Dejo el celular a mi costado y suelto un largo suspiro, el tipo de suspiro que sale cuando tu cerebro está intentando procesar una bomba. Me paso las manos por el cabello, enredando los dedos entre los mechones, tratando de organizar las ideas que me zumban en la cabeza. Nialk Russell. ¿De verdad todo este tiempo estuve tratando con ese Nialk Russell? El mismo que acaba de confesar, tan tranquilo, que es hijo del empresario más importante de Los Ángeles. Genial, ahora no sé si tratarlo como un chico común o como alguien que podría comprar media ciudad si se lo propusiera.
—Eres un tonto por no decirme —murmuro mirando el celular como si él pudiera escucharme desde el otro lado. Ruedo los ojos y me levanto de la cama. Mis pasos resuenan suaves sobre el piso mientras abro el clóset y saco mi pijama favorito. Me pongo una camisa que me va enorme—literalmente me llega a medio muslo— y unos pantalones cortos. Me recojo el cabello en una coleta ridículamente alta, dejando que un par de mechones rebeldes caigan sobre mi rostro. Camino de nuevo hacia la cama, me dejo caer de espaldas y miro el techo por un momento. No debería hacerlo. No debería... pero la curiosidad me está ganando.
—Solo un poquito, ¿vale? —me justifico en voz baja, encendiendo el portátil—. Seré un poquito cotilla – Tecleo Edrick Russell en el buscador y en cuestión de segundos la pantalla se llena de titulares. Empresas, premios, donaciones millonarias, entrevistas, y fotos en las que el señor Russell parece más un actor de Hollywood que un empresario. Mis ojos vuelan entre los artículos, abriendo uno tras otro.
> “El patrimonio neto de las empresas Russell ha superado los 2 billones de dólares este año…”
—Dos… ¿billones? —repito en voz alta, abriendo los ojos como plato —. Claro, “una persona común”, dice. ¡Por favor! —Me río entre dientes, negando con la cabeza—. Ser humano corriente, mis tetas —gruño con sarcasmo, bajando el volumen de la voz al notar lo ridícula que debo parecer hablándole al portátil. Sigo leyendo, cada artículo más impresionante que el anterior: fotos en galas, ruedas de prensa, incluso una en la que aparece él, Nialk, con un traje negro y esa mirada seria que ahora me resulta tan familiar. Me quedo observando la imagen unos segundos de más. Apoyo el mentón sobre la palma de mi mano y sonrío apenas.
— mira lo diferente que te miras aquí – susurro para mí misma.
—Cielo, ¿me puedes prestar...? —la voz de Alexa me hace brincar en seco. La puerta se abre de golpe y, por puro reflejo, cierro la laptop con tanta fuerza que casi dejo una marca en la pantalla. Mi corazón da un salto, literalmente. Alexa me observa desde el umbral, arqueando una ceja con esa mirada inquisitiva.
—¿Qué hacías? —pregunta alzando ligeramente el mentón, y sus ojos se mueven sospechosos hacia mi computadora, que sigue cerrada sobre la cama como si ocultara un delito.
—N-nada —balbuceo, y sé perfectamente que su radar de “Alice está mintiendo” acaba de activarse. Ella entrelaza los brazos sobre el pecho y apoya el hombro en el marco de la puerta. Vale, esa postura significa que no se moverá hasta que hable.
—Aja... —dice con un tono lento, medido, que me obliga a apartar la mirada. Sus ojos me recorren como si intentara leer mis pensamientos.
—¿Qué hacías, Alice? —insiste, entornando los ojos con una mezcla de sospecha. Suelto un suspiro largo, uno de esos que anuncian rendición.
—Bueno… —digo dejando caer los hombros y girando hacia ella—. Estaba... buscando unos artículos sobre el padre de Nialk –
—¿Sobre quién? —pregunta alzando una ceja.
—Sobre el padre de Nialk —repito, y mi voz suena casi culpable—. Resulta que... —muevo las manos en el aire como si intentara atrapar las palabras correctas— descubrí que él no es una persona común y corriente –Alexa entra al cuarto despacio, aún con cara de no entender nada.
—¿Cómo que no es común y corriente? ¿Qué es, un extraterrestre? —bromea
—Pues me ha dicho que su padre es Edrick Russell, el dueño de las famosas empresas textiles exportadoras más grandes de la ciudad —digo finalmente, y Alexa se queda en silencio unos segundos, procesando cada palabra. Su ceño se frunce y luego abre los ojos como si acabara de descubrir un secreto del universo.
—¿Me estás diciendo que ese tío es millonario? —pregunta, llevándose una mano al pecho.
—Pues es obvio porque va a nuestro instituto, pero no creí que a tal magnitud —confieso, bajando la mirada. Jugueteo con el borde de mi camiseta, incómoda, intentando que mi voz suene tranquila, aunque por dentro una parte de mí todavía no asimila la noticia. Alexa suelta una risita ahogada y me da un pequeño empujón con el hombro.
—Mira nada más los pretendientes que te sacas, cielo –
—Te has vuelto loca —respondo rápido, con el rostro ardiendo y los brazos cruzados, intentando parecer seria—. Él no me pretende – Alexa levanta una ceja con gesto travieso, como si no me creyera ni una palabra.
—Aja, claro –
– lo digo enserio Alex. Además —continúo, ignorando su broma—, creo que de ahora en adelante tomaré cierta distancia con él – Ella me observa sin entender
—¿Y se puede saber por qué? – Sus palabras me obligan a respirar hondo. Paso una mano por mi cabello, tirando un poco de la coleta que se me desarma.
Editado: 13.11.2025