destinos entrecruzados

Capítulo 12: un mal destino

Los días posteriores al encuentro en el almacén fueron una mezcla de tensión y temor. Lucas se sumergió en la tarea impuesta por los hombres peligrosos, tratando de cumplir con sus demandas sin perderse a sí mismo. Marina, aunque preocupada por él, intentaba continuar con su vida, pero la presión y el miedo comenzaron a afectarla de formas inesperadas.

Una noche, Marina asistió a un evento literario en Nueva York, donde había sido invitada como ponente. La sala estaba llena de admiradores y colegas, todos deseosos de escuchar sus pensamientos sobre la poesía y su experiencia personal. Sin embargo, la preocupación por Lucas nunca estaba lejos de su mente.

Después de su ponencia, se dirigió al bar del hotel donde se hospedaba. Necesitaba un respiro, un momento de distracción. Fue entonces cuando conoció a Daniel, un escritor de éxito con una sonrisa encantadora y una conversación fácil. Daniel la hizo reír y, por un breve momento, logró hacerla olvidar sus problemas.

—¿Te gustaría acompañarme a mi suite para seguir conversando? —preguntó Daniel, con una mirada que dejaba claro sus intenciones.

Marina dudó. Sabía que estaba jugando con fuego, pero la combinación de estrés, soledad y la necesidad de sentirse valorada la llevó a aceptar.

Al llegar a la suite de Daniel, la atmósfera se volvió más íntima. Las copas de vino fluyeron y la conversación se volvió más personal. Marina se sentía atraída por la atención y el consuelo que Daniel le ofrecía. Sin embargo, en el fondo de su corazón, sabía que lo que estaba haciendo era un error.

Esa noche, Marina cruzó una línea que nunca había imaginado cruzar. Los momentos de pasión con Daniel fueron un escape momentáneo de su dolor, pero al amanecer, la realidad la golpeó con toda su fuerza. Se sentía vacía, traicionando no solo a Lucas, sino también a sí misma.

Volvió a su apartamento con un nudo en el estómago. La culpa la corroía y no sabía cómo enfrentarse a Lucas. Cuando lo vio, su rostro cansado y preocupado, el peso de su traición se volvió insoportable.

—Marina, ¿estás bien? Pareces distante —preguntó Lucas, con ternura en su voz.

Marina sintió las lágrimas acumulándose en sus ojos, pero no podía confesar lo que había hecho. No quería añadir más dolor a la vida de Lucas, ya de por sí complicada.

—Sí, solo estoy cansada. Ha sido una semana difícil —respondió, intentando sonreír.

Lucas la abrazó, agradecido por su presencia. Sin embargo, Marina sintió que el abrazo era una carga, un recordatorio constante de su traición.

Los días siguientes fueron un tormento para Marina. Intentó actuar con normalidad, pero la culpa la consumía. Cada vez que miraba a Lucas, sentía que el peso de su infidelidad la aplastaba un poco más. Sabía que eventualmente tendría que confesar, pero temía la reacción de Lucas y las consecuencias de sus acciones.

Una noche, incapaz de soportar más la carga, Marina decidió hablar con su amiga Sofía, una de las pocas personas en quienes confiaba plenamente. Se encontraron en un café y, después de un largo silencio, Marina le confesó todo.

—Sofía, hice algo terrible. Engañé a Lucas. No sé cómo ocurrió, pero ocurrió. Me siento tan culpable y perdida —dijo Marina, con lágrimas rodando por sus mejillas.

Sofía la miró con sorpresa y preocupación.

—Marina, sé que estás pasando por mucho, pero tienes que ser honesta con Lucas. Él merece saber la verdad. Será difícil, pero ocultárselo solo empeorará las cosas —respondió Sofía, tomando la mano de Marina.

Marina asintió, sabiendo que Sofía tenía razón. Esa noche, volvió a su apartamento, decidida a enfrentar las consecuencias de sus acciones.

—Lucas, hay algo que necesito decirte —dijo Marina, su voz temblando.

Lucas la miró, preocupado.

—¿Qué pasa, Marina? —preguntó, acercándose a ella.

Marina tomó una profunda respiración, sintiendo el peso de sus palabras.

—Te he fallado, Lucas. La otra noche, mientras estabas lidiando con tus problemas, yo... yo estuve con otra persona. Lo siento tanto, Lucas. Me dejé llevar por la desesperación y la soledad, y cometí un error terrible —confesó, con lágrimas corriendo por su rostro.

Lucas se quedó en silencio, sus ojos llenos de incredulidad y dolor. Retrocedió un paso, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Por qué, Marina? ¿Cómo pudiste? —preguntó, su voz llena de angustia.

—No tengo excusas, Lucas. Solo puedo decirte que lo siento y que me arrepiento profundamente. Te amo, y sé que te he herido de una manera que quizás nunca puedas perdonar —respondió Marina, sollozando.

Lucas sintió que su mundo se desmoronaba. La traición de Marina se sumaba a la carga ya pesada que llevaba, y no sabía cómo seguir adelante.

—Necesito tiempo para pensar, Marina. No puedo manejar todo esto de una vez —dijo Lucas, antes de salir del apartamento, dejando a Marina sola con su culpa y su arrepentimiento.

La noche se volvió interminable para ambos. Mientras Lucas caminaba por las calles oscuras, tratando de encontrar una salida a su dolor, Marina se quedó en el apartamento, enfrentando la cruda realidad de sus acciones y las consecuencias de su infidelidad.




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