Christa Bauer
—Hay una chica que me gusta… amm… Quisiera ver su rostro cuando lleguemos a la universidad —me explicó Álvaro.
Mi rostro debió reflejar una enorme interrogación.
—¿Por qué tienes que ir por ella a la universidad?
Álvaro esbozó una sonrisa ligera y juguetona.
—Es mi hermanastra… —sonrió de nuevo, esperando mi reacción.
—¿Tu hermanastra? —pregunté, desconcertada. Él asintió. —Pero una hermanastra es como si fuera tu hermana. No deberías pensar en ella de esa manera, eso no está bien.
—Lo dices porque no sabes el contexto. Ella y yo no somos hermanos, no llevamos la misma sangre. Es hija de la esposa de mi padre. Nunca hemos vivido juntos hasta hace unos días, cuando llegué a la Capital desde Estados Unidos por petición de mi padre.
Tragué saliva, intentando digerir sus palabras.
—¿Yo qué voy a hacer? ¿En qué te ayudaré?
—Solo iremos por Emilia y luego te llevaré a tu casa. En el transcurso, quizá te tome de la mano un par de veces, pero solo será para darle un mensaje. Le diré que estamos saliendo, que te conocí, no sé… algo se me ocurrirá. Solo deseo ver su rostro, para saber si es verdad que está enamorada de otro. ¿Qué dices? ¿Sí? Es algo sencillo, Christa, y será divertido…
Álvaro parecía estar disfrutando demasiado con su plan, mientras que yo no sabía si aceptar o no. Sin embargo, necesitaba el dinero mientras conseguía otro trabajo, así que respiré hondo y asentí.
—Está bien, te ayudaré.
Sonrió triunfalmente.
Álvaro abrió la puerta del auto para que subiera. Me acomodé nerviosa en el asiento del copiloto mientras él se deslizaba al volante con una sonrisa confiada. El motor rugió suavemente cuando puso el auto en marcha, y pronto rodábamos por las abarrotadas calles de la Capital.
—Gracias por ayudarme, Christa. Prometo que no te meteré en problemas… bueno, no más de los necesarios —dijo, su sonrisa transformándose en una ligera risa.
Lo miré de reojo, intentando descifrar si hablaba en serio o solo disfrutaba de mi incomodidad.
—¿Y si se enoja? —pregunté, pensando en Emilia y en cómo reaccionaría al vernos juntos.
—Si se enoja, entonces tendré mi respuesta. Si no… bueno, será interesante descubrirlo. Lo sabré con facilidad porque ella es una mujer muy intensa.
Aunque Álvaro intentaba parecer despreocupado, sus dedos tamborileaban contra el volante con cierta inquietud. El resto del camino transcurrió en silencio. Apenas conocía a Álvaro, y ahora estaba a punto de fingir ser su pareja frente a su hermanastra. Una parte de mí estaba intrigada por la dinámica entre ellos. ¿Qué tan complicada podía ser su relación para que ideara un plan así?
Cuando llegamos a la universidad, Álvaro estacionó en un lugar estratégico, cerca de la salida principal. Miró su reloj y luego a mí.
—Está a punto de salir —dijo, apagando el motor. Luego giró hacia mí con una sonrisa, extendiendo su mano hacia la mía. Aunque mi instinto fue retirarla, lo dejé tomarla.
—Recuerda, solo por esta vez —le advertí, sintiéndome más nerviosa de lo que quería admitir.
—Prometido. —Sus dedos entrelazaron los míos con una naturalidad que me hizo sentir vulnerable.
Minutos después, apareció una joven caminando hacia la salida con un libro en las manos. Su cabello pelirrojo caía en cascada sobre sus hombros, y su elegancia natural me hizo entender por qué Álvaro estaba tan cautivado. Sus ojos buscaban algo entre la multitud, hasta que vieron el auto. Frunció el ceño de inmediato.
—Ahí viene —murmuró Álvaro, con un tono bajo, casi ansioso.
Emilia se acercó con paso decidido, sus ojos pasando de Álvaro a mí y luego a nuestras manos entrelazadas. Se detuvo junto a la ventana del conductor y arqueó una ceja.
—¿Quién es ella? —preguntó sin preámbulos, ignorando por completo la sonrisa amigable de Álvaro.
—Emilia, te presento a Christa. —Álvaro abrió la puerta trasera. —Estamos saliendo.
—Mucho gusto —la saludé con mi mejor sonrisa.
La reacción de Emilia fue inmediata. Sus ojos se estrecharon, y aunque intentó mantener la compostura, la incomodidad era evidente.
—¿Ah, sí? ¿Y desde cuándo están saliendo? —preguntó, con un tono cargado de sarcasmo.
—Desde hace poco, pero suficiente para saber que es alguien especial para mí —respondió Álvaro con una naturalidad que me dejó atónita. Intenté sonreír, aunque probablemente parecía más una mueca nerviosa.
Emilia nos miró fijamente por unos segundos que parecieron eternos antes de subir al auto sin decir más. Su silencio hablaba más que cualquier palabra.
Álvaro arrancó el auto, intentando romper la tensión.
—¿Cómo te fue en la universidad? —preguntó casualmente.
—Bien —respondió Emilia, mirando por la ventana con expresión distante.
El resto del trayecto fue un incómodo juego de miradas y silencios. Sentía que Emilia quería decir algo, pero se contenía, mientras Álvaro parecía disfrutar del momento.
Cuando llegamos a mi casa, Álvaro estacionó frente a la puerta y bajó para abrirme. Emilia permaneció en el auto, mirando a la ventana como si nada le importara.
—Gracias por ayudarme, Christa —dijo Álvaro en voz baja, sosteniendo mi mano por un segundo más de lo necesario. —Esto es para ti. Espero que encuentres a la persona que estás buscando.
Asentí, tomando el sobre que me tendió sin que Emilia se diera cuenta. Caminé hacia la entrada de mi casa sin mirar atrás, deseando que al menos Álvaro tenga algún día un final feliz.
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Editado: 20.01.2025