12:05 a. m. marca el reloj. Suspiré mientras dejaba el móvil sobre la mesita de noche. Parece que se le ha olvidado que hoy es mi cumpleaños.
Era extraño. En casi un año de relación, Noah siempre había sido atento en detalles como mi cumpleaños. No es el hombre más detallista del mundo, lo sé, pero al menos intenta. Hace el esfuerzo, aunque sea pequeño, por demostrarme que me quiere. ¿Entonces cómo? ¿Cómo podía olvidar algo tan importante?
Él mismo me lo había prometido con esa sonrisa que a veces me desarma: "Seré el primero en felicitarte, Alice." Lo dijo con convicción, como si esa promesa estuviera escrita en piedra. Y yo... yo le creí.
Desde que Noah llegó a mi vida, todo ha sido un torbellino. Lo nuestro fue rápido, intenso, casi sin frenos, pero dentro de todo ese caos, él supo ser constante. No es el típico novio de película que aparece en la puerta con flores —aunque confieso que muero por vivir algo así—, pero tiene sus formas. Pequeños gestos, palabras suaves, silencios que abrazan.
Y por eso duele. Duele más de lo que debería. Porque no se trata solo de una felicitación olvidada. Se trata de lo que significa. De lo que prometió. De lo que yo esperé. Porque cuando alguien que te importa olvida algo que para ti es importante... se siente como si tú también fueras fácil de olvidar – suspiro y trato de amortiguar el dolor que se ha quedado en mi pecho.
De repente, la puerta se abre de golpe, y un torbellino irrumpe en mi habitación.
—¡Feliz cumpleaños, guapa! —gritó Alexa, lanzándose hacia mí como una ráfaga de energía desbordante. Su abrazo fue tan fuerte que pensé que me dejaría sin aire.
—¿Te he dicho lo guapa que te ves con ese pijama? —añadió mientras me soltaba, examinándome de pies a cabeza como si llevara un vestido de gala y no una desgastada camiseta de algodón y shorts.
—Has perdido la razón —murmuré, esbozando una sonrisa. No podía evitarlo; Alexa siempre tenía el poder de arrancarme una carcajada, incluso en mis peores momentos.
—Mujer, te hace falta un poco de autoestima —replicó, cruzándose de brazos con dramatismo, mientras se recoge su enorme cabella negra que se le ha soltado por lanzarse como maniática sobre mí.
—Sí, cielo, lo que tú digas —contesté para evitar que comenzara con uno de sus interminables monólogos motivacionales.
— ¿Y por qué has venido a estas horas a felicitarme? —pregunté, alzando una ceja mientras me siento en la cama.
—¿Acaso olvidas que Noah y yo hicimos una apuesta sobre quién sería el primero en felicitarte? —respondió Alexa, con los ojos brillando de entusiasmo.
—Dime que fui yo.
Sonreí, y Alexa gritó como si acabara de ganar un concurso de talentos.
—¡Lo sabía! Ese no podía ganarme. Soy tu mejor amiga del mundo mundial. ¡Hello! —Exageró un meneo de cabello digno de una diva, y luego añadió—: Mañana me burlaré de él.
—Parecen un par de críos —comenté, sacudiendo la cabeza.
—Oye, estaba en juego mi dignidad como mejor amiga —dijo Alexa con una teatralidad que me hizo reír de nuevo, y me recuesto en la esquina de la cama.
Pero la risa se desvaneció rápidamente cuando me lanzó una mirada.
—¿No te ha llamado?
Negué con la cabeza, y su ceño se frunció.
—Eso es raro. Noah llevaba meses hablando de este momento. Decía que sería el primero en felicitarte.
Desvié la mirada. La verdad, yo también estaba confundida. Las cosas entre nosotros habían cambiado mucho en los últimos meses. Apenas nos veíamos, y cuando lo hacíamos, las conversaciones giraban en torno a él. No me molestaba escuchar sus cosas, pero sentía que, cuando intentaba hablar de mí, simplemente no prestaba la más mínima atención.
—Seguro se le pasó, o quizá me llame más tarde.
—Sí, tal vez... —murmuró Alexa
—este fin no ibas a salir con él, ¿no? —Preguntó Alexa, sentándose a mi lado.
—Se encuentra con Clarisse, ayudándola a reforzar para los exámenes —menciono tratando de ignorar el nudo que se forma en mi estómago cada vez que su nombre se cruza en una conversación. Clarisse... solo decirlo me hace sentir más pequeña.
Me siento indefensa, vulnerable. Ella no es solo la mejor amiga de mi novio, es como una sombra que siempre está presente, un reflejo brillante y perfectamente pulido de lo que debería ser una mujer "ideal". Tiene una belleza de revista: el tipo de chica que parece saber exactamente cómo moverse, qué decir, y qué parte de su sonrisa usar para cada ocasión. Sus ojos azul grisáceo te miran con calma, pero con un trasfondo de superioridad difícil de ignorar. Y su forma de hablar, de envolverte con ese tono dulce e ingenioso, hace que cualquiera se sienta fascinado.
Clarisse sabe que es atractiva. Sabe el efecto que causa, y aunque actúe como si no lo notara, hay algo en su forma de moverse alrededor de Noah que me hace dudar de su inocencia. Siempre está cerca. Siempre tiene algo urgente que contarle, algo importante que mostrarle, una excusa perfecta para estar en su espacio. Y él, bueno... él no parece darse cuenta o, peor aún, no le importa.
Comparten clases, trabajos, tardes enteras en la biblioteca. Ríen, se miran, se entienden con solo una palabra. Esa complicidad me desarma. Clarisse es inteligente, y sabe jugar con los límites. Nunca cruza del todo la línea, pero se acerca lo suficiente para que yo lo note... y para que nadie más diga nada.
Hay una complicidad entre ellos que a veces me hace sentir como una intrusa en mi propia relación.
Y cada vez que los veo juntos, no puedo evitar preguntarme —con una mezcla de miedo y duda— cómo, teniendo a alguien como ella tan cerca, Noah ha puesto sus ojos en mí. Porque aunque me esfuerzo por no compararme, por recordarme que él me eligió a mí, hay días —como hoy— en los que esa seguridad se tambalea y se convierte en una pregunta sin respuesta - otra vez clarisse? - Alexa puso los ojos en blanco y se levantó de golpe.
—Dios, no quiero sonar metiche, pero... ¿no te parece que Noah vive demasiado pendiente de todo lo que tenga que ver con ella? —soltó Alexa, con un tono de reproche mientras fruncía el ceño—. Si no supiera que tú eres su novia, juraría que está enamorado de Clarisse.
Editado: 17.04.2025