Destinos cruzados. El lobo y la humana.

Capítulo 34: Nuevos Horizontes.

La lluvia había cesado, dejando a su paso una neblina densa que envolvía todo el bosque como un manto espectral.

El campamento improvisado frente a la mina se extendía, con tiendas humeantes y el suave murmullo de los lobos y hechiceros liberados.

Arturo, aún en su imponente forma de lobo rojo, seguía arañando la entrada sellada de la mina, su desesperación palpable en cada rasguño y gemido.

Milagro, su madre, permanecía a su lado, intentando calmarlo con caricias y palabras suaves que apenas penetraban el muro de su angustia.

Fue entonces cuando dos figuras emergieron de la bruma, sus ropas empapadas y sus rostros cansados. Eran Marcelo y Lía.

Los guardias del campamento los avistaron de inmediato, alertando con gruñidos.

Ángel, que supervisaba la distribución de mantas y comida, se giró, su expresión de asombro evidente. No esperaba ver más humanos en la isla.

Rápidamente, se acercó a ellos, con una mirada de preocupación y curiosidad.

—¿Qué hacen aquí? —dijo Ángel, su voz ronca por la sorpresa. —¿Quiénes son ustedes? Pensé que todos los humanos habían partido con el barco.

Lía, temblorosa de frío y agotamiento, respondió un poco asustada.

—Señor, somos amigos de Esmeralda, los demás compañeros se fueron. Subieron al barco y zarparon. Pero nosotros… nosotros no podíamos irnos.

Marcelo asintió, su mirada fija en la entrada colapsada de la mina.

—No podíamos dejar a Esmeralda. Teníamos que asegurarnos de que estuviera bien. Necesitábamos despedirnos de ella, saber qué había pasado.

Ángel los observó con una mezcla de curiosidad y una punzada de alivio. Sabía que estos jóvenes estaban preocupados por su amiga, así que mientras ella no estuviera, él debía cuidarlos. Les indicó que se acercaran a una de las hogueras.

Ángel conocía muy bien a los humanos; en su juventud, viajó a sus tierras en busca de carros, joyas, armas y muchas cosas más.

—Están a salvo aquí. Vengan, necesitan secarse y comer. Mi esposa Milagro nos ha dicho que Esmeralda se comunicó con ella, por medio de un enlace mental, Erika y ella están dentro de la mina, y están a salvo. Pero no sabemos cuándo saldrán. Esmeralda le dijo a mi esposa que en cualquier momento lo harían, qué no intentemos entrar y que esperemos con paciencia.

Lía se acurrucó junto al fuego, sus ojos enrojecidos por el humo y las lágrimas no derramadas.

—Señor, Erika es peligrosa, ella intentó matar a Esmeralda, esa mujer está loca.

Las palabras de Lía golpearon a Estefanía, quien escuchaba sentada junto a su esposo.

Se entristeció, pues se hablaba mal de su propia hija y ella sabía que era la verdad.

—Vimos cómo el pasadizo se cerraba. Esmeralda nos dijo que fuéramos al barco. Estaba con esa mujer. Teníamos tanto miedo que la obedecimos, pero sin ella no fuimos capaces de irnos, es nuestra amiga. —Agregó Lía mientras miraba se secaba algunas lágrimas.

Arturo, al oler el aroma de los humanos, levantó la cabeza. Dejó de rasguñar la roca por un instante, girando su poderosa cabeza de lobo hacia ellos. Su atención estaba ahora dividida entre la barrera de la mina y la confirmación de que Esmeralda los había salvado. Un gruñido bajo escapó de su pecho, un lamento impaciente.

—Él es Arturo, mi hijo y el mate de Esmeralda —dijo Ángel a los humanos, notando la curiosidad en sus ojos —. No se preocupen, él también la extraña y está desesperado por verla.

Marcelo y Lía se asombraron al ver al imponente lobo rojo. Temían que fuera a hacerles daño, no entendían qué significaba que fuera el mate de Esmeralda, y estaban asombrados por lo majestuoso y salvaje que se veía el lobo.

---

En las profundidades de la mina, bañadas por la luz serena de la Lúmina, el ritual de Erika había concluido.

Las Guardianas ancestrales, espectrales y luminosas, rodeaban a Erika, quien ahora irradiaba una nueva calma y un brillo sutil, un reflejo del mineral que fluía en ella.

Samanta, la madre de Esmeralda, se acercó a su hija con una sonrisa triste.

—Has hecho un buen trabajo, hija mía —dijo, su voz llena de orgullo y un matiz de melancolía —. Has salvado a Erika y has asegurado la protección de la isla de una manera que ninguna de nosotras pudo imaginar.

Albana, la Guardiana anciana, dio un paso adelante. Su voz, aunque más suave, seguía siendo autoritaria.

—La isla está protegida. Erika es ahora la Guardiana de Lúmina, su corazón es puro y ha aceptado su destino. Pero ahora, Esmeralda, tú debes irte.

Esmeralda sintió una punzada. La despedida ya la había anticipado, pero escucharla de boca de las Guardianas hacía que la realidad fuera mucho más dolorosa.

—¿Por qué? —preguntó, aunque ya conocía la respuesta.

—Tu poder y el de Erika no pueden coexistir de esta manera en la isla, —explicó Albana —. Eres un puente. La isla debe permanecer oculta del mundo exterior.Y tu conexión con ese mundo es fuerte. Demasiado fuerte para la pureza que ahora se requiere aquí. Dos Guardianas no son necesarias, y tu presencia podría poner en riesgo lo que Erika y tú han logrado. Debes buscar tu propio destino, fuera de Lúmina, y te aseguro que no muy lejos lo encontrarás. Ellos te esperan.

—¿Ellos? ¿Quiénes son ellos?

—Deja de hacer preguntas, no tengo la respuesta, solo sé que cambiarás la vida de más criaturas. Eres especial, pero este ya no será tu hogar. No eres bienvenida en nuestra isla, ni tú ni los humanos.

Las palabras resonaron en la mina, cargadas con el peso de la tradición y la necesidad.

Esmeralda miró a Erika, quien la observaba con una expresión de profunda gratitud.

—Erika —dijo Albana, dirigiéndose a la nueva Guardiana—, tú también debes cumplir una condición. Para proteger la isla, tu corazón debe estar completamente dedicado. Si tienes un compañero… la conexión con él podría ser una debilidad. Debes rechazarlo.

Erika palideció. La idea de rechazar a su compañero después de encontrarlo, al hombre que amaba, que la hacía sentir millones de emociones, ahora que su corazón estaba limpio y su mente clara, era una tortura. Recordó los pocos momentos de verdadera conexión con él, la chispa de afecto que la oscuridad de Jennifer no había podido apagar por completo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.