tranquilizador abrazo. Rossetta temía a no volver y dejar solo a Vincenzo en ese mundo miserable en el que vivían y no podían escapar, quería seguir al lado de su hermano por muchos años... algo que trataría de hacer: sobrevivir.

Sin más se despidió de su hermano con la promesa viva que pensaba cumplir.

—Cuídalo.

—No me lo hagas recordar, eso lo tengo seguro —le sonrió a Marcello, este tiró de su mano y la abrazó fuerte—. Pase lo que pase siempre estaré para Vincenzo, es mi promesa.

—Grazie —devolvió el abrazó sintiéndose mejor porque de verdad su hermano sería cuidado.

—Ve a enseñarles quién manda, sólo hay una líder y se llama Rossetta Vitale —la miró a los ojos con una seria determinación—. Juré con mi sangre que te seguiría y eso no cambiará.

—Lo sé —había crecido prácticamente con él, era como su hermano también—, y por eso necesito que también jures por Vincenzo.

—Lo haré —dió un asentimiento de cabeza acompañado de una pequeña sonrisa que se dibujaba en el rostro—. Suerte.

—La necesitaré —apretó su mano agradeciéndole en silencio antes de buscar a Matteo y comenzar preparar todo.

Mientras se puso en marcha con las municiones, pudo ver partir a su hermano desde la ventana, la camioneta los llevaría a la pista privada para después ser trasladado en avión.
Estaba nerviosa por los resultados de su plan, el lado bueno es que nadie se podía retractar ya que todos habían sellado con sangre y eso al no cumplirse se lo consideraba traición y significaba muerte, por eso sabía que no estaba sola y que no iba a salir tan mal parada. Si bien se iba a enfrentar a los de la Cosa Nostra, estaba en ventaja ya que después del incidente reciente sus partidarios se alejaron y ni contar las bajas que hubo también, en un principio dejó de lado su enojo pensando que podría darle que hablar al resto y asegurarles que fue traición lo suyo, pero cuando gane ella sería la encargada de mostrar que los Lombardi traicionaron a su propia gente y la gran mayoría mataría por estar cerca de los Vitale.

Si quería ser un ejemplo como líder, este era el momento.

En la noche casi no pudo descansar porque su cabeza daba vueltas sin parar, aún así se obligó ya que era necesario. Al despertar y vestir con su ropa de combate que consistía en ser pantalones y camisa negra del cuál llevaba un chaleco anti balas que su guardaespalda insistió en que usara; no le quedó más que guardar sus armas y salir a buscar a sus hombres que estaban prácticamente listos.

—Traten de cubrir sus espaldas, si trabajan juntos ninguno resultará herido —le recalcó a cada uno pasando para corroborar lo que hacían—. No olviden sus posiciones y de ser necesario activarán las granadas que hemos instalado por si la situación se agravia.

—¡Sí, mi señora! —todos contestaron a la vez como si fuesen soldados, e hipotéticamente lo eran.

Todos cargaron las cosas en las camionetas y pronto las primeras iban ya de camino listas. Sus socios aliados habían hecho lo mismo, estaban todos a la espera de su orden para empezar.

Por su parte se dió un momento para respirar profundo y calmar sus pensamientos, iba hacer historia y esperaba que sea recordada, sólo esperaba salir victoriosa y si no lo hacía...

—Vamos —caminó a la camioneta que la esperaba y subió a esta.

—Si todo se vuelve imposible, se irá.

—No pienso huir, Matteo —lo miró con un ligero reproche—, todos pactaron con sangre y no pienso darles la espalda como otros lo hicieron conmigo.

—Le hice una promesa a su padre que la cuidaría hasta el final —hizo una mueca de disconformidad con la decisión de ella, no quería, en el peor de los casos, verla muerta.

—La cumplirás —dió un asentimiento de cabeza—, quédate atento con tu equipo, yo lo estaré con el mío.

Habían ejecutado un plan que consistía en dos grupos, el primero eran los jefes de seguridad que estarían controlando todo con los hombres de cada quién, y el segundo eran los jefes de cada grupo correspondiente. Ellos aseguraron que la protegerían y más si debían cubrirla para llegar a los supuestos líderes.

Al llegar al punto de encuentro, todos sus socios se los veían ya listos con sus impecables vestimentas para pelear, muy similares a todos sus hombres de seguridad, excepto dos que lucían sus costosos y finos trajes de negocios: Zanetti y Nowak. No cuestionaba nada, cada quién elegía lo que quería llevar o no, de igual manera todos en cualquier momento debían pasar por una situación así y nunca era planeado por lo que era natural atacar llevando la vestimenta que sea.

—Signorina Vitale —el de ojos celestes fue el primero en captarla, su terrorífica sonrisa se hizo presente al igual que su saludo con un beso en el dorso de la mano—. Quería comentarle que tuvimos una nueva idea con Nowak.




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