Destinos cruzados. El lobo y la humana.

Capítulo 21: El Puente Prohibido.

*****🌙*****

El despacho de Ángel estaba sumido en un silencio denso, apenas iluminado por la tenue y titilante luz de una lámpara de aceite.
El aire, pesado y cargado, olía a madera húmeda, a papiros antiguos y a decisiones pesadas que se cernían sobre ellos.
Afuera, el amanecer comenzaba a teñir el horizonte con tonos de oro y carmesí, prometiendo un nuevo día, pero dentro de aquellas paredes, solo reinaba la inquietud, un presagio ominoso.

Milagro, de pie junto al gran ventanal, observaba el cielo oscuro con el ceño fruncido, una sombra de preocupación ensombreciendo su rostro.

Ángel, su Alfa y esposo, se acercó con paso firme, el peso de sus pasos resonando suavemente en el suelo de madera.
Llevaba en las manos un rollo antiguo, un pergamino deshilachado por el tiempo, sus bordes amarillentos y frágiles.

—Milagro… necesitamos hablar —dijo él con voz grave, un tono que revelaba la seriedad del asunto. Dejó el pergamino con un leve murmullo sobre la mesa de caoba, un sonido que pareció magnificar el silencio—. Acabo de hablar con uno de los ancianos del consejo y el brujo mayor. Analizaron de nuevo la profecía sobre Esmeralda. Y hay algo… algo profundamente preocupante.

Milagro no se giró. Su mirada seguía fija en el bosque ancestral que rodeaba la fortaleza, como si pudiera ver a través de los árboles el peligro que se cernía.

—¿Te refieres a que ella es la llave? —preguntó con una calma que desmentía la gravedad de sus palabras, su voz apenas un susurro—. ¿El puente entre los humanos y la isla Lúminica?

Ángel parpadeó, sorprendido por su inusitada serenidad, por la velocidad con la que ella había llegado a la misma conclusión.

—¿Ya lo sabías?

—Lo sospeche desde que hablamos hace horas. Fue demasiado fácil que los barcos humanos encontraran la isla hace once años, una coincidencia inverosímil. Demasiado exacto el momento en que ella estuvo aquí con su padre. Y ahora… ella regresa, como atraída por una fuerza invisible. No puede ser una simple coincidencia.

—La profecía es clara —dijo Ángel, desenrollando el pergamino con manos tensas, revelando caracteres antiguos y símbolos místicos—: "La Guardiana abrirá el velo. Mientras pise suelo sagrado, los ojos del hombre verán lo oculto. Y la isla se hará visible para quienes no deben verla.”
Milagro apretó los puños a sus costados, sus nudillos blanqueándose.

—Eso significa que mientras ella esté en la isla… cualquier humano podrá verla. Podrán encontrarla. El velo que nos protegía se ha roto, se ha deshecho en el aire.

—Exactamente —asintió Ángel con una preocupación palpable, su rostro endureciéndose—. Y es grave, Milagro. Extremadamente grave. La isla ha estado protegida por siglos, oculta a los ojos profanos. Invisibilizada por la magia ancestral de nuestros predecesores. Pero ahora… Esmeralda es como una grieta viva, una herida abierta en la barrera mágica. Una puerta sin cerradura, accesible para cualquiera.

—Y no vino sola —añadió Milagro con pesar, un matiz de angustia en su voz—. Sus amigos humanos están en el bosque, desprotegidos… y si los ancianos del consejo descubren que hay humanos aquí, podrían declarar la invasión como una amenaza directa. Podrían actuar… sin piedad, sin dudarlo.

Ángel asintió, con el rostro endurecido por la dura realidad.

—No podemos permitir que eso pase. Ya tengo una solución, aunque arriesgada: iremos nosotros mismos a buscarlos, ahora, antes que amanezca del todo y el peligro sea mayor. Debemos sacarlos del bosque antes de que alguien más los vea o los encuentre.

—¿Y después qué haremos con ellos? —preguntó Milagro con un dejo de angustia en su voz, la preocupación por los jóvenes evidente—. Son solo muchachos. No son culpables de nada, solo víctimas de las circunstancias.

—Lo sé. Pero esto no se trata de culpabilidad. Se trata de evitar una guerra, Milagro. Una guerra que nuestra isla no puede permitirse en este momento —dijo Ángel con firmeza, su voz resonando con el peso de su deber—. Lo primero es rescatarlos a salvo y sacarlos de la isla. Luego… veremos cómo cerrar el velo otra vez, sin que Esmeralda salga de la isla. Tal vez ya no haya forma de restaurar lo que se ha roto.

Milagro respiró hondo, un suspiro resignado. El peso de la verdad se le clavaba en los huesos, una carga abrumadora.

—Entonces vamos. El alba no esperará… y tampoco lo hará la amenaza que se acerca. El tiempo es crucial.

Ángel y Milagro salieron del despacho sin más palabras. El sol todavía no se asomaba por completo, un azul oscuro pintaba los cielos, una belleza engañosa. Pero poco a poco el cielo iba cambiando de color, bajo esa hermosura… algo mucho más oscuro y peligroso comenzaba a despertar, una sombra ancestral que se movía entre la luz.

*****🌙*****

Mientras tanto, Esmeralda daba vueltas en la habitación que le había sido asignada, un torbellino de emociones la agitaba.

El corazón le latía rápido, un tamborileo ansioso, la preocupación por sus amigos no la dejaba descansar ni un instante.

Entonces, un leve crujido anunció que alguien tocaba la puerta.
Pero no esperó respuesta.
La puerta se abrió lentamente… y allí estaba él. Arturo. Su figura llenaba el umbral, su presencia imponente.

—Necesito hablar contigo —dijo, con voz contenida, una mezcla de urgencia y cautela.
Esmeralda dio un paso atrás, un gesto defensivo, cruzándose de brazos con desconfianza, su mirada esquiva.

—No quiero escucharte —respondió sin mirarlo directamente, apretando los labios en una línea fina—. No ahora. Estoy preocupada.

—¿Realmente no me recuerdas? —insistió Arturo, dando un paso hacia ella, su voz una súplica silenciosa.

Su mirada miel se clavó en los ojos verdes de Esmeralda, penetrante y sincera, y por un instante el mundo entero pareció detenerse, congelado en el tiempo. Esa mirada…




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