Lady Evelyn permanecía de pie junto al gran ventanal, mirando el hermoso atardecer y las rosas del jardín.
Lady Katherine, estaba sentada en su sillón de respaldo alto, observando a su hija con orgullo y preocupación.
–Evelyn , podéis acercaros, sentaos un momento, tenemos que hablar.– dijo Lady Katherine.
–Claro, madre, hablad.
–Debeis saber que aceptar la propuesta Laird Alastair MacGregor implica riesgos. Pero si decidimos enviar a un emisario, será necesario escoger a alguien con la astucia suficiente pará cualquier inconveniente.Y que sea de nuestra plena confianza.
–Madre, si se trata de proteger Baremar y nuestra familia, permitidme que sea yo quien hablé en nombre de los Mackenzie.
Lady Katherine la miró sorprendida por sus palabras.
–¿Vos? ¿Acaso olvidáis que los MacGregor no tienen reparos en recurrir a métodos deshonesto? Evelyn, vuestro temple es admirable, pero las negociaciones con Laird Alastair MacGregor no serán nada fáciles querida.
–Precisamente por eso, madre. Si los MacGregor piensan que soy una dama incapaz de enfrentarme a ellos, puedo usar su perjuicio en nuestra ventaja.
–No dudo de vuestra valía, hija mía. Pero debéis comprender que Laird MacGregor es un joven muy astuto y, según dicen, con el carácter implacable. No será fácil doblegarle sin prever sus movimientos.
–Aun así, madre, estoy decidida a intentarlo – respondió Lady Evelyn.
Lady Katherine suspiró.
–Esta bien, hija mía. Pero no estaréis sola. Llevaréis un escolta confiable, y Hamish os acompañarán para garantizar vuestra seguridad.
Lady Evelyn inclinó la cabeza.
–Gracias, os agradezco vuestra confianza, madre. No os arrepentiréis
Al día siguiente, en los establos del castillo, los preparativos para el viaje estaban preparándose Lady Evelyn, estaba ataviada con un manto de lana gris y un vestido de terciopelo azul, se ajustaba sus guantes mientras Hamish organizaba a los hombres que formarían la escolta.
–Mi Lady, el camino hacia las tierras de los MacGregor es traicionero. Os ruego que no os separeis de la comitiva bajo ninguna circunstancia –advirtio Hamish.
–No debéis de que preocuparos, Hamish. Soy plenamente consciente de los riesgos.
El viaje comenzó al amanecer. La comitiva avanzaba lentamente por senderos rodeados de colinas cubiertas de brezo.
Lady Evelyn iba montada en una bonita yegua blanca, mirando el hermoso paisaje, que tenía alrededor.
Cuando el sol salió, el grupo se detuvo cerca de un arroyo para descansar. Hamish, siempre atento, se acercó a Lady Evelyn con una cantimplora de agua fresca.
–Mi Lady, bebed suficiente agua. Estás travesías pueden ser agotadoras.
Lady Evelyn acepto el agua con una sonrisa.
–Os agradezco vuestra preocupación, Hamish. Vuestra lealtad es una virtud en tiempos tan inciertos.
El descanso fue corto, retomaron el camino. Al atardecer, divisaron a lo lejos la imponente fortaleza de los MacGregor, enclavada en lo alto de una colina.
Sus torres llamaban la atención, la bandera del clan ondeaba al viento.
Cuando cruzaron el portón principal, fueron recibidos por un grupo de soldados armados, y un hombre de mediana edad que vestía un tartan rojo y negro.
–Lady Evelyn Mackenzie, sois bienvenida a las tierras de los MacGregor – dijo el hombre haciendo una reverencia – Soy Fergus, el mayordomo de laird Alastair, a vuestro pies. Mi señor os espera en el gran salón.
Lady Evelyn sé bajó de su yegua.
–Os agradezco vuestra hospitalidad, Fergus, confío en que vuestro Laird nos reciba con la misma cortesía.
Fergus la miró sonriendo, y los guio hacia el interior de la fortaleza.
El gran salón era una estancia imponente,con muros adornados con estandartes y una chimenea en el centro.
Laird Alastair, sé levantó de su asiento al verlos.
Vestía el Kilt de su clan y una camisa blanca de lino, con un broche de plata que sujetaba su capa.
–Lady Evelyn, me honra vuestra presencia en mi humilde morada –dijo Laird Alastair, inclinando la cabeza.
Lady Evelyn sé acercó mirándolo al Laird a los ojos.
–Laird MacGregor , agradezco vuestra invitación. Confío en que nuestras conversaciones serán productivas y beneficiosas para ambos clanes.
–Espero lo mismo de vos, mi Lady. Aunque bebo advertiros que aquí, en estás tierras, las palabras son tan afiladas como las espadas.
–En ése caso, Laird MacGregor, deberíais saber que también poseo una lengua hábil para los duelos verbales.
–Os lo concedo, mi Lady. Será un placer discutir los términos con una oponente de vuestro calibre.
Lady Evelyn inclinó la cabeza, aceptando el desafío. Sabía que las horas siguientes serían cruciales para el curso de los acontecimientos, estaba preparada para enfrentarse a todo lo que Laird Alastair tuviera planeado.
Editado: 22.04.2025