Destinos Vampíricos | 3

Ausencia

Ocupado con la purga, Daniel apenas si había notado el paso de las horas. Tras la masacre del personal de servidumbre y de aquellos quiénes a su juicio eran traidores, el nuevo rey había decidido vaciar las mazmorras. El lugar quedó desalojado por completo, cada vampiro cautivo que retenían allí por uno u otro crimen fue llevado cruzando el continente hacia volcanes activos, donde los dejaron caer. Sin embargo su destino sólo fue conocido por aquellos quiénes recibieron la orden del acto, León no permitió que nadie más supiese detalles acerca de la ejecución. Cada esclavo y cada empleado en la casa del sol fue decapitado, cocineros, servidores de alimentos, encargados de limpieza, auxiliares de baño y arreglo personal, mucamas, guardianes, el esbirro, mensajeros, jardineros, músicos. Culpables e inocentes, todos pagaron por igual.

Sólo cuando la soledad de los pasillos empezó a llenar el palacio Daniel dedicó atención al cuerpo de Voohkert, a preparar su sepelio. Volviendo a intimar con el luto de su corazón por la pérdida sentida, descubrió lo desamparado que se sentía sin la presencia de Akie, allí cayó en cuenta del tiempo transcurrido y le preocupó que ella aún no hubiera regresado.

A mitad de funeral Daniel no paraba de preguntar sobre su esposa al poco personal de confianza que quedaba, queriendo saber si ya habría llegado a Montemagno. Para cuando las ceremonias terminaron, la ansiedad se lo comía vivo.

–¿Dónde está Akie?– empezaba ya a preguntar Ellie.

–Ha de estar por llegar– respondió él, acariciando su mentón, sin querer demostrarle a su hija la incertidumbre –Es tarde, ve a dormir.

La niña, cuya conversión no había sido sucedida todavía, dormía todas las noches. Elizabeth se había encerrado a llorar en su nueva habitación. 

Daniel empezaba a organizar una cuadrilla del ejército para ir a buscar a su mujer, cuando un comunicado llegó a sus manos, eran reportes de los bancos, dejando saber los movimientos que Akie había hecho.

–¿Pero qué es esto?– el papel tembló en conformidad con su pulso, muchos pensamientos le cruzaron y cada uno fue más confuso que el anterior.

–¿Sucede algo?– inquirió el Máximo general.

–Tiene que ser un error– convino Daniel –Iré hasta allá, veré por mí mismo qué significa.

Por la falta de personal León no consiguió dividir a los suyos lo suficiente como para abarcar todas las tareas al mismo tiempo. Una cuadrilla debía resguardar Montemagno, otra más proteger a su hija, y una más cuidar de Elizabeth, las aguas aún no se acomodaban en su justo cauce. Siendo así, decidió ir en compañía de tres vampiros de confianza.

El viaje fue largo y lo que encontró al llegar no fue más alentador. Tal como sus administradores habían hecho saber, la mujer había despojado a Daniel de todo capital que atesorara en los bancos. Él y sus hombres hicieron rastreo, pero para entonces su efluvio había desaparecido. 

Pensando que tal vez ya hubiera regresado a Montemagno, el Zethee volvió junto a uno de sus compañeros, dando al resto la orden de continuar una búsqueda más exhaustiva. Sin embargo en su palacio le esperaba una nueva carta: la ruptura de su unión matrimonial junto a la marca de sangre dejada por Akie. 

Daniel no pudo reaccionar. La confusión, la decepción, la tristeza, y la rabia se mezclaban en un solo sentir. Hasta ese día él había estado seguro del compromiso y amor que Akie tenía para con él. Ahora llenaba su cabeza con toda clase de ideas, que iban desde relacionarla con la traición hasta la renuncia a él por rechazar su plan de huida. Elizabeth fue la primera en enterarse, juntos intentaron justificar lo que había hecho pero nada de lo que se les ocurriera le daba sentido. 

Antes de contarle a Ellie decidieron esperar. Durante días nuevas cuadrillas iban en su busca, Daniel necesitaba verla, hablarle, escuchar todo de ella misma y quizás hasta encontrar la forma de resolverlo... pero Akie había desaparecido sin dejar huellas.

Sabiendo que sus asuntos personales no podían interferir, el Zethee siguió adelante. La sociedad estaba en un punto en el que requerían de un líder tanto eficaz como eficiente y no había tiempo que perder. 

Pero a solas se dedicaba enteramente a pensar en ella. A recordarla. A extrañarla... la tristeza de Ellie por la ausencia ponía más peso a su carga, aunque frente a todos los demás León sse mostrara como roca fuerte incapaz de flaquear. Su desánimo privado muchas veces lo tentó a rendirse, pero la lealtad para con Voohkert y las promesas hechas sobre su tumba le obligaban a avanzar. 

Su hija también. 

Ella se había deprimido, y al cabo de un tiempo Daniel empezó a odiar a quién fue su mujer. Internamente la culpaba por el dolor de su niña, la nostalgia por la ausencia de Akie había reemplazado la alegría con que solía vivir. Por Ellie se exigió a sí mismo cerrar la herida en su corazón, aunque en el fondo sabía que no había pasado más que una débil sutura, tan escuálida que sería muy difícil verla convertida algún día en cicatriz. 



#258 en Fantasía
#186 en Personajes sobrenaturales
#131 en Thriller
#61 en Misterio

En el texto hay: vampiros, romance, sangre

Editado: 11.01.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.