A penas habían pasado días de que fue separada de su hijo, la ansiedad la carcomía lentamente que hasta sentía que quemaba su piel, era un vacío que se instaló en su pecho ante la falta de su pequeño. Ya no tenía a Evolet, la habitación se sentía fría y pesada, se ahogaba cada vez más, y también estaba el hecho de que volvería pronto a ser usada.
Pero por suerte no pasó.
Hubo un infiltrado entre los hombres, pertenecía a las fuerzas especiales anti trata, observó como a Catherine y Melanie se las llevaban esposadas, iban a ser denunciadas por la red de trata que mantenían porque ese prostíbulo no era el único. Varias personas empezaron a llevárselas, su cuerpo se tensó al ver la policía, no reconocía caras, todos al parecer eran nuevos y más si su hermano era quién ejercía poder sobre ellos lo que le llevaba a pensar que a propósito la habían sacado y la separarían para matarla. La espera fue larga y tediosa, la incertidumbre pesaba en su cuerpo. Cuando fue llevada a declarar, el policía que la dejó se fue y quién entró fue el comisario que conocía.
—Marie tendrás que contarme lo que ha sucedido —él no la había visto, ante el silencio de ella soltó un suspiro y levantó por fin la vista de las hojas que llevaba en mano. Estaba sorprendido—. Rossetta.
Susurró su nombre frunciendo el ceño, eso la confundió. ¿A caso no trabajaba para su hermano ahora?
—No puedes estar aquí —dió una rápida mirada a la puerta, sólo estaban ambos en esa diminuta habitación donde los separaba una mesa—. Vete.
Ella negó, movió sus manos pero él no entendía, juntó las palmas pidiendo clemencia de no dejarla o el no entregarla.
—¿Vincenzo sabe que estás aquí? —negó despacio, era increíble que aún se acordara de su hermano menor—. Si... él se entera que estás aquí ya sabes lo que pasará.
Asintió con pesar, era sabido que todos debían acatar sus órdenes.
—Conozco a alguien que se ha retirado cuando él llegó, se mudará con su familia a España —prestó atención a lo que decía, ése hombre de mediana edad también parecía abatido, lo notaba en cómo la esquina de la comisura de sus labios se movían en un tic nervioso—. Puede ayudarte a volver donde perteneces pero ni se te ocurra volver aquí, las cosas cambiaron y para mal.
Lo intuía, los comentarios que decían sobre Venecia no eran inventos, el descontrol, las amenazas y muertes comenzaron a llamar la atención que hasta habían llegado a oídos de políticos corruptos que apoyaban libremente esas acciones, y si eso llegaba a Milán, iban a ver muchos y serios problemas.
Sólo bastó una llamada para traer al hombre a la estación, por suerte no pasó mucho tiempo. Se le explicó bien la situación de ella y en el momento estaban de acuerdo el sacarla lo más pronto posible. Armaron informe falsos donde ella sería trasladada a otra comisaría para seguir con la investigación a fondo, nadie dudó de eso y más de las palabras del comisario, oculta fue llevada hasta medio camino donde dejaron el patrullero atrás para así subir a un auto particular.
—Estarás a salvo, no te preocupes.
Es lo que más ella deseaba. Fue oculta entre las cosas que llevaban, al pasar la frontera no tuvieron ningún problema, fueron horas incómodas ya que su cuerpo entumesido por la mala posición.
—Ya puedes salir —la voz de la mujer le hizo saber, se removió y destapó para por fin salir de su escondite—. Disculpa que te lleváramos así pero de otra manera hubiese sido imposible.
Negó con una leve sonrisa. No le gustaba estar lejos de su país, de su familia, pero si ir a otra parte la hacía volver a donde pertenecía entonces no había que dudarlo.
Durante el camino le contaron que se debieron ir por las amenazas constantes que recibían, definitivamente Venecia ya no era un lugar habitable, no como antes. Hasta sus nombres habían cambiado, que por supuesto, eran documentos falsos pero seguros para comenzar una nueva vida. La familia estaba compuesta por el matrimonio y una niña de diez años, a la que rápidamente simpatizó con Rossetta, la niña estaba encantada ya que la consideraba como una hermana y es que la apariencia de la mayor no delataba su edad verdadera. Pudo también cambiarse de ropa, algo que la hizo sentir un poco más tranquila, por fin usaba ropa normal y no tan reveladora, aunque después del calvario que fue sometida a vivir, era difícil poder pensar en volver a usar siquiera un vestido.
Las horas restantes distrajo la niña con juegos, a la vez que ella no paraba de contarle cosas de su vida. La familia Sanchez —el nuevo apellido que portaban— a pesar que eran sólo tres, eran una familia feliz porque todo lo que decía eran momentos felices. Así deseó para su hermano y para ella, por un momento creyó ser ella la de tener una vida y familia normal, una en donde no se escondían, una que podían pasear libremente y no estar en constante alerta de que alguien iban por sus cabezas.
—Recuerden: puede ser ahora, en unas horas o mañana, que no volverán y por eso cada uno debe seguir con su camino, las lágrimas no sirven.
Crudas palabras de su progenitor, palabras que no quería que su hermano menor las aprendiera pero la tranquilidad que veía en él cuando ella se iba o llegaba le confirmaba que estaba ya naturalizado con todo ese contexto, mientras que ella aún sentía horror.
—Hemos llegado —parpadeó al escuchar el aviso, observó sus alrededores dándose cuenta que parecía un barrio común y tranquilo.
Descendieron del auto con cierto recelo, los acontecimientos los había llevado a estar más atentos a su alrededor, pero todos coincidían con un mismo pensamiento: tener paz. La casa era de dos pisos, un tanto pequeña pero agradable. Ayudó a bajar las pertenecias y acomodarlas en donde le indicaban. Era momento de rehacer todo y ella estaba dispuesta en ayudar, les debía por lo que hicieron por ella.
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Los días comenzaron a pasar y con eso ya meses. Se aseguraron que nadie los hubiera perseguido para así ellos ponerse en marcha: Rossetta debía volver a Milán. La familia que le ayudó prometió en buscar a su hermano y eso era algo complicado porque para el resto del mundo los Vitale eran invisibles. Dar con los números que aún recordaba eran imposibles también, la mayoría parecían haber sido cambiados y otros daban con el buzón de voz. Cada vez era más tedioso.
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Editado: 13.05.2025