Destinos entrelazados: El Alfa y la Omega

Y no puedo evitar sentirme ser domado por ti

— Es enserio Emma, tan fácil me vas a creer — repliqué indignado tras no ver algún acto de rebeldía de su parte — dime, donde está la chica peleonera y que hace valer siempre por sobre todo su entereza, porque ahora mismo créeme que no la veo.

— Ella no siempre se hace ver como en esta ocasión, cuando eso ocurre me muestro yo, lo que verdaderamente soy, una triste y desdichada persona la cual no sabe ni siquiera a dónde la conduce la vida, no tengo planes y nada que seguir, no tengo rumbo, así que tienes razón todo en mi carece de sentido — indicó Emma perdida, envuelta en sus pensamientos

— Ahora bien, Dominieck te lo pido con el corazón en las manos y con completa sinceridad, te puedes marchar, quiero estar sola un tiempo.

Algo sin dudas no iba nada bien, Emma estaba irreconocible y podía notar como la tristeza se hacía paso entre su rostro buscando como escapar a través de sus ojos, pero ella las reprimía junto toda emoción y yo entendía que antes de hacerle un bien simplemente aquello la lastimaba aún más.

Ante el pedido de aquella intenté obedecer así que mirándola como se perdía observando el millar de árboles que se extendían por cientos y cientos de kilómetros a la redonda, mientras que aparentemente se consumía por la soledad misma, en silencio empecé a alejarme queriendo darle su espacio, pero sintiéndome ser la basura más grande de este mundo.

Ya me encontraba cerca de la cama cuando al observar hacia atrás pude verla y en un solo instante, aquella simple chica sin hacer el más mínimo movimiento me hizo sentir horrible, miserable e idiota.

La mire, respire profundamente y por un momento al sentir como mis sentimientos eran movidos por su dolor, algo me conmovió, lo pensé y aunque lo lamentase sabía que debía de hacer algo pues entendía que no podía dejarla sola allí así que pensé.

— Solo espero hacer lo correcto.

Por alguna razón sentí que Emma se encontraba reprimiendo su dolor y algo me decía que simplemente se asfixiaba, ella quería salir corriendo, pero la marejada de sucesos se lo impedían, lo peor era que yo sabía que solamente todo se pondría mil veces peor antes de mejor y sin dudas con el movimiento de los lobos tan cercano e incierto ligado a su inusual interés en ella era algo evidente de entender de que Emma se encontraba justo en el medio de aquella tormenta.

Así que admirándola en silencio me acerque y me posicione justo a un mínimo paso detrás de su persona, mientras que desde allí miraba como ella temblaba; una vez listo coloque mi brazo derecho alrededor de su cuello usándolo como soporte hacía que lentamente aquella pegara la parte posterior de su cabeza contra mi pecho mientras que con la mano izquierda acariciaba con delicadeza su brazo contrario y de continuo indique.

— Solo déjalo salir.

Y como si fuera algo que ella se encontraba esperando desde hacía rato, Emma llevó su mano derecha hasta el brazo que tenía en su cuello y allí me apretó con fuerza al tiempo que clavaba sus dientes contra mi piel intentando aplacar estimó el sonido que con rudeza intentaba salir de ella quizás para no asustar a los demás, en caso de que la escuchase mientras que se dejaba tomar por lo que sentía hasta estallar finalmente en un gran e incontrolable llanto.

Emma lloró, tanto como nunca lo había visto hacer por una persona y se aferró a mi como si yo fuera su única salvación.

Yo quien tanto la ha hecho dudar incluso de sí misma, era lo único a lo que ella en aquel momento se podía aferrar en este mundo para mantenerse aun cuerda.

Pasado un tiempo Emma finalmente reaccionó, se tranquilizó y de nuevo la calma se hizo en ella.

Para aquel momento yo aún la tenía envuelta entre mis brazos, su olor me transportaba por los viejos recuerdos del ayer y extrañamente mientras ella yacía desconsolada yo me sentía vivir al sentirla tan cerca de mí, mientras su calor se combinaba con el mío.

— Emma vamos dime ¿Qué ocurre? Créeme que quedándote callada yo no te puedo ayudar.

— No es nada, ya se me pasara.

Escucharla era algo gracioso porque yo sabía que no era así.

— No te creo nada, sé que te encuentras mal, aunque lo niegues e intentes disimular tu malestar detrás de una sonrisa falsa porque el miedo es evidente que te está consumiendo en vida.

— Yo, sentir miedo, no Dominieck eso es una tontería.

— No, no lo es, porque no más bien me dices, los extrañas.

— ¿A quiénes?

— A tus abuelos, estimo de que hace mucho tiempo no les ves.

— La verdad si demasiado, ellos son mi luz.

— Y dime algo Emma ¿Dónde están? ¿Por qué no están contigo?

— ¿Por qué me preguntas eso?

— Porque te escuche, escuche cuando le pedías a ellos en medio de las pesadillas que regresaran, dime Emma ¿Acaso hay algo que no, nos has dicho?

Emma al escucharme se tensó horriblemente y podía sentir como su corazón aumentaba acelerando velozmente su marcha, parecía incluso que ante su nerviosismo él mismo intentaba salir corriendo de su pecho.

— No digas tonterías, ellos están bien, imagino que a esta hora deben de estar dando una que otra vuelta por Venecia como parte de sus marchas mañaneras.

Emma al decir aquello rompió el agarre con el que la mantenía sujeta y alejándose de mí arregló su abrigo, cubrió su cuerpo y nuevamente volvió actuar como la chica que yo conocía.

— Ya basta, es mejor que dejemos de hablar de mí, hay cosas más importantes a las cuales prestarle atención más bien dime, no se suponía que te irías hace rato.

— Si se suponía, pero no seas mal agradecida sabes bien que me he quedado porque sabía que no estabas bien.

Y he aquí, el caos se hizo nuevamente volviéndonos a ambos a la realidad, sin dudas Emma junto a su doble personalidad habían vuelto, rayos y que molesta que es, aunque la verdad no puedo negar que me sentía bastante a gusto teniéndola cerca.




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