El ambiente entre Marina y Lucas se volvía cada vez más tenso. La infidelidad había creado una grieta insalvable entre ellos, y a pesar de sus intentos por mantener la relación, ambos sabían que las heridas eran demasiado profundas para sanar rápidamente. Las discusiones se hicieron más frecuentes, y la sombra de la traición se cernía sobre cada conversación.
Una tarde, mientras estaban en el parque del campamento, decidieron sentarse y hablar seriamente sobre su situación. Los colores del atardecer pintaban el cielo de tonos cálidos, pero no lograban disipar la frialdad que sentían entre ellos.
—Lucas, hemos intentado seguir adelante, pero cada día siento que nos estamos haciendo más daño —dijo Marina, con la voz temblorosa. Miraba al horizonte, evitando el contacto visual.
Lucas suspiró profundamente, sintiendo el peso de sus palabras.
—Marina, sé que he cometido errores, y me arrepiento de cada uno de ellos. Pero no sé cómo superar esto. No sé cómo recuperar lo que teníamos —respondió, su voz llena de dolor.
Marina giró la cabeza para mirarlo, sus ojos llenos de lágrimas.
—Lucas, te amo, pero no puedo seguir así. La culpa, el resentimiento, todo es demasiado. Creo que necesitamos tiempo y espacio para sanar, cada uno por su lado —dijo, sus palabras saliendo con dificultad.
Lucas asintió lentamente, sintiendo que su corazón se rompía en mil pedazos. Sabía que Marina tenía razón, pero admitirlo en voz alta era una de las cosas más difíciles que había hecho.
—Tal vez tienes razón. Tal vez la única forma de salvar lo que queda de nosotros es separarnos por un tiempo —respondió, su voz casi un susurro.
Decidieron que Marina se quedaría en Nueva York, mientras Lucas regresaba a Canadá. La despedida en el aeropuerto fue desgarradora. Se abrazaron por última vez, sintiendo el peso de la separación y el vacío que quedaría en sus vidas.
—Prométeme que te cuidarás, que buscarás la manera de ser feliz, aunque sea sin mí —dijo Lucas, con lágrimas en los ojos.
—Lo prometo, Lucas. Y tú también cuídate. Espero que encuentres la paz que necesitas —respondió Marina, besándolo suavemente en la mejilla.
Cuando el avión despegó, ambos sintieron que una parte de su corazón se quedaba atrás. La separación era dolorosa, pero sabían que era necesaria. La relación había llegado a un punto en el que ambos necesitaban espacio para sanar y redescubrirse.
La vida sin el otro sería difícil, pero ambos estaban dispuestos a enfrentarlo. Sabían que el camino por delante sería largo y lleno de desafíos, pero también tenían la esperanza de que algún día, en el futuro, podrían reencontrarse como personas más fuertes y completas.
La separación no era el final, sino un nuevo comienzo. Un comienzo doloroso, pero necesario para que ambos pudieran crecer y aprender de sus errores. Mientras se alejaban el uno del otro, mantenían en sus corazones la esperanza de que el tiempo y la distancia pudieran sanar las heridas y permitirles encontrar el camino de regreso, si el destino así lo quería.
Editado: 21.07.2024