Decir que Michael Daaé tuvo el susto de su vida cuando ambas chicas aparecieron en su puerta todas empapadas y con las ropas manchadas de mugre sería un eufemismo.
El pobre hombre casi sintió que se le salía el corazón cuando las vio pálidas, muertas de frío y con los ojos llorosos, aunque, desde el punto de vista de Daphne, podría haber tenido una reacción peor si no hubiera hecho jurar a Lorraine que no le dirían nada sobre el incidente con el Lamborghini.
De cualquier manera, su padre se desvivió por hacerlas sentir mejor esa madrugada y por nada del mundo les permitió hacer otra cosa más que ir a lavarse para después tomar un chocolate caliente y meterse en la cama, donde las dos cayeron rendidas al apenas posar sus cabezas en una almohada.
La inconsciencia era un reino oscuro y retorcido al cual Daphne temía sumergirse, pero para su gran sorpresa, cuando se despertó a la mañana siguiente, descubrió que era la primera ocasión en su vida que no había tenido pesadillas.
Se sintió extrañamente plácida mientras se levantaba e iba directo al lavabo de su baño. Abrió la llave del agua fría, ahuecando un poco entre sus manos, antes de mojarse la cara. Al instante, sintió cómo eso despertaba sus sentidos por completo.
Miró su reflejo en el espejo y casi pegó un grito ahogado al contemplar la maraña enredada que era su cabello. Muchas personas en su vida le habían dicho que era hermoso. Los rizos que se le formaban cuando lo peinaba y cuidaba sí eran preciosos, pero eso sólo ocurría el 25% del tiempo. El otro 75%, su cabello era una masa indomable de pelambre, cuyo único medio de control era cualquier peinado atado.
Ese día, como la mayoría de los otros, parecía como si tuviera un nido de pájaros sobre su cabeza. Le echó un vistazo al espejo con resignación y tomó el cepillo de su neceser para desenredarlo. Cuando finalmente logró controlarlo un poco, empezó a quitar los cabellos del peine, pero un destello de algo sobre el bote de su ropa sucia llamó su atención y recordó que el brazalete se había quedado en el bolsillo de su delantal. Se apresuró a extraerlo de su ropa y lo contempló con atención.
Seguía siendo tan deslumbrante como lo recordaba de la noche anterior, pero extrañamente, le infundía gran tranquilidad el tenerlo cerca y pensó que quizás, si no encontraba a su dueña, podría quedárselo.
Aunque parece poco probable que alguien no quisiera recuperar algo tan fino.
En su habitación, Lorraine seguía durmiendo echa un revoltijo entre sus almohadas y el edredón morado de su cama. Su roja cabellera tenía un brillo singular bajo los rayos del sol que se filtraban por su ventana.
Revisó su reloj despertador y notó que eran las diez de la mañana.
Ay, ¿cómo es que nunca puedo levantarme a una hora decente? Duermo como si estuviera muerta y Lorraine ni se diga.
Bajó a inspeccionar qué había en la cocina para desayunar y encontró una caja de cupcakes de su tienda favorita con la siguiente nota de su padre:
"Supuse que no despertarían hasta tarde, así que pasé a comprarles el desayuno. Hay leche con chocolate en el refrigerador. Procuren no estar en cama todo el día, pero sí tomarse las cosas con calma, ¿de acuerdo? He dejado una lista de encargos del supermercado que me gustaría que pasaras a comprar después de tu cita con la doctora Clark. Regresaré tras una junta de profesores."
Michael
Genial. Pastelillos y leche con chocolate para desayunar. Dulce Jesús, realmente amo a mi padre.
Puso la caja de cupcakes sobre la barra y sirvió dos vasos de leche mientras esperaba a que Lorraine se despertara con el sonido de una de sus películas de comedia favoritas.
White Chicks estaba iniciando cuando su amiga apareció en la cocina toda adormilada, tallándose los ojos.
–Mmmm. El sonido de la voz de los hermanos Wayans me sacó de mi hermoso sueño –dijo con voz ronca al tomar asiento–. Detesto que uses a White Chicks en mi contra, ¿sabes? Estaba teniendo un sueño caliente.
–Es la única manera de hacer que te unas al mundo de los vivos y gracias por la excesiva información sobre tus depravados sueños eróticos.
Lorraine se rió divertida.
–A veces se me olvida que eres una puritana melodramática, yo... –paró su parloteo apenas notó la caja de cupcakes sobre la barra–. ¡Uy! ¡Pastelillos!
Se llevó uno a la boca, gimiendo de placer al saborear el relleno de crema batida.
#21273 en Fantasía
#44463 en Novela romántica
amor odio suspenso muertes amistad dolor, drama amistad dolor tristeza primer amor perdida
Editado: 10.05.2020