Destinos Cruzados

CUANDO EL DESTINO INSISTE

Los minutos me parecen eternos nunca había sentido algo tan largo y no sé cuántas veces me he mordido las uñas intentado calmar mi ansiedad, desde mi puesto observo al chico con cautela, evitando a toda costa que me vuelva a sorprender mirándolo. Porque si lo hace otra vez, soy capaz de renunciar a mí trabajo... o mejor aún, cambiarme de continente.

—Alice, ya está listo —la voz de Lían me saca de golpe de mis pensamientos, haciéndome ahogar un grito del susto. Me llevo una mano al pecho, intentando recuperar la compostura, mientras él me mira con diversión— ¿Se puede saber a quién intentas investigar, mujer? —pregunta con curiosidad.

—A nadie, tonto. Casi me matas del susto —mascullo, quitándole la bandeja con el pedido antes de que pueda seguir fastidiándome. Camino hacia la mesa con la espalda recta, como si estuviera marchando hacia la guerra. Mantén la calma, Alice. Actúa normal.

—Aquí está su pedido... espero que vuelvan pronto —dije rápido lanzando un puñado de palabras sin importar que si me están entendiendo o no. Estoy a punto de girarme, lista para desaparecer de su vista y recuperar un poco de dignidad, cuando algo me detiene. Literalmente. Unas manos se aferran a mi muñeca. Levanto la mirada y me encuentro con una niña de rizos rojizos y unos ojos enormes que me miran con una mezcla entre fascinación y decisión. No digo nada. Solo la miro. Ella también me observa, como si analizara algo importante.

— ¿Eres la novia de mi hermano? – Mi cerebro procesa la pregunta en cámara lenta. ¿Qué acaba de decir esta niña? Miro visiblemente incomoda a la el chico y luego regreso la mirada a la niña —¡ C...Claro que no – El aire entre nosotros se tensa por una fracción de segundo.

Es que Nial nunca habla con nadie cuando salimos. Es muy serio— explica, con la certeza de quien cree haber descubierto algo importante— Pero contigo ha hablado… y hasta te ha sonreído. Y eso no lo hace con cualquiera - La emoción en su voz es tan genuina que por un momento no sé cómo reaccionar. Intento mantener la calma porque, bueno, es solo una niña… pero Dios mío, en lo que va del día, ya van dos intentos de emparejarme con alguien, ¿Es que llevo un letrero invisible que dice "candidata a novia" o qué? Levanto la vista hacia él. Otra vez, en su cara no hay ningún dejen de humor o gracias alguna, esta vez no lleva esa sonrisa arrogante ni ese aire de superioridad que me saca de quicio. Ahora hay algo distinto. Algo más denso. ¿Está incómodo? ¿Molesto? ¿Avergonzado, tal vez?, No tengo idea. Solo sé que, por un instante, su expresión cambió. Como si una sombra le hubiera cruzado el rostro y se hubiera quedado allí, haciéndolo…como si la conversación le incomodara más de lo que estaba dispuesto a admitir.

—Si no eres su novia, puedes serlo, por favor —insiste con esos ojos enormes, sin saber qué diablos responder a eso. Mis pensamientos se detuvieron En seco. Parpadeé, sintiendo cómo la realidad daba un giro absurdo frente a mí. ¿Qué…? ¿Cómo…? ¿Perdón, qué clase de pregunta era esa? Un nudo de desconcierto se instaló en mi estómago mientras la miraba. Esa niña tan dulce, tan inocente… tan peligrosamente directa. No supe qué responder.

¿Acaba de pedirme que sea la novia de su hermano?

La risa me burbujea en la garganta, lista para escapar… pero me la trago. No puedo soltarla. No cuando la tensión que emana, es tan palpable que podría cortarse con un cuchillo. Está rígido, como si estuviera conteniéndose de decir algo que jamás se permitiría pronunciar en voz alta. Y ahora mismo, sinceramente, desearía que me tragara la tierra. O que alguien viniera a secuestrarme. O que un apagón misterioso nos envolviera a todos en sombras y nos diera una excusa para desaparecer. Porque no tengo idea de qué decir sin herir los sentimientos de esa pequeña. Lo único que tengo claro —cristalinamente claro— es que lo último que quiero es ser la novia de alguien como él. Porque sé, con total certeza, que terminaría queriendo lanzarlo de un acantilado. O de dos, si tuviera la oportunidad. Así que, movida por un impulso que ni yo comprendo, me inclino un poco hacia ella y le dedico mi mejor sonrisa.

—Déjame pensarlo, cariño —murmuro soltándome con delicadeza de su agarre.

—Está bien, además eres muy guapa. Seguro mamá te aceptará —dijo Miriam con total convicción, como si acabara de leer el futuro y lo hubiera aprobado sin mi consentimiento. Parpadeé. ¿Mamá? ¿Aceptar qué…? ¿En serio estamos teniendo esta conversación? Parpadeo, atónita, aun procesando lo que acaba de decir, mientras ella me observa con una sonrisa llena de inocencia, completamente ajena al caos que acaba de provocar.

—Ve al carro, Miriam. Ahora te alcanzo – le escucho decir. La pequeña me dedicó una última sonrisa antes de salir corriendo hacia la puerta, dejándonos en un silencio extraño. No incómodo. No exactamente, Pero sí lo bastante intenso como para hacerme consciente de cada segundo que pasaba. Entonces, su voz rompió la quietud.

—¿Te lo vas a pensar? – Lo dijo con una voz tan irónica que me hizo volver a la realidad, como si realmente le divirtiera la idea. Y como para empeorar las cosas, dejó escapar una risa baja y ronca, y se inclinó apenas hacia mí, como si estuviera disfrutando este momento. Lo fulminé con la mirada, cruzando los brazos en un intento por mantener mi dignidad intacta —Sí, me lo voy a pensar… para decidir si te lanzo de un precipicio o de un acantilado si te vuelves a cruzar en mi camino. Su sonrisa se ensanchó apenas, pero sus ojos se fijaron en los míos con una intensidad que me puso todos los nervios de punta. Sentí la presión en mi pecho al sostenerle la mirada, como si cada segundo que pasaba fuera una especie de reto silencioso entre los dos—Entonces tengo que cuidarme de ti de ahora en adelante —murmura, con esa arrogancia descarada que lograba crisparme los nervios en cuestión de segundos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.