Destinos entrelazados: El Alfa y la Omega

¿Qué quieres de mi? - II

Luego de estar un tiempo así rodeado por el misterio mismo, Dominieck por primera vez desde que me arrastro hasta este lugar elevo su cara para observarme.

— Hay tantas cosas que necesito que me contestes, necesito saciar mi duda por mi propia cuenta y espero que me des respuestas claras a cada una de ellas.

— Y porque crees que te respondería no eres más que un simple extraño para mí.

Mirándome fijamente con un evidente tono de amenaza dio algunos pasos para reducir distancia mientras me señalaba de forma inquisitiva.

— Mejor evita cabrearme más de lo que ya de por sí me encuentro, te aseguro que no te gustaría ver mi peor cara.

— No te prometo nada.

— Ok... entonces puedo suponer que me lo harás difícil.

— Que bueno que lo has notado, me ahorras el tener que decirlo directamente.

Una risa diabólica se formó en sus labios, escucharme pronunciar aquellas tales palabras habían hecho que de tal hombre se fuese derramada la última gota de paciencia, aunque aún no se atrevía a actuar.

De su cuerpo empezó a surgir una especie de humo, imagino ante nada que se trataba del efecto que se podía percibir tras haber surgido aquel inusual cambio de temperatura tras esta descender.

Pero no, ante todo no se trataba de eso, si no que más bien el tan descarado se encontraba realizando cambio de piel completamente ante mis ojos, así que sin duda la situación solo iría de mal en peor.

Dominieck ya con un aspecto animal dejando ver por completo su piel lobuna, mostrando sus dientes con evidente rabia buscaba intimidarme.

Aun así y sin embargo allí quieta me quede; debía sentir miedo, lo sé ante, tal actitud, es lo menos que debía de hacer supongo, pero sin embargo completamente serena me encontraba, cual conducta irracional se podía llegar a pensar que yo presentaba, pero sin dudas yo sentía que aquel simplemente no se atrevería a hacer algo contra mí.

Su voz ya sustituida por aquellos gruñidos comenzó a resonar en mi cabeza con fuerza tras cada jadeo y amenaza haciéndose escuchar.

— No me temes.

— Temerte como tal no, aunque ante todo prefiero mantenerme lejos de ti.

— ¿Por qué? Sabes que como alfa tengo la autoridad máxima alrededor de los límites de Belcier y que en mi calidad de líder puedo tanto salvarte como destruirte, yo en tu lugar me mantendría cercana y me tendría más como un fiel aliado.

— Lo sé, pero yo no soy tu.

Una expresión de confusión y de desconcierto tomo el rostro de aquel lobo, no entendía para nada mi forma de ser, aunque eh de admitir que eso, dudo que en este mundo alguien lo pueda llegar a hacer.

— Puedo imaginar que ante todo tu vida para ti es importante no es así.

— Claro que lo es Dominieck.

— Te tengo una noticia entonces, las respuestas que des ahora serán ante todo objeto de salvación o no para ti.

— Te lo he de repetir una vez más no te tengo miedo, ni a ti, ni a tus amenazas, pregunta lo que necesites, pero hazlo rápido para poder deshacerme de ti lo antes posible.

El desconcierto en Dominieck tras escucharme era completamente evidente, aquel no podía creer la forma en la que yo me encontraba hablándole como si nada, como si de un lobo cualquiera aquel se tratase.

— Valla carácter tienes, no me sorprendería en saber que nadie te quiere y que tu soledad ha sido parte de tu castigo Emma.

Sus palabras estaban empezando a sentirse cada vez más subidas de tono y con ello también mi enojo comenzó a crecer.

Allí sentada mi agitación empezó a notarse, mi ansiedad se volvió completamente visible tras aparecer aquel tic que domina los movimientos de mis piernas ante el estrés que la situación me producía, haciendo así que mis extremidades bailotearán de forma inconsciente.

— Que vas a saber tú de mí, niño rico de ciudad, tu burbuja está limitada meramente a manejar los bienes de tus padres, incluso puedo afirmar el hecho de que no conoces cómo se siente el verdadero dolor, el sufrimiento y por ende la soledad.

— No te atrevas a hablar de ellos Emma, no tienes el derecho de mencionarlos en tu sucia y mentirosa boca.

— Y que, si lo hago, crees que me voy a quedar callada a pesar de encontrarte con tal forma, pues no, lo dicho, dicho esta y aun amenazándome no cambiaras la realidad.

La ira de aquel crecía tras cada palabra mía y con ello mi confusión también, no comprendía para nada el hecho de todo lo que estaba pasando y aún menos el porque me había traído hasta aquí con tanta insistencia, mientras se encontraba realizando preguntas casi al azar.

Mirándole respire profundamente y me puse de pie mientras aún mantenía los brazos unidos a mi cuerpo pues era inevitable el no sentir aquella marejada de sensaciones que producía la baja temperatura en mí.

— No sé qué es lo que buscas, ni mucho menos que es lo que esperas escuchar, pero es evidente que esto no nos llevará a ningún lado.

— En eso ambos estamos de acuerdo.

La verdad me importaba poco lo que de su persona pudiera venir solo quería marcharme salir de allí, así pues, en un intento de huida empecé a caminar como si no me importara nada mientras que aquel mostraba los dientes amenazadoramente.

Con confianza di aquellas pisadas y por su vera cruce como si lo que allí se encontrase fuera una ilusión creada por mi propia mente a la que no le di importancia, comparándolo a él con la nada misma para no retroceder.

Pensé que realmente aquel me dejaría ir, si lo sé, fui tonta en pensar que mi libertad la obtendría tan fácilmente en aquel momento, aunque era completamente evidente que no sería así y solo vasto una leve distracción mía para que aquello se acalorará aún más.

Confiada me acerque hasta la puerta ahogándome en un mar de pensamientos y miedos no obstante allí una vez más actuando aquél como cual cobarde intento atacarme mientras aun le daba la espalda.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.