—¡Alice, las tostadas están listas! —grita Alexa desde la cocina
—¡Voy, cielo! Solo termino de cepillarme —respondo mientras me lavo los dientes a la velocidad de la luz, la espuma casi se me sale por la comisura de los labios. Me enjuago, limpio las manos con una toalla colgada de la puerta y salgo aún con el cabello algo alborotado. Me dirijo a la sala mientras me froto los ojos.
—Yo hago los huevos, no te preocupes —añado, acercándome a la estufa. Ella señala el sartén con una cuchara de madera.
—Está calentando. Pero cuidado, cielo… no quiero un omelette de desayuno carbonizado —dice con tono burlón, mientras revuelve el jugo en los vasos como si estuviera mezclando cócteles en un bar tropical.
—Muy graciosa —murmuro, partiendo con torpeza los huevos sobre el sartén. Uno de ellos salpica apenas, hago una mueca— ella sonríe y yo me pongo roja – Lo intento, ¿vale? – Alex asiente divertida
—Tengo una noticia que te va a encantar —dice de pronto, apoyándose en la encimera con los codos
—¿Qué hiciste ahora? —pregunto con suspicacia, alzando una ceja sin apartar la vista de la sartén. Si no me concentro, terminaré sirviendo el desayuno como carbón… otra vez.
—¿Por quién me tomas? —responde Alexa, fingiendo indignación mientras cruza los brazos y alza una ceja con dramatismo.
—Es broma, cielo —
—Bueeenooo… —alarga la palabra mientras gira hacia la nevera con aire misterioso—. Te tengo una sorpresa.
—¿Qué clase de sorpresa? —pregunto, removiendo los huevos con más fuerza de la necesaria.
—¡Esta noche vamos al parque de atracciones! —exclama con emoción desbordante, girándose hacia mí como si esperara aplausos.
—¿Vamos? —repito, parpadeando sin entender del todo.
—Sí, vamos tú y yo. Logan nos invitó a las dos. ¡A–las–dos! —remarca, levantando los dedos como si fuera un anuncio oficial—. Y adivina qué…
—¿Qué? –
– lo que has escuchado – dice Alex
Trago saliva. Literalmente.
—Alexa… no me gusta salir con ustedes —murmuro, sin mirarla, mientras revuelvo los huevos con más fuerza de la necesaria, El sartén protesta con un chisporroteo, como si también quisiera salir corriendo. Apago la estufa y volteo hacia Alexa —Y no lo tomes a mal, cielo —añado con voz baja, casi culpable—, pero me siento como un florero en medio de ustedes dos. El plan es para ustedes, no para mí. Prefiero quedarme viendo una película… cualquier clásico de terror servirá. Gracias por la invitación, pero no acepto.
Me encojo de hombros, intentando sonar firme, aunque por dentro solo quiero que su emoción no se apague. Alexa me observa en silencio unos segundos, y eso ya es mala señal. Ahí está: brazos cruzados, ceja arqueada y esa expresión de “¿de verdad crees que te vas a salir con la tuya?”.
——Oh no, cielo. Ni se te ocurra negarte. Y menos por una tontería como esa —se gira hacia mí con la tostada en alto, como si empuñara una espada sagrada de la justicia—. Logan nos invitó a las dos, ¿recuerdas? ¡No puedes hacerme esto! —exclama, frunciendo el ceño mientras niega con la cabeza en señal de indignación—.
Y además… ¿tienes idea de lo que me costó conseguir esas entradas?
Hace una pausa teatral y alza las cejas como si estuviera por soltar una revelación apocalíptica.
—¡Sesenta dólares, cielo! ¡Sesenta!
—¿Sesenta… qué? —pregunto, girándome lentamente con la espátula aún en la mano, confundida.
—Dólares. Americanos. De mi tarjeta. De mi alma —responde con un suspiro trágico mientras se lleva la mano al pecho como si acabara de narrar una tragedia.
—¿Y adivina qué? Ya pagué las entradas. Reservé los cupos antes de que volaran. Me lancé por ti. Un acto de amor puro. ¿Y ahora me vas a hacer perder sesenta dólares? – Sonríe con esa dulzura manipuladora que solo ella sabe usar. Me cruzo de brazos y la observo con los ojos entrecerrados.
—¿Se puede saber por qué harías eso sin preguntarme primero?
—Porque sé que si te preguntaba, ibas a decir que no. —Se encoge de hombros con fingida inocencia—. Fue la única forma de asegurarlo, cielito. Tú me lo agradecerás después – Cierro los ojos y exhalo hondo. Con Alexa no se puede ganar. Tiene ese súper poder de arrastrarme a sus planes sin darme cuenta – verdad que no vas a hacerme perder ese sacrificio económico – suspiro porque de verdad con Alexa es imposible decir no –
– está bien te acompaño – digo
— ¡Eso! —aplaude como una niña, luego muerde la tostada triunfal—. Pero antes acompáñame a buscar el jean perfecto; no tengo nada que ponerme.
La miro incrédula. Medio armario suyo sigue con etiqueta.
—Tienes toneladas de ropa nueva. ¿En serio necesitas más?
—La ocasión lo amerita —replica con la boca llena—. Y de paso te compro algo a ti.
—No, gracias —sacudo la mano, acomodándome un mechón tras la oreja.
—No hay discusión —dictamina, alzando su vaso— enserio Alex estoy bien –
—Sí, sí necesitas. Y no me discutas, ya lo he decidido – Suspiro con resignación mientras llevo un bocado de tostada a la boca tomando asiento junto con Alexa. Justo en ese momento, vibra el celular sobre la mesa.
Editado: 21.07.2025