Destinos cruzados. El lobo y la humana.

Capítulo 2: Un Secreto en el Palacio.

*****🌙*****

El silencio en el gran palacio de Ángel y Milagro era casi abrumador, roto solo por el latido desbocado del corazón de Arturo y la respiración pausada de la niña.

La había acostado con delicadeza en una de las habitaciones de invitados, un lugar tranquilo y seguro, apartado del caos que aún latía en su memoria.

La pequeña lo observaba desde la cama con sus ojos azules, tan vastos como un cielo despejado, pero sus labios no emitían palabra alguna. El miedo, el ataque, la huida… todo había quedado atrapado en su pecho, sellándole la voz y dejando tras de sí un silencio espeso e inquietante.

Apenas tenía diez años, y en su mirada se mezclaban la inocencia rota con una quietud extraña, casi sobrehumana, que a Arturo le helaba la piel.

Él, con solo quince años, se sentía abrumado. No entendía lo que le sucedía cada vez que la miraba. Era como si una parte desconocida de su alma se estirara hacia ella, buscándola, reconociéndola… amándola sin razón aparente. Una conexión innegable, poderosa, que lo confundía y, al mismo tiempo, lo asustaba.

¿Cómo podía sentir algo tan profundo por una niña humana que acababa de conocer? ¿Y cómo iba a explicarle a sus padres —los Alfas de la manada, que en ese momento estaban lejos— por qué había traído a esa pequeña al corazón del territorio?

—¿Cómo te llamas? —preguntó Arturo en voz baja, con una dulzura casi susurrada.

La niña lo contempló en silencio, sin una palabra, sin un gesto. Sus grandes ojos oscuros parecían llenos de historias, pero sus labios permanecían cerrados.

Entonces, Arturo ladeó la cabeza, buscando una chispa de respuesta en ese rostro inexpresivo, y murmuró con una sonrisa suave:

—Te llamaré Esmeralda… ¿te parece bien?

La pequeña tardó unos segundos, como si lo meditara, y luego asintió lentamente. Ese gesto, pequeño pero valioso, provocó un nudo cálido en el pecho del joven.

Su sonrisa se volvió más amplia, más honesta, mientras ella seguía en silencio, seria, imperturbable. No dijo ni una sola palabra. Solo ese gesto, ese leve asentimiento… y con él, el corazón de Arturo brincó de emoción.

En ese instante, sintió una vibración en el bolsillo. Era su teléfono. Lo sacó de inmediato y contestó al ver el nombre de su madre en la pantalla. La voz de Milagro resonó al otro lado, cargada de preocupación, pero con la autoridad firme de una madre Alfa.

—Arturo, hijo, ¿estás bien? ¿Qué está pasando allí?

Él tragó saliva, nervioso. No podía mentirles… pero tampoco sabía cómo soltar la noticia de Esmeralda así, de golpe.

—Estoy bien, madre. Fue... fue un ataque. Al parecer, los humanos tuvieron una confrontación entre ellos. Lo poco que vi… había muertos. Creo que se mataron entre sí. Pero tranquila, los que sobrevivieron ya se fueron.

—¿Ya se fueron? ¿Estás seguro? —preguntó Milagro con más fuerza—. Recibimos un informe de disparos en el bosque. Tu padre y yo vamos en camino.

—¡No te muevas del palacio! ¡No quiero que te arriesgues! —interrumpió Ángel, su padre, entrando en la llamada con su voz firme, cargada de preocupación y la fuerza natural de un Alfa.

—Sí, padre. Entendido. —Arturo colgó, aunque la orden quedó resonando con peso en su mente.

Giró lentamente hacia la cama, y la encontró dormida. Las lobas del palacio ya la habían ayudado a bañarse, y una de ellas, cuya hija tenía una edad similar, le había conseguido ropa limpia. Ahora descansaba, envuelta en una manta, con el rostro relajado pero pálido.

Arturo, sin embargo, no podía encontrar descanso. La imagen de los cinco humanos armados cruzaba por su mente una y otra vez. ¿Cómo habían sido capaces de disparar contra personas desarmadas? ¿Cómo pudieron casi matarla a ella?

Solo de pensar que Esmeralda pudo haber muerto… el estómago se le revolvía.

Tenía que encontrarlos. Tenía que asegurarse de que no quedara ni uno solo de esos monstruos en su territorio.

Ignorando las órdenes de sus padres, Arturo decidió actuar. La amenaza no podía quedar sin resolver, no podía quedarse de brazos cruzados mientras aún existía el peligro de que los humanos estuvieran cerca. Tenía que asegurarse de que se hubieran ido por completo.

Salió del palacio con determinación, y, apelando a la autoridad que le confería ser el hijo del Alfa, reunió a un pequeño grupo de guerreros lobo que ya estaban en alerta, listos para seguir cualquier orden.

—Tenemos que rastrearlos —dijo Arturo, su voz más grave de lo que esperaba, una mezcla de coraje y responsabilidad. —Fueron cinco los que mataron a esos humanos. No pudieron haber ido muy lejos.

Los guerreros, transformados en lobos, aunque leales a su futuro Alfa, lo miraron con incertidumbre. La juventud de Arturo aún les daba algo de duda, pero ninguno de ellos lo cuestionó. Asintieron y se lanzaron al bosque, sus narices aguzadas para rastrear el rastro casi imperceptible dejado por los intrusos.

Arturo corría a su lado, sintiendo cómo la adrenalina recorría sus venas. Sus sentidos estaban agudizados, el aire fresco del bosque inundando su pecho mientras su mente estaba completamente enfocada en la tarea. No podían permitir que esa amenaza quedara suelta. No después de lo que habían hecho.

Recorrieron el denso bosque durante horas, revisando cada arbusto, cada roca, cada rincón donde un humano pudiera haberse ocultado. El tiempo parecía alargarse mientras el sol se desvanecía tras las copas de los árboles, tiñendo el ambiente de sombras alargadas y misteriosas.

En una zona particularmente frondosa, donde la maleza crecía alta y enmarañada, Arturo avanzaba con paso firme cuando, de repente, su pie tropezó con algo que no pudo ver.

Era un alambre tenso, casi invisible entre las ramas. Una trampa rudimentaria, pero peligrosa, que los intrusos seguramente habían dejado atrás en su retirada.

Un paso en falso, y el lazo se cerró alrededor de su tobillo, apretándose con una fuerza brutal. Arturo soltó un grito ahogado mientras caía pesadamente al suelo, el impacto resonando en sus huesos. Un dolor agudo y feroz se disparó desde su tobillo, recorriendo su pierna como un incendio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.