Marina había aceptado la invitación de David para salir, y mientras se preparaba para su primera cita en mucho tiempo, no podía evitar sentirse nerviosa. Se miró en el espejo, ajustando su vestido y asegurándose de que todo estuviera perfecto. Había algo en David que la hacía sentir cómoda y curiosa a la vez, y eso era suficiente para animarla a dar este paso.
Llegaron a un restaurante acogedor en el corazón de Nueva York. Las luces cálidas y la música suave creaban un ambiente íntimo y relajante. David ya estaba allí, esperándola con una sonrisa que iluminaba su rostro. Al verla, se levantó para saludarla.
—Marina, estás preciosa —dijo David, tomando su mano con suavidad.
—Gracias, David. Tú también te ves muy bien —respondió ella, sintiendo un rubor en sus mejillas.
Se sentaron en una mesa junto a la ventana, desde donde podían ver las luces de la ciudad parpadeando en la distancia. Mientras repasaban el menú, la conversación fluyó con naturalidad, como si se conocieran desde hacía mucho tiempo. Hablaron de sus libros favoritos, de sus experiencias con la escritura y de sus sueños y aspiraciones.
—Siempre he querido escribir un libro de poemas que hable de las emociones humanas en su forma más pura —dijo David, sus ojos brillando con pasión.
—Eso suena maravilloso. Creo que la poesía tiene una forma única de conectar a las personas a un nivel profundo —respondió Marina, sintiendo una conexión especial con él.
La comida llegó, y entre bocados de deliciosos platos, la conversación continuó. David compartió historias divertidas de su infancia, mientras que Marina habló de sus viajes y de cómo la poesía la había salvado en momentos difíciles. Cada vez se sentía más a gusto con él, disfrutando de su compañía y de la forma en que la hacía reír.
Después de la cena, David sugirió dar un paseo por el parque cercano. La noche estaba fresca, y la brisa suave hacía que el paseo fuera aún más agradable. Caminaban uno al lado del otro, hablando de todo y de nada, sintiendo que el tiempo pasaba demasiado rápido.
—¿Sabes? Me alegra mucho haberte conocido, Marina. Siento que contigo puedo ser yo mismo —dijo David, deteniéndose un momento para mirarla a los ojos.
Marina sintió un nudo en la garganta, una mezcla de emociones que la hizo sonreír.
—Yo también me siento así, David. Gracias por esta noche —respondió, sintiendo una calidez en su corazón.
Continuaron caminando, y cuando llegaron a un banco bajo un árbol grande, se sentaron para descansar un momento. David, con una sonrisa tímida, tomó la mano de Marina.
—¿Te importa si te digo algo? —preguntó, mirándola con intensidad.
—Claro, dime —respondió Marina, sintiendo una anticipación que la hizo contener la respiración.
—Creo que esta noche ha sido una de las mejores que he tenido en mucho tiempo. Y espero que podamos repetirla —dijo David, su voz suave y sincera.
Marina lo miró y sintió que, por primera vez en mucho tiempo, estaba lista para abrir su corazón de nuevo. Se inclinó hacia él y, sin pensarlo dos veces, le dio un beso en la mejilla.
—Yo también lo espero, David —dijo, sonriendo.
La noche terminó con una promesa de volver a verse, y mientras Marina caminaba de regreso a su apartamento, se dio cuenta de que algo en su interior había cambiado. Sentía una nueva esperanza, una chispa de felicidad que la motivaba a seguir adelante.
David, por su parte, regresó a su casa con una sonrisa imborrable, pensando en la maravillosa mujer que había conocido y en todas las posibilidades que el futuro les deparaba. Para ambos, aquella cita no solo había sido un encuentro, sino el comienzo de algo especial, una nueva oportunidad de encontrar el amor y la felicidad en medio de sus vidas complicadas.
Y mientras Marina se acomodaba en su cama esa noche, su mente volvía a Lucas por un instante. Sabía que su camino con él había sido difícil, pero ahora sentía que estaba lista para dejar atrás el pasado y abrazar el presente, con todas sus nuevas y emocionantes posibilidades.
Editado: 21.07.2024