—¡Christa… Christa…! —los gritos de Maggie que escuchaba a lo lejos, el sonido de la puerta retumbar contra la pared y el zarandeo que sentí después en mi cuerpo hicieron que abriera los ojos de golpe.
—¿Qué pasa Maggie? —pregunté soñolienta temiendo que su bebé estuviera enfermo.
—Es tu mamá… —dijo y toda mi espalda se tensó, en sus ojos vi terror, estaba llorando. Bajé de la cama de un salto y corrí hacia la habitación de mi madre, cuando entré miré lo que nunca podré olvidar en mi vida.
Mi madre estaba recostada sobre la cama, alrededor de ella había un charco de sangre. Caí de rodillas llevándome las manos a los labios. No lo podía creer. Un nudo enorme se formó de pronto en mi garganta. Mi madre estaba muerta.
—¿Cómo pasó? —dije sin aliento mirando al suelo.
—Suponemos que fue durante la madrugada, Bruno ha ido en la camioneta por el comisario del pueblo, ella misma se cortó las venas con un vaso roto.
—Pero ¿Cómo? Mamá casi no se podía mover.
—Siempre pedía tener un vaso de agua en el buró de la cama, decía que durante la noche le daba sed, ella tenía fuerza suficiente para tomar el vaso en sus manos, tal vez lo rompió contra la mesita, no lo sé…
Me levanté sin fuerzas, me acerqué a donde yacía mi madre inmóvil, la observe detenidamente, tenía una cortada a la altura de su mano derecha, de ahí brotaba la sangre que salía de su cuerpo.
—Mamá… —solté apenas en un hilo de voz —¿por qué? Porque te hiciste esto —luego recordé sus palabras de la otra noche —prefirió morir a tener que vivir conmigo —me lamenté.
—Christa, no es tu culpa —Maggie trató de animarme, sentí la palma de su mano en mi espalda, pero no podía evitar sentir culpa de todo lo que estaba pasando, mi madre era lo único que me quedaba en la vida, ya no estaba.
—¿Es que estoy destinada a no tener a nadie en esta vida? ¿Es que merezco este castigo Maggie? —lloré.
Mi amiga me miró compasiva para después abrazarme —no, no digas eso —su voz se quebró —me tienes a mí —se apartó para verme —eres una jovencita muy linda, amable, pero que ha vivido cosas que la gente común como nosotros no vivimos y es que el dinero convierte a las personas, las transforma en su peor versión, tú eres buena, has sido una víctima de tu madre, Greta y Marcelo, no tienes la culpa de nada, ellos tomaron sus propias decisiones.
Sorbí por la nariz, preferí salir de esa habitación. Bajamos las escaleras, no sabía que hora era, Maggie aún llevaba ropa de dormir y pude notar que no había mucha luz en el exterior, apenas estaba amaneciendo. Bruno y el comisario del pueblo llegaron.
—Lamento mucho su pérdida, señorita Bauer.
Asentí, no tenía ánimos de hablar.
—Christa, el comisario hará todas las diligencias para el sepelio de la señora Bauer, yo estaré con él apoyándolo en todo lo que necesites… —añadió Bruno.
Nuevamente, asentí.
La madre de Margarita y las demás empleadas de la casa me ayudaron a asear la capilla familiar, mi madre sería enterrada junto a mi padre en la cripta.
Sentía que no tenía cabeza, como pretendía llevar el control del rancho de mi padre, si ahora no tenía una razón para seguir con mi vida. En todo el día no había probado ni un bocado de comida a pesar de que Maggie me estuvo insistiendo. Por la tarde fui a mi habitación, me bañé y me puse el mismo vestido negro que llevé durante el funeral de papá. Miré la caja blanca sobre la mesita de mi tocador recordando que Ignacio Sandoval me esperaba en su casa. Debía estar en casa por el funeral de mi madre, Greta enloquecería y no sabía como enfrentar su reacción, además de tener que permitir que regresaran a la hacienda cuando antes les había dicho que no podían volver.
Decidí enviar una nota explicando mis razones para no ver hoy a Don Ignacio, la envíe con uno de los peones del rancho. Sin embargo, cuando me dirigía hacia la capilla a lado de Margarita, su bebé y su madre, estaban dos hombres vestidos de vaquero, esperándome, pude reconocerlos, eran los hombres de él.
—Buenas, señorita, Don Ignacio nos ha encargado escoltarla hasta la mansión, dice que su presencia en su residencia es muy importante.
Fruncí el ceño.
—Pero si le envíe una nota, donde le explicó que mi madre ha muerto, debo atender su funeral.
Los hombres se miraron y sonrieron con sorna.
—Órdenes son órdenes y vienen del mero mero del pueblo, a Don Ignacio nadie lo rechaza.
En ese momento mi rostro se descompuso, como era posible que quisiera que fuera a verlo, precisamente en este momento, ya había personas en la capilla y yo debía estar ahí.
—La señorita Christa tiene un compromiso muy importante —soltó la madre de Maggie con molestia.
Maggie me miró con curiosidad.
—Christa, ¿Por qué Don Ignacio Sandoval envió por ti? Él es un hombre muy peligroso, no sabes las cosas que Bruno me ha contado que hablan sobre él en el pueblo —Maggie me susurró al oído.
Mis nervios comenzaron a alterarse, yo sabía que era peligroso, lo había intuido.
—Dejé que me ayudará y ahora tal vez piensa que se lo debo.
Maggie hizo un gesto con su boca.
—Voy a buscar a Bruno, no te muevas de aquí, nadie dejará que te lleven —me dijo, pero tomé su mano, ella me miró desconcertada.
—No… —musité —yo me metí en este problema y yo debo resolverlo —pase saliva —le dejaré en claro las cosas, solo por favor espérenme aquí.
—Pero Christa…
—Nada Maggie ya no tengo nada que perder, lo único que deseo es tener una vida tranquila, vivir aquí en mi rancho hasta morir.
Maggie me miró suplicante, pero caminé, hacia los hombres quienes me escoltaron a la camioneta donde se habían trasladado. Antes de que arrancara, miré por la ventana, no sabía lo que me esperaba en la mansión de los Sandoval, pero una cosa si me quedaba claro, lo único a lo que podía aferrar mi vida ahora era a mi rancho y nada más.
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Editado: 20.01.2025