Destinos entrelazados: El Alfa y la Omega

Tío Martín símbolo de la ostentosidad y el caos culinario

Por alguna razón yo tras ser tomada por cual impulsó al encontrase mi mente inundada de aquellos recuerdos empecé a zarandarme tomada por la emoción evidente pues por cómo cual juego de niña alegre realice algunos saltos juguetones.

— La casa de las flores así la conocían los transeúntes, mis mejores y más preciados recuerdos los tengo con ellos y los abuelos precisamente en ese lugar, ellos le dieron sin dudas completo color a mi mundo.

Lina me observó pendiente y atenta a cada una de mis palabras, la emoción me había segado por lo que me mantenía extasiada así que más que nada me encontraba con la guardia baja cuando la escuche decir.

— Siempre te escucho hablar de ellos con tanta alegría y con tanto amor, pero la duda en mi permanece, lo siento si mi pregunta supone incomodidad para ti, pero, y tus padres Emma.

Vaya sorpresa la verdad, aunque no debería de asombrarme tanto, ante tal cuestionamiento pues es comprensible que en cuanto diera a conocer parte de mi vida que la pregunta sobre mis progenitores en algún momento reduciría.

Sin saber qué hacer y mucho menos que decir deteniendo en seco mi marcha con una voz un tanto apagada musite a Lina.

— Soy huérfana, mis abuelos y los tíos son mi única familia.

Repliqué aun a pesar de ser consciente de que aquella verdad se encontraba a medias.

— Lo siento, no lo sabía.

Sus disculpas parecían ser sinceras y comprensibles, aun así, escucharle traer a los tales a colación traía consigo sentimientos no tan agradables para mí.

La nostalgia y el dolor me arremetieron de inmediato tras notar la ausencia en carne propia de quienes amo, pero a pesar de ello yo en ese momento no iba a permitir que tales sentimientos detuvieran mi alegría y precisamente justo este día así que simplemente ignore tales contrariedades que se habían alojado en mí, eh indique.

— Descuida no pasa nada, mejor apresurémonos el tío debe de estar esperándonos.

Sin esperar respuesta alguna de ella empecé a reanudar mi marcha haciendo cada vez más rápido mi andar.

— Emma, espérame... — gritó Lina en el acto.

Para que Lina no se sintiera incómoda por mis reacciones y culpable por traer aquello a colación empecé a retarle pues necesitaba que aquel sentimiento de incomodidad que se había formado entre ambas se disipará así que dándole la cara camine de espaldas hacia la casa en reversa.

— A que no me atrapas — promulgue con una sonrisa completamente visible.

Sin ella querer la obligue a seguir a aquella jugarreta y antes de que aquella lo notara tal chica ya se encontraba siguiendo aquel juego junto a mí y así nuestra risa inundó todo aquel lugar nuevamente.

Con cada paso que dábamos la distancia que nos dividía de la fachada de la casa era cada vez menor, así que teníamos que ir planeando lo que por siguiente haríamos en caso de nosotras estar ante una equivocación.

— Y si no es la casa, Emma.

— Pues tendremos que buscar otro taxi que sí nos pueda llevar al lugar.

Lina una vez que me escuchó se volvió para observar el trayecto que ya habíamos recorrido desde la entrada, pues para perezosa en sus días de descanso no hay nadie que le gane.

— Volver de nuevo por ahí, no, no y no.

Ante sus expresiones no pude evitar reírme.

— Si toca, toca, vamos no seas floja.

Gracias a los cielos que antes de que la contrariedad llegará entre las dos la puerta que ante nosotras se encontraba separada por algunos pocos metros se abrió.

Detrás de ella la figura del tío se hizo notar y con la alegría que le caracteriza nos dio la bienvenida.

Sin pensarlo ni siquiera un segundo ante nosotras aquel abrió sus brazos y nos unió a él mientras nos dirigía a cada una hacía un costado.

Aquel estaba sumamente emocionado de tenernos a ambas finalmente allí tanto que no le importó invadir nuestro espacio.

— Pensé que nunca llagarían.

Repuso tal hombre tras apretarnos fuerte y luego de un tiempo tras notar que necesitábamos recuperar aire tras su apretón con delicadeza nos soltó dejando a un sobre nuestros hombros sus manos.

Tras apartarse Lina y yo nos dedicamos a contemplar la imagen del tío, el caos que este portaba en su ropa era alucinante a pesar de que llevaba un delantal puesto las marchas de lo que presumimos era harina relucía tanto en su rostro, como en su ropa y calzado.

— Pero qué le ha pasado señor Martín — exclamó Lina al verle — mínimo destruyó la cocina.

— No del todo... oh eso creo, al menos estimo que algo se puede llegar a salvar y gracias a Dios que ustedes están aquí para que me puedan ayudar.

— Si la tía Susan te ve así temo que tu cabeza rodará — le miré por un momento mientras intentaba pensar ante el posible desastre que tal hombre habría quizás desatado.

— Ahora pensándolo bien, si eso eres tú tío Martín no quiero ni pensar como estará la cocina.

La vergüenza que le producía tal situación sumado al estrés que este sentía lo obligaron a emitir cuál risa inquieta a la vez que llevaba su mano izquierda hasta la parte trasera de su cabeza, pues aquél había finalmente entendido que sin dudas se encontraba metido en un gran embrollo.

— Eso será mejor que lo vean por ustedes mismas, pues temo que se encuentra todo patas arriba.

Pensé que tal vez y digo tal vez a pesar de aún no ver la cocina las sorpresas no serían muchas a esperar, digo pues dudaba que aquella imagen pudiera llegar a hacer tan desastrosa, pero tremendo error, pues con solo colocar un pie en el interior de aquella casa se escuchó una voz femenina a todo pulmón gritar.

— ¡Auxilio, auxilio! Por favor que alguien me ayude.

El tío emprendió la marcha con gran agilidad tal vez estimó que en ese momento quizás había corrido como nunca en su vida lo había hecho, suponiendo claro está.

Aquel hombre se esfumó como si se encontrase ante una maratón y tras cruzar el gran salón que da la bienvenida a quienes ingresan en la mansión donde precisamente nos encontrábamos dobló en U atravesando la sala común tomando de seguido el pasillo que conduce directo a la cocina.




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