El castillo estaba lleno de actividad, mientras los preparativos para el anunciado banquete comenzaban. Sirvientes corrían de un lado para otro, cargando manteles bordados, candelabros de plata y grandes barriles de vino. Lady Evelyn miraba desde un balcón, con sus manos apoyadas sobre la barandilla de piedra.
Se escucharon sonidos de cascos de caballos aproximándose velozmente. Cuando miró hacía la entrada, vio a un grupo de jinetes que descendían por el camino. Al frente iba un hombre de mediana edad, con el cabello oscuro y algunas canas.
—¿Quién es, ése hombre? —preguntó Lady Evelyn, volviéndose hacia Morag, quién había acudido para ayudarla a vestirse.
—Es Sinclair Macleod, mi Lady. Un aliado de los MacGregor... Aunque algunos dicen que su lealtad está siempre en venta.
Lady Evelyn ante las palabras, que le dijo Morag. Vió en la miráda de Laird Sinclair, al desmontar del caballo algo que le resultó inquietante.
Más tarde durante la cena, Laird Sinclair se sentó junto a Laird Alastair en el salón principal. Lady Evelyn, estába al otro lado de la mesa, escuchando con atención mientras los dos hombres intercambiaban palabras en voz baja. La conversación parecía tensa, y aunque intentaban mantener un aire de cordialidad, las miradas de desconfianza eran inevitables.
—Espero que el banquete sea una nueva oportunidad para reforzar nuestros lazos, Laird MacGregor —dijo Laird Sinclair, levantando su copa con una sonrisa –—Despues de todo, tiempos como éstos requieren de alianzas fuertes.
—Eso es precisamente lo que pretendemos, Laird Sinclair –—espondió Laird Alastair con una sonrisa.
Lady Evelyn intervino...
—Las alianzas no solo se construyen con palabras, señor Sinclair, sino también con acciones. ¿ No es así?
—Sin duda, mi Lady. Y espero que vuestros clanes estén dispuestos a demostrarlo.–—dijo Sinclair.
Después de la cena, Lady Evelyn aprovechó un momento para hablar a solas con Laird Alastair. Lo encontró en la biblioteca, revisando un mapa sobre una mesa iluminada por la luz de una lámpara de aceite. Toco la puerta y dio unos golpes suaves con los nudillos.
—Pasad, mi Lady.–contestó Laird Alastair, sabía que era ella, por su perfume.¿Os, ocurre algo? —preguntó.
—Ese hombre... Laird Sinclair Madeod —comenzó Lady Evelyn, cerrando la puerta tras entrar—.No me fío de él, mí Laird.
Alastair levantó la vista del mapa, dejando el mapa a un lado.
—Lair Sinclair nos es necesario, mí lady. Sus tierras están en un sitio estratégico, y su apoyo podría ser decisivo si las tensiones con los Campbell aumentan o continúa .
—¿ Y si decide traicionaros? —insistio ella—.Vos mismo dijisteis que es un hombre que actúa por conveniencia.
—Todos tenemos un precio, Lady.—La clave está en asegurarse de que su lealtad nos sea más rentable que su traición.
—¿Y cuál es vuestro precio, mi Laird? —preguntó Lady Evelyn.
–Mi precio es la paz, mi Lady. Y haré lo que sea necesario para conseguirla.
Lady Evelyn sintió un escalofrío al oír sus palabras. Aunque admiraba su fortaleza y determinación, pero le preocupaba hasta donde estaría dispuesto a llegar para lograr sus objetivos.
Esa noche, mientras la actividad en el castillo comenzaba a disminuir, y las antorchas eran apagadas de una en una, Lady Evelyn estaba en su alcoba, pensado en las últimas palabras de Laird Alastair, haciendole inposible dormir....
¿ Laird Sinclair, estará dispuesto a vender su alma, por las tierras de los MacGregor?
Editado: 22.04.2025