Destinos entrelazados: El Alfa y la Omega

Tú, mi fiel tormento

Cabizbaja allí permanecí, con un sinfín de inquietantes sensaciones que cruzaban por mi entereza sin piedad.

Algunas emociones ante todo son más fuertes que otras como lo es la rabia, la cual es capaz de relucir sobre todas las demás y por ella se tiende a ser de manera muy impulsiva cosa que sin dudas a la mayoría nos pasa, razón que por lo mismo termine azotando aquella puerta ante su persona.

Ahora bien, aunque para nada soy partidaria de la violencia Dominieck sin dudas estaba realizando todo su mayor esfuerzo para ganarse la lotería, donde a fin de cuentas el premio mayor en recibir sería un buen golpe de mi parte, uno como nunca se lo he dado y que sin dudas estimó experimentará más temprano que tarde.

Con mi reacción estaba casi segura de que aquel hombre se había probablemente marchado, rogaba a los cielos porque aquello fuese así, aunque es bien sabido por mí que tal sujeto es difícil de intimidar, lo que lo hace aún más difícil de lidiar.

Por lo cual, a pesar de todo buscaba entender la verdad que probablemente había detrás de su forma de ser por lo tanto intentaba entender que era lo malo que había en él, porque sin dudas no era algo normal que presentara tales cambios de humor y de carácter drásticamente y en tan cortos lapsos de tiempo.

Para mí era algo ilógico e impresivo su actuar tanto que daba la sensación de que, en vez de estar tratándome con un hombre hecho y derecho, lo que ante mi tenía era un simple niño caprichoso.

Ahora bien, a pesar de todo siempre intento buscar la manera de comprender por qué lo hace, porque disfruta provocarme de tal manera en la cual el disgusto forme parte de nuestra extraña, incierta e irónicamente sutil relación, pero por más que lo intento siempre termino debatiéndome entre dos opciones.

Primero, por un lado, puedo suponer y por ende llegar a hacerme una simple idea de que aquel se trata de un mero tonto en el cual no hay nada para cambiar y que solo se interesa por sí mismo.

En tanto que por el otro lado estaba la suposición de que a tal hombre le gustaba mucho tentar a su suerte, así mismo que disfrutaba probarla y llevarla hasta su total límite, lo que haría esto de ser cierto un asunto mucho peor para lidiar, aun así, cualquiera de las dos opciones no da un punto muy positivo a su favor que digamos.

Así que, quieta y pensativa me quedé allí acomodada mientras intentaba calmarme conforme iban apareciendo pensamientos en mi conciencia buscando así yo obtener un respiro de todo este tormento, aunque la verdad suponía que aquello sería por poco tiempo puesto que pocos segundos después de nuevo terminaría viéndole a la cara a tal sujeto por nueva vez.

Dominieck como si se tratase de su mera propiedad, en la que nos encontrábamos o como si aquel contase con autoridad sobre mí, abrió aquella puerta con completa determinación y se adentro en las inmediaciones de aquella recamara con el pecho completamente erguido.

Inmediatamente la puerta quedó de par en par ambos nos observamos y nos examinamos con astucia, pero sin decir una palabra.

Dominieck al yo contemplarlo era bien visto por mí que se encontraba inquieto podía percibirlo al notar como su cuerpo se tensaba, pero aun así seguía con aquella actitud de perro gruñón y de pocas pulgas mirándome fijamente.

— ¿Qué voy a hacer contigo Emma? Dime — replicó mientras mantenía aquella actitud de tener pocos amigos y siendo aquellos los únicos a su lado, pues los que puede usar para su mera conveniencia.

— Eso debería de preguntarlo yo no crees, no entiendo cómo puedes llegar a ser tan bipolar.

— Simplemente soy como soy; es más tú Emma puedes hacerte a la idea de que yo soy un pequeño y cómodo navío de emociones, al cual no le teme navegar mar adentro en las cálidas aguas del océano — pronunció al tiempo que elevaba su mano izquierda y simulaba formar olas en el aire.

— Pequeño y cómodo navío... lo dudo, más bien eres un barco a la deriva, pirata para colmo desproporcionado y vuelto un caos con una panda de tripulantes atroces, por lo mismo sé que lo que dices es una vil excusa, cosa que he de decir que no... para nada creo que realmente seas así, más bien siento que la estupidez no te deja ver más allá, por lo tal te puedo decir, que mostrarte débil no te hace menos hombre si es lo que supones.

— ¡Oh! Emma me ofendes con tus palabras, tu y esa boca tuya terminarán envueltas en un problema mayor jovencita eso te lo aseguro.

— Siempre y cuando esos problemas no te incluyan yo sería feliz, porque tú sin dudas Dominieck eres mi mayor prueba.

Domienieck al escucharme se acercó con aquella sonrisa maliciosa, atento a cada uno de mis movimientos, mientras que desde lo alto al encontrarse de pie me observaba ya que aún yo permanecía sentada, sin dudas podía notar que probablemente todo de nuevo estallaría al ver el fuego que ardía en sus ojos situación que temía que se volviera aún peor para lidiar.

Aquel hombre miró mis manos valla que lo vi hacerlo, específicamente miraba lo que guardaba en ellas y de ellas tomó con rudeza las zapatillas que traía sujeta, prácticamente me las arrebató fría y calculadoramente antes de proceder a agacharse usando cual pose de algún caballero de flamante armadura.

— Se que puedes estar pensando que soy un completo animal porque no puedo ser delicado contigo, pero no intento dañarte solo quiero descubrir la verdad.

— De qué verdad hablas, no entiendo, por lo tanto, sino me explicas no sabre que hacer y mucho menos apoyarte o defenderme.

— Descuida ya lo harás.

Aquel hombre agacho su mirada y la fijó en mis pies los cuales traía recogidos hacia la parte baja del reposa cama de por sí un tanto escondidos manteniendo cual posición cómoda para mí.

Una vez aquel los descubrió dirigió su mano derecha con cuidado hasta mí, dividió el agarre que ya había hecho con mis pies y tirando hacia él mi pierna, colocó aquel calzado primero en uno luego en otro procurando fijar bien aquel calzado en mis pies.




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