El resto de los días se hacía pesado y aburrido, intentaban sacarle información con las mismas amenazas tontas que, al parecer, era la mano derecha de Thomas Lacroix. Peter, sabía su nombre y de su existencia, por supuesto que Matteo le había comentado sobre él. Peter no tenía familia, su abuelo lo vendió a cambio de no perder sus negocios y así es como se formó desde muy chico, al ser ingenioso, rápido y atento, fueron cualidades que lo llevaron a ser la sombra de uno de los gemelos Lacroix.
Hubieron dos días que llegaron hasta golpearla pero sabía que era su culpa por provocarlos, no les temía, si debían matarla se dejaría si eso hace que no tocaran a su hermano menor.
Escuchó algo arrastrarse y al ver era Peter alcanzandole una bandeja con alcohol y algodón, eso la sorprendió como también que él no le tocara ni un pelo. Era extraño. Lo necesitaba asique se arrastró hasta tomar todo y comenzar a curar las heridas y moretones que tenía.
Dos semanas llevaba encerrada. A Lacroix lo vió una vez más amenazandola pero no volvió, como ninguno del resto de los hombres, sólo Peter que le llevaba comida y ella realmente no tenía ganas de probar un bocado la tensión cerraba su estómago. Estaba por quedarse dormida ya que su mente se había quedado callada, pero un ruido de llaves y una reja abrirse fue lo que la dejó atónita.
"Este está loco, muy loco".
No le importó que la reprochara por no comer, la actitud de él es que la confundía. Thomas Lacroix era diferente, por supuesto que llevaba el mismo chip que todos de seguir órdenes y más si eres un heredero directo de los jefes de la mafia, eso era lo que su mente no callaba el pensar que era diferente como creyó la primera vez que lo vió.
—Esto quedó cuando te llevaron...
—Cuando me llevaste.
—Lo guardé —por fin pudo verla a los ojos, ella se había acercado a los barrotes, parecía confundida.
—Lo habrás leído de seguro, siempre queriendo indagar —se cruzó de brazos arqueando una ceja, molesta por haber sido descubierta de sus escritos.
—No. Solo lo guardé —le entregó este el cual no dudó y tomó rápidamente protegiendolo con sus brazos.
Algo andaba mal y lo presentía.
—¿Por qué tan amble, Lacroix? No es propio de ustedes.
—¿Qué sabes tanto de mí? —inquirió ladeando levemente la cabeza, su mirada no perdía un sólo movimiento de ella.
—Lo suficiente —contestó solamente para girar y alejarse.
—Claro —iba a ignorarlo totalmente pero unos sonidos la hicieron girar y ver que abría la puerta.
—¿Qué haces? —no podía entender lo que quería.
—Dejarte ir —se encogió de hombros retrocediendo, caminó al lado opuesto de donde estaba—, si quieres salir ilesa, ven por aquí.
¿La iba a dejar libre? No, por supuesto que no, pero en ese momento no le quedaba más opciones porque de lo contrario él ya la habría matado. Respiró profundo antes de salir y caminar a pasos apresurados hasta llegar a su lado.
—Me entero que es otra de tus trampas y te juro que le entregaré a tu familia tus órganos como regalo —lo observó de reojo notando una extraña sonrisa que inconscientemente también la hizo sonreír levemente.
—Qué miedo —ironizó negando.
"Idiota".
El camino cada vez se hacía más oscuro, el mal olor le descomponía el estómago pero no podía parar o de lo contrario la dejaría sola, aunque para ese momento ya no sabía qué más esperar por parte del inglés. Había una vibra entre ellos, sus manos en pequeños fragmentos de segundos se tocaban y hasta ella creyó sentir un dedo que se aferraba al suyo.
De repente se detuvieron, había una pared.
—¿Y la salida?
—Está por aquí —algo parecía que buscaba, el sonido claro de un picaporte le dió a entender que era una puerta y esta chirraba cuando la abría—. Veré si hay alguien.
Indicó que podían continuar y así ambos subieron los escalones correspondientes para encontrarse con otras dos puertas arriba, que tirando de las cadenas esta cedió y abrió hacia abajo.
La luz del sol los cegó por unos segundos, al acostumbrarse, el rubio inspeccionó e indicó que ya podían salir, la impulsó y salió del lugar donde estaba, a penas le dió tiempo de arrastrarse con las pocas fuerzas que le quedaba pero un cuerpo la cubrió, la sombra que le generó le permitió observar sus ojos azules como el mar que parecían preocupados por ella.
Y eso le generó un nuevo sentimiento en su pecho.
Se puso de pie y tomando su cintura la levantó también.
—Bueno, tengo mi auto cerca, puedo llevarte a la ciudad y te encuentras con tu gente.
Eso necesitaba, reunirse con su hermano menor y saber que estaba vivo.
—Si no me queda de otra —aceptó con un suspiro siguiéndolo hacia un granero grande de color rojo, muy desapercibido para el ojo de cualquier persona, contando que este no era normal, pues debajo es donde ella estuvo encerrada.
Ambos subieron al auto y fueron hacia la ciudad. Se mantuvieron en silencio cada uno absorto en sus pensamientos, ninguno sabía el por qué estaba en esa situación, Rossetta quería reír pero no sería prudente aunque estaba a nada de dejar de contenerse.
De repente él rompió silencio, le contó que se iría del país por muchos años y eso a ella sí le interesó aunque no lo demostrara, no era muy común que Lacroix dejara libre a sus hijos por ahí, hasta a ella le costaba dejar ir a su hermano sabiendo el peligro que corrían y que sus cabezas pendían de un hilo. Eso iba a ser un nuevo recordatorio: no dejar a Vincenzo solo tanto tiempo afuera. aunque la verdad ya no sabía en dónde podía estar seguros, en ese mundo el propósito era sobrevivir.
Quiso saber si se iría con su gemelo pero le sorprendió el que le dijera que no. Pero más fue la sorpresa cuando dijo su motivo: ir aestudiar medicina en América. ¿Entonces Thomas Lacroix no estaba interesado en los negocios de su padre? ¿Por qué? Es verdad que la mayoría quisiera escapar de su destino, ella lo intentó y fracasó, pero él iba a lograrlo al parecer... o a saber cuánto tiempo el desalmado de Arthur Lacroix lo dejará ser libre en esa idea.
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Editado: 08.01.2025