Santiago Sandoval
Regresar a Montenegro se me había hecho algo eterno, pero al fin, había logrado graduarme de mi carrera y era libre, apenas hace una semana estuve acomodando todo para poder mudarme cuanto antes. Mi madre aún insistía que primero trabajara unos años en la Capital, tenía la esperanza de que me retractará de la decisión, pero en Montenegro había alguien que me esperaba y yo deseaba verla otra vez, sentir sus labios de nuevo era mi sueño de cada noche, Christa.
—¿Por qué quieres alejarte de tus padres Santiago? Aquí tienes todo, no te falta nada —mi madre decía al verme subir las maletas a la cajuela de mi auto —¿es que acaso es por una mujer?
Alcé la ceja, no era solo por Christa que regresaba a Montenegro, pero sí era la razón principal.
—¿Qué dices mamá?
—¿Qué si es por una mujer por la que se te ha metido esa loca idea de mudarte a ese pueblucho?
Sonreí y abracé a mi madre, no le contaría aún sobre Christa, pues le podría dar un infarto de la impresión, eso lo haría después poco a poco.
—No mamá, no es por eso —le sonreí.
De pronto, el rostro de mi madre cambió a uno muy serio.
—Dime la verdad Santiago, soy tu madre y no debes mentir.
—Patricia, por favor, Santiago está a punto de mudarse, ¿y tú solo expresas tus celos de madre? —la reprendió mi padre.
—Hace unos meses, vino una chiquilla —en ese instante toda mi espalda se tensó, ¿Qué?
—¿Quién mamá? —solté con rapidez.
—Era rubia y tenía un nombre raro, preguntó por ti, sus ropas eran algo andrajosas y la eché de la casa.
Apreté la quijada por instinto, una serie de escalofríos se apoderaron de mi cuerpo —¿Eso cuando fue mamá? ¿Por qué no me dijiste antes?
Mi madre me miró con enfado.
—Entonces, ¿si es por una mujer que te vas?
—¡Mamá!
—¡Los dos cálmense! —bufó mi padre —aquí hay algo que no sabemos —me inquirió con la mirada —así que primero Santiago nos vas a explicar quién es esa jovencita y luego tu madre nos dirá que fue lo que le dijo, ¿está bien?
Asentí, me sentía realmente decepcionado de mi madre, con qué derecho me había ocultado que Christa había venido a buscarme.
—La conocí en la boda de su hermana, hace ya casi dos años, es la joven más linda que he conocido, y no mamá, no es una chiquilla andrajosa como dices, ella es la hija de Abraham Bauer, propietario de uno de los ranchos más prósperos de la región, seguro tienen mucho dinero si es que te preocupas por su estatus —solté con enojo —tal vez en esa ocasión vino con su padre, él suele venir a la Capital a llevar maquinaria para su rancho.
Mi madre se cruzó de brazos al sentir la presión de la mirada de mi padre, ella sabía que había hecho mal con esa acción de su parte.
—En mi defensa no sabía quién era, si soy culpable por preocuparme por el bienestar de mis hijos, bien, ¡que me condenen! —mi madre se llevó las manos a su rostro simulando llorar, pero muy en el fondo la conocía aunque no pude resistirme a abrazarla para tranquilizarla.
—Mamá, ya pasó, la veré en Montenegro, pero por favor no vuelvas a ocultarme nada y prometo que yo tampoco lo haré, Christa no es la única razón por la que me iré al pueblo, también es por las minas, quiero trabajarlas, quiero invertir en el pueblo que mis abuelos tanto amaron.
Mi padre esbozó una sonrisa de satisfacción —Santiago, no sabes cuanto me enorgullece escucharte hablar así, siempre te deseamos lo mejor donde quiera que estés.
—Gracias papá, los amo a los dos, mamá, no seas celosa, sabes que siempre te voy a querer —le dije abrazándola de nuevo.
Después de eso entré al auto, por la mañana ya me había despedido de mi hermano antes de que se fuera al hospital. Mientras conducía, pensaba en que si hubiera visto a Christa la vez que fue a buscarme todo este tiempo de espera, no se me hubiera hecho tan eterno. Deseaba tanto verla, abrazarla, decirle que ahora tenía una vida que ofrecerle y podría incluso ir a presentarme frente a sus padres para pedirles permiso de cortejarla como se debe, porque ya no estaríamos lejos y la distancia ya no sería un problema nunca más.
…
Cuando crucé el arco de bienvenida al pueblo, mi corazón comenzó a latir desenfrenado, apreté el volante con fuerza frente a la emoción que comenzó a embargarme. No podía esperar ni un minuto más para volver a ver a Christa, había pensado en primero instalarme en la casa que antes había sido de mis abuelos, pero su rostro estaba clavado en mis pensamientos. Así que crucé el pueblo y tomé la carretera que me llevaba hasta el rancho de los Bauer. Sonreí emocionado al pensar en el rostro que ella pondría cuando me viera, a pesar de todo el tiempo que había pasado me sentía igual o más enamorado, esperaba que ese sentimiento también hubiera crecido en ella. La amaba… ese sentimiento que tenía por ella no podía tener otro nombre, era amor.
El portón principal que daba al rancho estaba cerrado para mi sorpresa, ¿Cómo entraría a verla si no había paso? Suspiré abatido, en eso una camioneta venía saliendo de la carretera para entrar al camino hacia el rancho, cuando los hombres me vieron, la camioneta se detuvo.
Me acerqué hasta el que se encontraba sentado en el lado del copiloto —disculpe, vengo a ver a Abraham Bauer —dije para no decir explícitamente que mi intención real era ver a Christa.
—¿Quién es usted? —preguntó el jornalero frunciendo el ceño.
—Santiago Sandoval, sobrino de Ignacio Sandoval —dije, ellos me veían con cierta desconfianza, como si no supieran qué esperar de mí.
—¿Qué no sabe que el señor Abraham falleció?
Mis ojos se abrieron de par en par al escucharlo —¿falleció? —toda mi espalda se tensó por la noticia, lo primero que pensé fue en el dolor que sintió Christa, no estuve para ella en ese momento, no podía ser —¿Cómo es que paso? —mi voz se quebró —¿Cómo están sus hijos? ¿Puedo verlos?
El tipo de sombrero y camisa a cuadros azul, de facciones cuadradas y barba crecida, me miró con algo de desconfianza—Fred, el hijo de en medio, también tuvo un desenlace desafortunado.
#1184 en Novela romántica
#344 en Novela contemporánea
amor a primera vista, venganza, amor verdadero mentiras traiciones
Editado: 02.01.2025