Christa Bauer
Después del encuentro con mi madre, bajé rápidamente las escaleras, no tuve tiempo para lamentarme su desprecio cuando una sonrisa en mi rostro apareció al escuchar una voz que ya conocía.
—¡Maggie! —grité limpiando las lágrimas de alegría en mi rostro. Corrí hacía ella abrazándola con todas mis fuerzas ya que era Bruno quien cargaba a su pequeño bebé. Ambas nos quedamos así un momento.
—Christa, no sabes cuanto me alegra que estés bien… —ella también lloraba —te hemos extrañado mucho, en mis oraciones siempre pedía por ti.
Mi boca se curveo en un puchero, ellos eran las personas más buenas del mundo.
—Gracias, por estar aquí, no sé que hubiera sido de mi vida sin ustedes, siempre me ayudaron y ahora quiero ayudarlos, vivan aquí conmigo, la casa es enorme…
Margarita abrió los ojos con sorpresa, yo sonreí al ver su rostro confundido.
—Pero nosotros somos empleados…
Negué.
—Ustedes son mis amigos, lo único bueno que me queda —mis labios temblaron.
Los miré suplicante, ellos se dirigieron unas miradas y luego contestaron —podemos intentarlo.
Asentí feliz.
—Christa él es mi bebé Diego…
—Es un nombre muy lindo —contesté tomando al pequeño en mis brazos, era tan tierno, sus ojos café y su sonrisita coqueta me derritieron por dentro, era un bebé muy hermoso.
—¿Te gustaría ser su madrina? Bruno y yo estábamos esperando poder ir a visitarte pronto para hacerte la propuesta, pero, ya que estás aquí…
—Me encantaría —la interrumpí —me hace tan feliz ver que su hijo esté sano y fuerte, algún día cuando crezca trabajará también en estas tierras, yo misma le enseñaré a amar el campo, como mi padre me enseñó a mí.
—Gracias —esbozó Maggie.
En ese momento uno de los peones del rancho apareció.
—Señorita Christa, han venido a dejar esta carta para usted y este paquete.
Fruncí el ceño al ver la caja de color blanco con un moño color rojo en la tapa.
Regresé a mi ahijado a los brazos de su madre para desdoblar la hoja en el interior del sobre.
Querida Christa, espero mis hombres te hayan sido de utilidad, ya me enteré de que has tomado el control del rancho de tu padre, toma este obsequio como una felicitación de mi parte, lo menos que puedo hacer es invitarte a cenar el día de mañana por la noche, enviaré a alguien a por ti.
Un escalofrío recorrió mi espalda, estaba jugando con fuego, todo esto se sentía como si le debiera un favor a Ignacio Sandoval, no podía rechazar su invitación, pero tampoco tenía ánimos de verlo, en realidad no quería verlo después de las cosas que me dijo por la mañana.
—¿Pasa algo? —preguntó Maggie con curiosidad, pero negué, doble rápidamente el papel.
—Nada —sonreí disimulando el nerviosismo que de pronto comencé a sentir —debo llevar esto a mi habitación, Bruno, ¿te puedo pedir un favor?
Él asintió —lo que digas.
—¿Podrías por favor darme el contacto de Santiago Sandoval si es que lo tienes? —rogaba en mi interior porque Bruno tuviera el número de teléfono de Santiago, ahora mismo deseaba con todas mis fuerzas que estuviera aquí conmigo.
—Sí… si lo tengo, tengo una tarjeta con el número de su casa, ahora voy por ella y te la traigo.
—Te lo agradezco en verdad, Bruno.
Tuve que pasar saliva para que el sentimiento de saber que necesitaba que Santiago estuviera aquí antes de que tuviera que ver de nuevo a su tío, esto se estaba complicando demasiado.
—Maggie dile a alguno de los muchachos que te ayuden a mover tus cosas mientras Bruno regresa.
—Si Christa, no te preocupes por eso.
Después de despedirme de mis amigos y entrar a mi habitación, me di cuenta de que seguía tal como la había dejado, como si nunca me hubiera ido de esta casa.
Puse la caja sobre mi mesita de tocador y la abrí, era un vestido, lo saqué de la caja para verlo, la tela era delgada y delicada, con demasiadas transparencias de un color azul marino, sus dos tirantes apenas eran dos hilos de tela. Un nuevo escalofrío me recorrió la espalda, estaba jugando con fuego y eso no me gustaba para nada, Ignacio Sandoval era el tío del hombre que yo amaba, en qué líos me estaba metiendo, como rechazar a un hombre tan poderoso como él. Él me dijo, me ayudaría porque le interesaba como mujer, y yo ingenuamente acepté su ayuda con tal de ver a Marcelo fuera de las tierras de mi padre.
Tal vez si le hablaba con la verdad, le explicaba por qué no podía corresponderle, tal vez entendería, a final de cuentas, Santiago era su sobrino, su familia. Y si algún día Santiago y yo decidiéramos pasar nuestra vida juntos, tendría que seguir viendo a su tío, era por ello que no quería malentendidos, pero para eso necesitaba explicarle a Santiago.
Suspiré.
Caminaba impaciente de un lado al otro de mi habitación, incapaz de calmar el remolino de emociones que sentía. Mis pasos resonaban suaves contra el suelo de madera, cuando escuché unos golpes ligeros en la puerta.
—Adelante… —dije, deteniéndome de inmediato.
La puerta se abrió despacio, y allí estaba Maggie, con su cálida sonrisa habitual, aunque había un dejo de curiosidad en su mirada.
—Christa, aquí tienes el número de teléfono de Santiago Sandoval. —Al mencionar su nombre, apretó los labios con cierto recelo. Luego, bajó un poco la voz y añadió—: Emm… disculpa que te pregunte, pero ¿es él la persona que ibas a buscar a la capital? ¿Lo conoces?
Suspiré y asentí lentamente, dejando que una leve sonrisa asomara en mi rostro.
—Sí, iba a buscarlo a él. —Mi voz adquirió un tono más suave, como si pronunciar su nombre envolviera mis palabras en ternura—. Santiago y yo nos amamos, Maggie. No tienes idea de todo lo que pasó entre nosotros en la capital. Me ha prometido que vendrá en unos días a buscarme. Solo necesita poner en orden algunos asuntos en la ciudad, pero después se quedará aquí, conmigo. ¡Por mí! Eso me hace tan feliz.
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Editado: 20.01.2025