destinos entrecruzados

Capítulo 4: Decisiones Difíciles

 

El tiempo en el hospital pasó lentamente, pero la presencia de Lucas hizo que cada día fuera un poco más llevadero para Marina. Sus visitas se convirtieron en el punto culminante de su rutina diaria, trayendo consuelo y esperanza a su corazón debilitado.

Una mañana, mientras Lucas estaba sentado junto a su cama leyendo uno de sus poemas favoritos, Marina decidió abordar el tema que había estado rondando su mente desde su llegada.

—Lucas, tenemos que hablar —dijo, su voz suave pero firme.

Lucas levantó la mirada del cuaderno y vio la seriedad en los ojos de Marina. Cerró el libro y se inclinó hacia ella, tomando su mano.

—Dime, Marina. ¿Qué pasa? —preguntó, con preocupación.

—Sé que viniste aquí por mí, y te lo agradezco más de lo que puedes imaginar. Pero también sé que tu familia te necesita en Canadá. No quiero que sacrifiques todo por mi culpa —dijo Marina, tratando de mantener la calma.

Lucas suspiró, sabiendo que esta conversación era inevitable.

—Marina, tú eres lo más importante para mí. Pero también entiendo que hay cosas que debo enfrentar en Canadá. No quiero perderte, pero necesito resolver ciertos asuntos con mi familia —admitió, con un tono serio.

Marina asintió, comprendiendo la difícil situación en la que ambos se encontraban.

—Lo entiendo, Lucas. Y también sé que necesito enfocarme en mi recuperación. Tal vez sea mejor que tomemos un tiempo para resolver nuestras propias vidas, antes de seguir adelante juntos —dijo, aunque su corazón se rompía al pronunciar esas palabras.

Lucas sintió una punzada de dolor al escucharla, pero sabía que tenía razón. No podían seguir ignorando las realidades que los rodeaban.

—Prométeme una cosa, Marina —dijo, con los ojos llenos de determinación—. No importa lo que pase, nunca dejes de luchar. Ni por tu salud ni por tus sueños.

Marina asintió, sintiendo que las lágrimas amenazaban con caer.

—Lo prometo, Lucas. Y tú prométeme que no te dejarás consumir por el pasado. Enfréntalo y sigue adelante, por nosotros —dijo, apretando su mano con fuerza.

—Lo prometo —respondió Lucas, inclinándose para besar suavemente su frente.

Los días pasaron y la salud de Marina mejoró lo suficiente como para ser dada de alta. Aunque su corazón estaba lleno de dudas y miedos, sabía que debía seguir adelante.

Lucas, por su parte, se preparó para regresar a Canadá. El día de su partida llegó demasiado pronto, y ambos se encontraron despidiéndose en la puerta del hospital.

—Te voy a extrañar —dijo Marina, con los ojos llenos de lágrimas.

—Yo también te voy a extrañar. Pero sé que esto no es un adiós, solo un hasta luego —respondió Lucas, abrazándola con fuerza.

Con una última mirada y un beso, Lucas se despidió y se dirigió al aeropuerto. Mientras el taxi se alejaba, sintió una mezcla de tristeza y esperanza. Sabía que enfrentaría muchos desafíos al regresar a Canadá, pero también sabía que su amor por Marina le daría la fuerza necesaria para superarlos.

En Canadá, la vida de Lucas volvió a su rutina. Sin embargo, el peso de los secretos familiares y la distancia de Marina lo afectaban profundamente. Sus padres notaron el cambio en él y decidieron abordarlo.

—Lucas, sabemos que has pasado por mucho últimamente. Queremos que sepas que estamos aquí para apoyarte, pero también necesitamos hablar sobre tu futuro —dijo su madre, con una voz llena de preocupación.

—Lo sé, mamá. Y estoy dispuesto a enfrentar lo que venga. Solo necesito un poco de tiempo para procesarlo todo —respondió Lucas, tratando de encontrar un equilibrio entre sus responsabilidades y sus emociones.

Mientras tanto, en Nueva York, Marina se centró en su recuperación y en su poesía. Aunque la ausencia de Lucas era dolorosa, encontró consuelo en las palabras que escribía y en el apoyo de Clara y sus amigos del taller.

Un día, mientras caminaba por el parque, Marina recibió una llamada inesperada.

—Hola, Marina. Soy Alex —dijo la voz al otro lado de la línea.

Marina se quedó sin palabras por un momento, sorprendida por la llamada de su exnovio.

—Alex, ¿qué haces llamándome? —preguntó, con cautela.

—He estado pensando mucho en nosotros y en todo lo que pasó. Quisiera verte y hablar —dijo Alex, con un tono que sugería arrepentimiento.

Marina dudó por un momento, pero finalmente aceptó. Sabía que debía cerrar ese capítulo de su vida para poder seguir adelante completamente.

Cuando se encontraron en un café cercano, Alex parecía diferente, más maduro y reflexivo.

—Marina, lamento todo lo que pasó entre nosotros. Me he dado cuenta de mis errores y quiero pedirte perdón —dijo, con sinceridad.

—Alex, agradezco tus palabras. Pero ambos sabemos que lo nuestro terminó por una razón. He seguido adelante y necesito enfocarme en mi recuperación y en mi vida ahora —respondió Marina, con firmeza.

Alex asintió, comprendiendo la decisión de Marina.

—Lo entiendo. Solo quería que supieras que siempre tendrás mi apoyo, como amigo —dijo, con una sonrisa triste.

Marina sonrió, sintiendo que finalmente había cerrado ese capítulo de su vida. Ahora, podía enfocarse completamente en su futuro, sabiendo que aunque el camino sería difícil, tenía la fuerza y la determinación para seguir adelante.

Y así, con cada día que pasaba, Marina y Lucas enfrentaron sus desafíos personales, sabiendo que su amor seguiría siendo una luz que los guiaría a través de la oscuridad.




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