Destinos Cruzados

ELLA ES EL HILO SUELTO QUE NO DEJO DE TIRAR

CAPITULO 7

Nialk Russell

— ¿Nialk, estás ahí? —escucho la voz de mi madre del otro lado de la puerta.

—Sí —respondo mientras me seco el cabello con una toalla. El vapor aún flota en el aire del baño. Me he duchado apenas regresé del gimnasio; estaba empapado en sudor, agotado y con la cabeza dando vueltas. Me inclino hacia el espejo, repasando mi rostro aún enrojecido por el esfuerzo.

—¿Todo bien? —pregunta mamá mientras empuja con suavidad la puerta entreabierta. Su silueta se dibuja en el marco.

—Sí. ¿Por qué lo preguntas? —Digo sin girarme del todo, con la toalla colgando de mi hombro y una gota de agua resbalando por mi cuello – por nada cariño - sonríe

— ¿Qué te pareció la cafetería? ¿Bonita, verdad? — vuelve hablar

—Sí, mamá. Muy bonita. Y traje tus donas, por cierto, se las he entregado a la nana —comento, secándome el cabello con la toalla y desviando la mirada hacia el armario, como si eso pudiera sacarla del tema – no tienes nada más que contarme – dice ella y yo suspiro porque se dónde quiere llegar –

—Solo eso madre no tengo nada más que agregar—respondo, lanzando la toalla sobre el respaldo de la silla. Abro el cajón buscando una camiseta limpia —. Y el café no estaba mal – añado

—que tal la chica? Un encanto verdad? —dice como quien no quiere la cosa, pero yo la conozco. Esa es su forma de tantear el terreno sin parecer demasiado obvia. Alzo una ceja, y aunque intento mantenerme impasible, la comisura de mis labios se tuerce sin querer.

—Más o menos —respondo mientras me paso una camiseta negra —. La chica que atiende parece tener alergia a mi existencia – Mamá suelta una risa por lo bajo.

—Alergia, ¿eh? Qué raro… con esa cara tuya tan encantadora —dice en tono burlón.

—Sí, encantadora como un cactus —murmuro mientras agarro el celular, y mi madre sonríes – se llevaran bien cariño, ella me parece encantadora ¿ no crees?—agrega en un tono fingidamente casual

Alzo una ceja.

—Sí, madre, todo un encanto —murmuro con sarcasmo, pero no puedo evitar que una sonrisa se me escape. Apenas pienso en ella, las imágenes aparecen solas

—Espero que se sigan llevado, cariño. Me gustaría que consigas amigos aquí, para que no estés solo todo el tiempo —agrega con un deje de preocupación.

—Estoy bien, mamá. No te preocupes. Y sobre la chica… ya te he dicho nos hemos llevado de maravilla estoy seguro que quiere volver a ver —digo con una voz tan tranquila que hasta yo me la creería, si no fuera por el leve tic que me brinca en la comisura del labio – así que no tienes por qué preocuparte – Me acomodo dejando caer la espalda contra el respaldo de la silla. Paso una mano por el cabello, en un intento casi automático de distraerme, de no pensar demasiado en lo irónico que resulta todo esto. Porque la verdad, si tuviera que ser honesto, tendría que contarle que cada vez que me he cruzado con esa chica, ha sido como una colisión frontal a ciento veinte por hora. Nada de cordialidades ni sonrisas amables. Solo tensión, sarcasmo, y esa mirada suya. Eso sin contar que si fuera por ella me borraría del mapa sin pensarlo dos veces. Suelto una risa baja, una que apenas me roza los labios. Nunca en mi vida me había topado con alguien que pareciera querer lanzarme por un barranco… y a mí en cambio, me generara tantas malditas ganas de quedarme mirándola. Sí, definitivamente hay algo raro conmigo. Porque entre más se empeña en detestarme, más interesante se vuelve para mí.

—Está bien, cariño. Te dejo para que descanses —dice mi madre con ternura antes de inclinarse y darme un beso en la mejilla.

—Buenas noches, madre —respondo en voz baja, y la observo mientras se aleja, cerrando con cuidado la puerta de mi habitación. Me quito la toalla del cuello y la lanzo sobre la cama. Mis músculos todavía están tensos de la rutina en el gimnasio. Me acomodo en la silla, abro la gaveta del escritorio y saco mis gafas. Las necesito para concentrarme. Enciendo la pantalla. Para terminar los Archivos, documentos, ideas a medio escribir, que he dejado abiertas. Intento distraerme organizando un par de carpeta y bostezos que espero terminar pronto, y también un par de escrito que aún se encuentran en borrador.

De pronto, el sonido de una notificación rompe el silencio. Frunzo el ceño al ver de quién es el mensaje: Aní. Me ha enviado un correo.

Lo abro.

> "¿Puedes llamarme? Necesito hablar contigo – miro un poco desconcertado el mensaje ¿Por qué no lo había visto antes? Lo abro de inmediato, sin pensarlo dos veces. Ni siquiera miro la hora. Solo hago clic en video llamada. El primer timbrazo suena. Luego el segundo. Al tercero, su rostro aparece en la pantalla, desenfocado y con expresión de pocos amigos.

—¿Se puede saber qué persona decente llama a las cuatro de la mañana, Nialk? —gruñe entre bostezos mientras intenta enfocar bien la cámara. La veo buscar sus anteojos, medio dormida, el cabello enredado. Me río sin poder evitarlo.

—Lo siento, no he pillé la hora. Solo vi tu correo y te llamé, pensé que era algo urgente —me justifico con una sonrisa torcida.

Ella me observa, frunciendo el ceño desde la pantalla.

—Ese correo lo envié hace dos días, genio —dice mientras se acomoda en su cama, arropándose hasta la nariz.




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