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CAPITULO 12
—Nos vemos en la cafetería, Alice —dice Alexa mientras se echa un mechón rubio detrás de la oreja, sus ojos recorren los pasillos como un radar en busca de algo.
—¿Se puede saber a quién buscas? —pregunto, levantando una ceja.
—Estoy viendo si me cruzo con el innombrable de Noat para cortarle los huevos —responde ella con una mezcla de rabia que se cuela en su voz— y de paso arrancarle las extensiones a la estúpida de Clarisse por zorra – una sonrisa tira de la comisura de mis labios al ver el ceño fruncido de Alexa. Ayer, cuando le conté a Alexa lo que pasó y por qué los dejé tirados en el parque, casi se va a la casa de Noat a darle unos puñetazos.
—Alex, dejemos eso a un lado… no vale la pena —digo, forzando una sonrisa mientras intento restarle importancia al asunto.
—¿Segura, cielo? ¿De verdad estás bien? —pregunta ella, su voz impregnada de ternura, aunque su ceño fruncido la delata. El rostro de Alex es un mar de preocupación, y esa mirada fija en mí hace que una punzada de culpa me atraviese el pecho. No quiero que se preocupe, no quiero que vea lo que de verdad llevo dentro.
—Sí, cielo, no te preocupes, estoy bien —respondo con suavidad, aunque hasta yo siento lo frágil que suenan mis palabras. Ella no aparta los ojos de los míos; me escruta con esa mezcla de duda y cariño que me hace sentir desnuda por dentro. Su silencio pesa más que cualquier reproche. Finalmente, esboza una sonrisa cómplice, como si me dejara ganar la mentira solo por no hacerme sentir peor. Se aferra a mi brazo y lo rodea con firmeza, obligándome a acompañar su ritmo. Ese gesto suyo me tranquiliza, como si su calor pudiera sostenerme aun cuando todo lo demás se tambalea. Caminamos juntos hacia el interior del instituto, y con cada paso, la sensación de estar siendo protegida.
—No vale la pena… —logro pronunciar, apenas un murmullo, mientras nuestras miradas se entrelazan por unos segundos que parecen eternos.
—Tienes toda la razón, cielo. No vale la pena —concede Alex, aunque enseguida su voz se tiñe de picardía—. Pero ahora, señora, me tiene que terminar de contar cómo le fue con Nialk. —Lo dice con un entusiasmo que me crispa por dentro. Muerdo mi labio inferior y maldigo entre dientes. ¿Por qué demonios le conté que Nialk me ayudó a salir de la discusión con Noat y Clarisse?
—No tengo nada más que decir —respondo, encogiéndome de hombros con fingida indiferencia—. Solo me sacó de allí, y ya – Intento mantener mi tono seco, pero la forma en que desvío la mirada me delata. Alex, sin embargo, no se conforma. Su silencio se vuelve casi acusador, y cuando vuelve a hablar, su voz suena cargada de suspicacia.
—Ajá… —dice, alargando la sílaba con esa mezcla de duda y curiosidad que me taladra la paciencia. La miro de reojo, y ese gesto suyo, entre sonrisa traviesa y mirada inquisitiva, me deja claro que no piensa soltar el tema tan fácilmente.
—Se me hace que no quieres contármelo, Alice —me desafía Alex, deteniéndose en seco. Su mirada chispea con malicia, obligándome a frenar también en medio del pasillo.
—Ya te dije que no pasó nada, solo lo que te conté. Además, vamos a llegar tarde —replico con un tono seco, intentando sonar firme. Giro sobre mis talones y comienzo a caminar más rápido, dándole la espalda y dejándola plantada en medio del corredor.
—No creas que te vas a zafar de mí tan fácil, ¿me oíste? —me lanza desde atrás. El eco de sus palabras me persigue mientras avanzo. Sé perfectamente que Alexa no se quedará tranquila hasta arrancarme toda la verdad. Acelero el paso por que faltan unos minutos para que empiecen las clases.
—¡Hey, gruñona, espera! —me detengo en seco; el corazón me da un vuelco y siento el estómago tensarse, espero no estar siendo víctima de mi propia mente, o no joder, que no sea que pienso que es. giro sobre mis talones.
—¿Acaso estás compitiendo para un maratón o qué? —suelta Nialk, acercándose con esa sonrisa que me descoloca. No le respondo; me quedo quieta, con la mirada fija en él, recorriéndolo sin permiso. Lleva unos vaqueros que se ajustan a su figura y una camisa corta que deja al descubierto parte de sus brazos. Hasta ahora me doy cuenta de lo marcados que están, y bajo la tela se adivina un abdomen que no puedo ignorar. Ok, basta… porque diablos estoy pensando en eso. No pensé que sería la clase de chico que le guste vestir así, y aunque me niegue a admitirlo, le sienta demasiado genial. Demasiado. Siento un calor extraño subirme por el pecho, como si mi propio cuerpo me delatara. Aparto la mirada con brusquedad, regañándome mentalmente. ¿En serio, Alice? ¿Por qué demonios estás pensando en sus estúpidos bises?
—Oye, deberías inscribirte en las carreras, porque joder… —dice él entre risas. Sus ojos se achinan hasta quedar en una línea, y me descubro odiándome por encontrarle adorable ese gesto.
—¿Acaso te perseguían o qué? —añade, con una sonrisa que me desarma más de lo que debería.
—¿Y tú qué haces aquí? —respondo con brusquedad, tratando de ahogar la horda de pensamientos que amenaza con desbordarse en mi cabeza —Pues… a estudiar, ¿no? —contesta con obviedad, arqueando una ceja, como si acabara de recibir la pregunta más absurda del mundo.
—Se nos hace tarde —dice, y comienza a caminar como si nada le importara.
Lo sigo, aunque dejo un pequeño espacio entre los dos, como si esa distancia pudiera darme un respiro. A nuestro alrededor, algunas miradas se clavan en nosotros; escucho el murmullo de voces que cuchichean, y sé perfectamente que no soy yo ¿el motivo? – él – es Demasiado atractivo para pasar desapercibido. Demasiado para mi gusto. Y lo peor: demasiado para la tranquilidad de mi mente. Su presencia impone, casi como si llenara todo el pasillo, pero él no parece notarlo, o si lo hace, no le da importancia alguna. vale necesito centrarme. Desde que lo vi, mis pensamientos corren a una velocidad absurda, como si mi cabeza se hubiera convertido en un campo de batalla.
Editado: 27.09.2025