El alba apenas despuntaba cuando Lady Evelyn se despertó, inquieta por un sueño agitado que no lograba recordar del todo. Desde la ventana de sus aposentos, miraba como una espesa bruma rodeaba los valles como un velo blanco, ocultando los movimientos de los hombres de Cameron. Ese día, el aire era muy frio, cortante cómo las espadas. Pero había una tensión aún más helada que parecía haberse impregnado en los muros del castillo. Laird Alastair estába en el gran salón junto a la mesa principal, Forbes y dos capitanes discutían las estrategias en voz baja, señalando el mapa estendido sobre una gran mesa de madera. Laird Alastair levantó la mirada al ver entrar a Lady Evelyn.
–Mi Lady, no esperaba veros tan temprano– dijo Laird sorprendido.
– No he podido descansar, cuando el peligro está tan cerca, mí Laird. Sí puedo ser de utilidad, decidme cómo.– contestó Lady Evelyn.
Uno de los capitanes, un hombre corpulento, con mal carácter preguntó:
–¿ Dé utilidad, decís? – dijo mirando a Lady Evelyn – . Esto no es lugar para damas.
–No soy ignorante, señor. Aunque no pueda empuñar una espada ni comandar un batallón, le ruego que no me subestime.– contestó Lady Evelyn.
Laird Alastair levantó su mano, deteniendo cualquier intento de réplica.
– No tengo tiempo para discusiones inútiles –Nececitamos actuar, no quiero hombres de valor que sé comporten como necios. –¡ Dejadla hablar !– ordenó Laird. –¿Que os preocupa, mí Lady? – preguntó Laird Alastair.
Volviendo su atención hacia ella.
Ella se acercó al mapa, mirando las marcas que indicaban la posición de los Cameron.
–Los movimientos que describís son demasiado evidentes . Sí pretendiesen un asalto directo, no indicarían su posición con tanta claridad. Tal vez intenten desviar vuestra atención mientras preparan un ataque por un flanco más vulnerable.
Forbes la miró con seriedad.
–Es una teoría válida, pero ¿Que proponéis, mí Lady.? No podemos dividir nuestra tropas sin arriesgarlo todo.
Lady Evelyn levantó la mirada hacia Laird Alastair.
– Enviad exploradores para confirmar el número de hombres que son, y aseguraos de que no oculten más tropas en las colinas. Mientras tanto, fortalecer las defensas en las murallas traseras del castillo. Sí pretendéis un ataque sorpresa, no deben hallar un solo punto débil.– dijo Lady Evelyn.
–¡ Forbes, enviad a los hombres más ágiles hacía las colinas!– Aseguraos de que las defensas en el lado este, estén reforzadas antes del mediodía.
– Como deseéis, mi Laird – respondió Forbes, inclinándose antes de salir del salón.
Aunque se le notaba que no aprobada la indicación de Lady Evelyn.
Cuando todos los hombres salieron del gran salón, Laird Alastair se volvió hacia ella.
– Tenéis una mente aguda, mi Lady , pero os ariesgais al intervenir en asuntos tan delicados.
–Os lo dije, mi Laird. Sí puedo ayudaros a proteger este castillo y a quienes habitan en el, lo haré mi Laird.
–¿Y que os motiva, mi Lady? ¿ Es lealtad a vuestra palabra, o algo más?
Lady Evelyn sintió cómo se ruborizada y sus mejillas se ponían coloradas.
–La lealtad es una virtud que siempre he valorado, mi Laird. Lo demás, quizá , sea algo que ni vos ni yo comprendemos del todo... aún.
Un mensajero interrumpió en ese momento.
–Mi Laird, los Cameron han encendido nuevas hogueras en el valle. Parece que están movilizandose.
–¡Avisad a los hombres!—deseó que todos estén listos para el mediodía.
El mensajero se retiro apresuradamente.
Lady Evelyn había permanecído en silencio,y lo miró con precaución.
–¿Luchareis vos mismo, mi Laird?
–Siempre, no dejaré a mis hombres solos.–respondió Laird Alastair –Es mi deber como Laird.
–Entonces volved con vida, ¡prometedmelo! mi Laird—. Este castillo, está gente... Os necesitan.
Él la miró a los ojos.
– Y vos, mi Lady, ¿ Me necesitáis?
En ese momento entró el capitán.
–Mi Laird, lo necesitamos,venid.
Laird salió con el capitán, la pregunta quedó sin respuesta, Lady Evelyn se retiró a sus aposentos.
Quizás no entendía muy bien lo que sentía por aquel joven, pero en su interior sentía que su destino estaba inevitablemente ligado al suyo.
Editado: 19.02.2025