Christa Bauer
Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue el rostro del amor de mi vida mirándome con ternura. Me detuve a observar cada detalle de sus facciones, encantada de tenerlo cerca. Nunca había conocido lo que significaba amar de esta manera hasta que lo conocí a él. Ahora, después de tanto tiempo esperando estar juntos, su brazo yacía reposando en la curvatura de mi cintura mientras ambos disfrutábamos de la calidez de nuestros cuerpos desnudos.
Mis dedos acariciaron su mejilla y la comisura de sus labios se curvó en una suave sonrisa.
—¿Estás despierto? —pregunté tímidamente, sintiendo cómo el rubor subía por mis mejillas.
—Si —respondió él al mismo tiempo que abría sus ojos y me besaba con ternura en los labios.
—Me encanta estar así contigo, Christa —susurró mientras acariciaba mi mejilla con la yema de sus dedos —Te amo.
Sonreí, una sensación de felicidad pura me invadió en ese momento. Sentir su cuerpo junto al mío y escuchar sus palabras de amor era lo que siempre había soñado. Me aferré a él con fuerza, deseando que ese momento nunca terminara.
—Yo también te amo —susurré en respuesta, mientras nuestros labios se unían de nuevo en un beso apasionado. Sabía que estaba exactamente donde quería estar, en sus brazos, compartiendo un amor que nunca perdería su magia.
Nos besamos con pasión, nuestros cuerpos moviéndose juntos en un ritmo armonioso. La conexión entre nosotros era palpable y cada vez más intensa. Sentí su mano acariciando mi espalda, y me estremecí de placer. Me separé un momento de su boca, mirándolo a los ojos con intensidad.
—¿Estás cómoda con esto? —preguntó buscando mi aprobación.
Sonreí, sonrojándome.
—No hay nada que desee más que estar contigo, Santiago.
Mis manos temblaron ligeramente al deslizarse hacia abajo, recorriendo su torso musculoso. Todo estaba pasando tan rápido que me parecía un sueño, uno en el que no quería despertar.
Después de un momento, nuestros cuerpos se unieron en un acto de amor puro y apasionado. Fue un momento mágico, lleno de ternura y dulzura, pero también de pasión y deseo. Cada beso, cada caricia, cada gemido, nos llevó a un nivel más profundo de conexión.
Finalmente, con los corazones latiendo fuerte y los cuerpos envueltos en el éxtasis del amor, nos acurrucamos juntos bajo las sábanas. Me aferré a él con fuerza, sabiendo que había encontrado en él mi hogar, mi amor verdadero. Con su brazo rodeando mi cintura, cerré los ojos y me sumergí en la felicidad del momento.
Seguía lloviendo a pesar de que era de mañana, temía que Bruno y Margarita estuvieran preocupados por mí, aunque Bruno conocía bien a Santiago, él jamás dejaría que me ocurriera algo malo. Sentía como mis piernas estaban adoloridas pero no era un dolor intenso, era un dolor leve que me recordaba que había sido la mujer de Santiago en dos ocasiones esta noche.
Me puse la camisa de Santiago y mi ropa interior. Esta me llegaba casi hasta media pierna, como si fuera una bata de dormir.
—Me encanta como te ves, pero no creo que la ropa que traías puesto ayer sequé pronto, encenderé la estufa de leña o puedo ir a tu casa por algo de ropa…
—Pero aún está lloviendo…
Mordí mi labio inferior.
—Le pediré al padre de Bruno que me llevé al rancho, pediré algo de ropa para ti, ¿está bien? No quiero que te enfermes, tampoco creo que sea bueno para tus trabajadores verte llegar con ropa de hombre —bromeó.
—Está bien, pero cuídate mucho, no sé qué haría si algo te pasará, me da mucho miedo, Santiago.
—Tranquila, mi amor, nada me pasará, estamos a solo unos minutos del rancho.
Asentí, unimos nuestras frentes mientras nos fundimos en un abrazo. Vi como él salió de la pequeña casita. Suspiré y me senté en la silla del pequeño comedor contemplando la estufa de leña.
Mientras esperaba a que dejará de llover o que Santiago regresará a su casa, caminé por el interior de la habitación, busqué una olla, decidí preparar un poco de café para calentarme y relajarme después de la intensa noche que acababa de pasar. Luego de casi una hora, escuché un ruido afuera. Me asomé por la ventana, Santiago había vuelto, ya había dejado de llover y cargaba una bolsa con ropa. Me apresuré a abrir la puerta.
—Me estaba preocupando —dije al verlo, lo abracé con todas mis fuerzas. Él buscó mis labios.
—Estoy bien —respondió con una sonrisa —solo me tomó un poco más de tiempo porque Margarita y Bruno comenzaron a cuestionarme. Río.
Entorné mis ojos con premura —¿Les dijiste que estaba aquí?
Asintió. Parecía que estaba conteniendo un chiste en su interior porque me veía de una forma muy divertida.
Fruncí el ceño.
—Tuve que decirles que te traje aquí por la lluvia, y bueno…
—¿Qué? ¿Está todo bien en el rancho?
—Si todo bien, solo que les dije que no te esperaran temprano en casa porque estarías conmigo —me besó de nuevo para después rozar su nariz con la mía —no quiero separarme de ti.
Ambos sonreímos. Yo tampoco quería hacerlo, quería quedarme con él para siempre.
Lo miré con una mezcla de alivio y cariño, sintiendo que mi corazón latía más rápido.
—Vamos, entra y toma un poco de café para calentarte— le dije mientras le tomaba de la mano y lo llevaba a la cocina.
Después de desayunar y cambiarnos, pudimos ver a través de la ventana como los rayos del sol comenzaban a iluminar el cielo. Necesitaba darme un baño, así que le pedí a Santiago que fuéramos al rancho.
Al salir de la cabaña, pude ver como el cielo ya estaba despejado, el aire era fresco.
—¡Mira! —dije apuntando hacia el cielo, llena de emoción.
Santiago miró hacia esa dirección. Le muestro el magnífico arco iris doble que decora el cielo, es un regalo de la naturaleza, recuerdo que cuando llovía siempre salía con mi padre a ver los arcoíris.
Sin esperarlo, Santiago me sonríe y me abraza por la cintura —es el arcoíris más hermoso que he visto en mi vida.
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Editado: 09.02.2025