Su mente siempre estuvo encerrada en la idea de vivir en las sombras, de vivir para ser el segundo en todo, o en todo caso, para no ser nadie más que un elemento. Los entrenamientos de su madre siempre fueron los mismos, pero año tras año aumentaban su complejidad.
—Naciste para ser el protagonista.
Se lo repetía una y otra vez. Él se convencía de eso una y otra vez. Todos los días, todo el tiempo.
Si bien su progenitor le daba los mismos entrenamientos que su hermana mayor, él era el favorito de su madre, o eso creía. Lo que más le atraía era la oscuridad que sus padres proyectaban, que enseñaban, sus acciones y palabras estaban marcadas por la maldad, maldad que a él le encantaba. A su corta edad juntaba víctimas con sus trampas y engaños. Su hermana a veces interferia y lo evitaba "por su bien".
"Idiota".
Sabía que para tenerlo todo debía de eliminar la fuente principal, quién usurpaba "su trono", y eso lo llevó a relacionarse con nuevas personas que le facilitarían lo que necesitaba. Gota por gota, día tras día hasta que el momento por fin llegó. Se arreglaba para la Gala que tendría que asistir, su madre se asomó por la puerta de la habitación y dió un asentimiento dándole a entender que todo había terminado. Una leve sonrisa en su rostro se dibujó. Su madre no iba a aceptar el cargo ya que no estaba lista para eso, y su hermana tampoco, pero La Cosa Nostra no iba a permitir que una mujer llevara algo tan grande como lo era la mafia.
Pero la idea se borró cuando escuchó que le daban la aprobación a su hermana mayor de llevar el negocio familiar. Estuvo a punto de perder la razón de no ser por Ruggero Moretti, el chico era de la edad de Rossetta, ya tenía años de experiencia y se movía independientemente en este mundo oscuro, algo perfecto para él.
Si antes sabía mentir, ahora era todo un experto.
Tuvo que soportar años así, años donde se castigó así mismo cuando pasó por momentos de debilidad, odiaba sentir, odiaba a su subconsciente, odiaba a su corazón por anhelar cariño. Odiaba todo.
No obstante, le encantaba ayudar a su hermana, no por el hecho de ser el segundo, sino que obtenía más información y junto con Ruggero se hicieron de un nuevo negocio en un sector donde casi era olvidado por todos: Venecia. Le emocionaba la idea de poder corromper todo ahí, de que le temieran y así por fin tener respeto que se merecía. Porque no, no olvidaba como la ojiverde lo humilló delante de muchos y cómo estos prácticamente se le rieron en la cara. Cada uno iba a pagar, lo juraba.
El deseo de terminar con su hermana fue tan fuerte que ya no lo pudo soportar más, arrematar contra ella fue la mejor y peor decisión a la vez, ya que con eso dejó en claro que los había traicionado, pero su hermana no era capaz de matarlo, la débil de Rossetta Vitale no tenía agallas. Esperó a que fuera perseguido pero su sorpresa fue nula, sabía que no pasaría tal cosa, por eso tras una larga recuperación pudo volver a sus actividades.
Vincenzo Vitale, lo creía un bicho raro, un fantasma en esa familia, pero que lo atacara lo hizo pensar en su venganza. "Monstruo" lo apodó, le gustaba, de cierto modo le dió un empuje más a su lado perverso, el que disfrutaba obviamente. Una idea se formó en su cabeza: si quería vengarse de ambos, ¿por qué no los hacía pagar de la misma forma?
"Soy un genio".
Su plan inicial de juntar a Ruggero con Rossetta fue frustrado tras ver como uno de sus enemigos naturales se acercaba a ella. Por supuesto que esto a Ruggero no le cayó bien, vivía enojado, a veces parecía tranquilo pero por sus ojos brillaba la rabia por no tener a la mujer que quería. Debía de admitir que era más caprichoso que él mismo. Fue divertido ver cómo perdía la cabeza de vez en cuando y él no lo detenía, tenía la fiel creencia que las personas debían sacar sus demonios y dejarlos que los dominen por un momento, era un bien para el cuerpo y para el alma.
Tras volver a los negocios, comenzó a dominar más su territorio, quiso expandirse un poco más pero descubrió grandes refuerzos en la frontera por lo que no pudo salir de esas tierras, de igual manera consiguió muchos negocios que su hermana no pudo alcanzar, se encargó de cancelar los encuentros o cenas que tenía programado. Ruggero se encargaba de confirmarle que cada día había una cabeza menos ahí, Rossetta creía que sus hombres eran los que la traicionaban pero no, sólo era uno, de igual manera muchos le dieron la espalda y decidieron seguirlo ya que estaban más de acuerdo con sus políticas de trabajo. Nada suave, todo como debía ser: a mano dura, sin piedad.
Y en medio de su camino algo debía desestabilizarlo.
—¿Y el heredero?
—¿Scusi? —soltó una risa sarcástica ante esa pregunta de uno de sus socios a cargo en el negocio del tráfico de químicos.
—Si quieres asegurarte que el negocio seguirá de pie, debes asegurarlo con un heredero —el hombre mayor lo observó con frialdad y arrogancia, típico conocedor de su mundo.
—¿A caso crees que tengo setenta años como tú? —movió de forma circular su vaso lentamente para llevarlo a la boca y tomar lo que quedaba de su whisky.
—No importa la edad, importa que el día de mañana uno pueda estar seguro que seguirá invirtiendo y que usted no perderá su poder.
Era verdad. No le gustaba el concepto de familia" pero era de esperarse que tarde o temprano iban a querer otro representante también. Vamos, a penas estaba a la mitad de los veinte años y ya lo incordiaban con eso.
"Que molesto".
—Estamos en eso —casi se ahogó con su propia saliva al escuchar la voz tranquila de Ruggero—. No cualquier mujer puede estar a la altura de Vitale, no cualquier sangre es bienvenida.
Lo observó con cierto asombro y a la vez con advertencia. No quería a nadie, era capaz de aborrecerse.
—En eso tienes razón, si un sangre sucia mancha el linaje, entonces no hay estabilidad —el alemán los observó con una pequeña sonrisa burlesca.
#14096 en Novela romántica
#2811 en Chick lit
#3509 en Thriller
caminos cruzados, suspenso accion violencia amor venganza, mafia amor tragedia
Editado: 26.07.2025