Destinos entrelazados: El Alfa y la Omega

No me sueltes...

Así como ingresamos en paz por un momento a aquel sitio tal sentimiento de la misma manera nos envolvió, la serenidad que allí se sentía no tenía precedentes lo que la hacía extremadamente incierta.

— ¡Y ahora que Emma! — cuestionó aquel al encontrarse un tanto abrumado por la tranquilidad que se podía sentir, lo que le infundía una enorme desconfianza.

— No lo sé, por lo general una vez entras a la niebla esta te empuja gradualmente hasta el camino que según ella es adecuado para ti, o se abre sin más permitiéndote contemplar la cabaña y por ende ingresar a aquel estrecho en el cual tal casa se encuentra, pero nunca en los años que tengo ingresando en el bosque había ocurrido esto ante mí.

— Entonces esto es tan nuevo para ti como para mí.

— Si, lo has dicho bien.

Dominieck y yo allí quietos permanecimos mirando hacia todos lados buscando quizás un halo de luz el cual seguir para intentar salir de aquel lugar, cosa que no entendíamos a sinceridad como lo íbamos a lograr pues nuestra visión e incluso nuestro olfato para aquel momento parecían encontrarse algo bloqueados.

Dominieck no se confió, mucho menos se tranquilizó y al sentirse oprimió por aquello pensó que lo mejor ante todo sería dar pelea, así que con valentía o quizás torpeza dio un primer paso hacia adelante y yo tras encontrarme eventualmente unida a él lo seguí.

Aquel sin dudas fue el primero y el último que eventualmente propiciamos para aquel instante tras notar como aquel elemento había empezado a agitarse envolviéndonos en su centro a medida que aumentaba su rotación, mientras que su fuerza aumentaba inconmensurablemente.

El viento comenzó a agitarse, a hacerse más con rudeza mientras que la niebla había iniciado a cubrirnos a nosotros deliberadamente llegando incluso está a un extremo tal que incluso nos impedía poder contemplarnos a nosotros mismos en medio de aquello, nada ante la niebla quedaba visible todo era eventualmente oculto haciéndonos ciegos provisionalmente quedando pendiente a lo que ocurría luchando contra la nada.

Pasado un momento de la nada se comenzó a elevar un enorme ventarrón que agitaba sin descanso nuestra existencia, aquello se podía llegar a sentir con tanta fuerza que parecía que con rudeza intentaba arrancarnos de allí.

El viento sopló, sin medida ni descanso batiendo con intensidad cada espacio alrededor nuestro, entre tanto que Dominieck y yo luchábamos para mantenernos aferrados el uno del otro como si fuéramos una misma parte de un solo ser, nuestras manos a pesar de la insistencia y la fuerza que aquello propiciaba no llegaron a ser separadas ni el más mínimo instante.

Ahora bien, fue gracias a esto que cuando aquello intento tomarme una vez se aferró a mi cuerpo por la parte posterior para buscar evidentemente apartarme de él y llevarme quizás a otro lugar como solía hacer, que Dominieck con vigor tras sentir como era distanciada de su persona tiró de mí, me aferro a su cuerpo y no me dejo, ni se rindió en ningún momento.

— No me sueltes — exclamé manteniendo una evidente nota de miedo.

A pesar del ruido, la confusión e incluso la falta de visión Dominieck luchó contra aquello sin importarle nada y mucho menos sin saber siquiera de que se trataba aquel dio pelea, con nobleza lo hizo y al verme implorar por su auxilio lo escuche gritar casi de seguido.

— No te la llevaras — y dirigiéndose hasta mi índico — Emma abrázame fuerte y cierra los ojos pequeña, te prometo que no te dejaré ir así sea lo último que haga en esta vida.

La pelea entre aquellos dos fue larga y agotadora, en tanto el dolor que yo sentía en mi cuerpo una vez experimente aquella disputa era atroz, por el dolor grite y por el miedo me aferre a aquel hombre como nunca había siquiera pensado hacerlo alguna vez.

Dominieck me sujetaba con recelo como si yo ante todo le perteneciera, su cabeza firme estandarte se aferraba sobre la mía tras presionar aquel su barbilla sobre la misma, mientras que con sus manos se aferraba a mi recelosamente, la calidez que emanaba tal hombre para aquel momento era indudablemente perceptible ante ello podía sentirme protegida y resguardada, pero aquello no quitaba que el miedo se había alojado en mi rápidamente.

Con su mano izquierda aquel busco para aquel instante aferrar mi cabeza contra su pecho sirviendo de cual soporte, roca firme y maciza incapaz de ser separada de su lado gracias al enorme esfuerzo que aquel hacía, entre tanto con la otra una vez dispuesta alrededor de mi cintura me obligaba a aquel a permanecer firme junto a él.

Confiado aquel hombre me sostuvo como si yo fuera el ser más preciado en su vida mientras todo aquello continuaba con tal intensidad y entre tanto aún permanecíamos envueltos en aquel tan afable y extremadamente cálido abrazo que Dominieck me guio hasta el suelo buscando un punto medio para así esperar e intentar ver qué rumbo todo aquello iba a tomar.

Pasado un rato todo se tranquilizó, el tiempo que transcurrió dentro de tal agonía lo desconozco, pero estimo que ronda este unos pocos minutos, el silencio se hizo junto a la calma nuevamente mientras una suave brisa se sentía chocar contra mi piel.

— Estas bien — cuestiono Dominieck antes de que finalmente yo reaccionara y abriera mis ojos para contemplarle, ante mí rostro bañado en lágrimas aquel hombre se quedó perplejo observándome con preocupación y miedo.

Aquel hombre apartó sus manos de mí una vez no sintió peligro, aún con más empeño lo hizo al retirar justo la que yacía en mi cintura y ante la humedad presente que recorría mis mejillas con tristeza frotó sus dedos contra ella intentando apartar con exigencia la humedad que por ella se deslizaba dejando cual rastro tras de sí plasmado sobre mi piel.

— Te puedes poner de pie.

— Eso creo.

Dominieck soltó su agarre, se alejó de mí por algunos pocos centímetros para ponerse de pie mientras que de seguido extendió sus manos en mi dirección para así ayudarme a incorporar ayuda que sin dudas acepté.




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