—No me gusta cómo te trata, no tiene ningún derecho —sus ojos castaños estaban más oscuros producto de la rabia que llevaba—. ¡Merda!
—Vincenzo —llamó su atención pero fue inútil, manejar un adolescente era complicado.
—No te atrevas a defenderlo —le señala con advertencia—, eres la jefa y puedes aplastarnos a todos si se te da la gana.
Pero era su hermano, su sangre.
—En eso Vin tiene razón —la melodiosa voz de Ruggero se hizo presente en la sala donde se sentó en un sofá, cruzando su pierna luciendo tranquilo como siempre—, no puede sobrepasarte, debe entenderlo por las buenas o por las malas.
—¡Alguien que coincide conmigo!
Lo miró pensativa, no le gustaba estar mucho tiempo en un mismo lugar con Ruggero Moretti, la hacía sentir incómoda y varias veces lo había demostrado como respuesta de las innumerables veces que coqueteó con ella. No era ciega, sabía el atractivo del hombre, sus modales y la atención hacia ella pero aún así no provocaba ningún sentimiento de emoción.
Simplemente no lo quería de esa manera pero sí lo toleraba.
—Lo dejaré pasar esta vez —dijo soltando un suspiro.
—Vienes hace tiempo con lo mismo —arqueó una ceja viéndola con obviedad—, Rossetta deja de darle más oportunidades, sé firme.
—Lo soy —ambos negaron.
—Tienes el apoyo nuestro que es lo más importante, haz caso —observó la mano de Ruggero que se deslizaba y colocaba en la mano de ella para darle un pequeño y firme apretón.
—Trataré —dijo finalmente, no quería ser descortés en alejar su mano pero tampoco quería crearle ilusiones.
Era difícil ese tema para ella, aún no estaba lista para nada de eso que él quería.
Se propuso en poner en su lugar a su hermano Raffaello, era verdad que estaba pasándose del límite y podía perdonar casi todo por ser su familia pero ya estaba cansada, que otros se lo hicieran notar y que a su vez desconocidos tuvieran que presenciar malos tratos de él, fue todo.
—Déjame a mí, yo me encargaré, sé mejor esto —le quitó las hojas que tenía, eran de unos planos sobre un nuevo negocio que tenían pensado armar.
La sala enmudeció y los ojos estaban en Rossetta, sus rostros llenos de las mismas preguntas: ¿Por qué no haces algo? ¿Por qué permites ese trato?
—No —dijo de repente, hasta ella misma se sorprendió por su tono de voz, firme y claro.
—¿Qué? —su hermano la veía divertido.
—No te encargarás, no te corresponde —extendió la mano esperando que le devolviera todo lo que le había quitado.
—¿Por qué? Habrá mejores resultados, Ross.
—Signora —le recalcó viéndolo con una chispa de ira.
La estaba rebajando apropósito.
—Pero —soltó una risa burlesca viendo a todos, buscando apoyo, pero no lo consiguió—. Fracasaremos si no lo hago yo.
—¿Por qué? Quien manda aquí soy yo y yo sí puedo conseguirlo.
Raffaello lentamente se giró a ella, se notaba lo tenso que estaba y la rabia que estaba por explotar.
—Bene —tiró las hojas con desprecio en la gran mesa de reuniones—, haz lo que quieras, pero te aseguro que no te saldrá bien.
—¿Estás amenazando a nuestra señora? —uno de los socios habló haciendo que la tensión aumentara.
—No lo está haciendo, ¿verdad Raffa? —dió pasos haciendo resonar sus tacones en la sala—, no le das la espalda a tu propia familia, ¿o si?
Lo puso a prueba, le tocaba a ella devolverle el veneno que él había esparcido y por supuesto no lo logró como veces anteriores donde ella terminaba mal. Creyó que por la vergüenza iba a retractarse y disculparse pero el que abriera la puerta y saliera dando un gran portazo, la dejó desconcertada.
¿Qué le sucedía a Raffaello?
Lo dejó pasar nuevamente, se dedicó a seguir con la reunión, su fin era hacer crecer el negocio y expander el apellido Vitale, si la mayoría estaban dispuestos a colaborar entonces debía continuar y aprovechar.
En la noche estaba programada la Gala, después de mucho tiempo volvían a realizar el evento que los unía a todos quienes se dedicaban en negocios bajo la sombra. Pudo ver desde lejos a los nuevos integrantes que habían, cada vez más personas querían estar en el negocio y su propósito se estaba cumpliendo.
—Es impresionante —dijo su hermano menor mientras caminaba a su lado.
—Esto es sólo el comienzo —le sonrió de lado—, ya puedes imaginar todo el poder que tendremos y todo lo que podremos conseguir.
—Tenías razón —aceptó, dando un asentimiento de cabeza como saludo a las personas que se les acercaban.
—¿Ves? Nuestro apellido es el más renombrado, no nos pueden ganar aquí y tampoco afuera.
Vincenzo dudaba de algunas cosas, creía que su hermana la estaba consumiendo la avaricia por el poder, debía admitir que aunque no lo dijera en voz alta, su capricho por vengarse de los Lombardi fue realmente bueno. No recordaba que su padre manejara tanto como lo estaban haciendo ellos, al final sus destinos se estaban cumpliendo como antes se los repetían.
—"Ustedes podrán conseguir más, confío en que llevarán el negocio familiar a la cima de todos."
Era muy pequeño él pero recordaba esas palabras de su padre.
—Mi señora —Matteo llamó la atención de Rossetta, disculpándose con la mirada tras interrumpir una charla con nuevos socios—, ha ocurrido un inconveniente y necesitamos de su presencia.
—Por supuesto —lo observó interrogativa pero este no dió indicios de nada.
Dejó a su hermano a cargo mientras seguía a su jefe de seguridad, salieron de la cabaña donde se celebraba la fiesta, a los alrededores habían pocas personas y era lógico porque estaban a minutos de empezar la cena.
—¿Ya puedes decirme qué sucede? —tuvo que sostener su vestido verdoso ya que era muy largo y tras pasar a la tierra no quería que este se estropeara.
—Raffaello —dijo solamente mientras la llevaba hasta la parte de atrás donde comenzaba el bosque.
—¿Y ahora qué hizo?
—Lo descubrimos hablando con los franceses —eso la sorprendió y él sentía la mirada penetrante de ella—, está haciendo negocios a tu espalda.
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Editado: 05.11.2024