De camino a casa mandó un mensaje a Michael para saber cómo iba la junta de profesores, pero no obtuvo pronta respuesta, así que tuvo tiempo suficiente durante el trayecto para reflexionar.
¡Hay posibilidad de una cura para mi enfermedad! Dios, eso sería maravilloso. No más monstruos ni sangre ni muerte... aunque la Dra. Clark dijo que no me hiciera muchas esperanzas, yo... Me gustaría que se terminaran.
Cruzó la ciudad en modo automático, atravesando el tráfico característico de San Francisco sin mayores complicaciones. Cuando llegó a su hogar se estacionó en el frente y se quedó quieta, observando la calle sin apuro de entrar. Necesitaba un momento a solas.
Pero como si mi condición no fuera suficiente con lo que lidiar, también debo preocuparme por las Sexys. Si ya desde antes de entrar a clases han fijado la mira en los Maxwell, Lorraine y yo vamos a estar en problemas. Eso si mis instintos no están equivocados y a ella le interesa Brandon.
Ese último pensamiento le produjo escalofríos.
Miró su hogar, una edificación de dos pisos color azul claro con un estilo arquitectónico similar al de las icónica Painted Ladies, que estaba codeada de otras construcciones iguales, excepto por el color de las propiedades. Su calle parecía un arcoíris en tonos pastel. Las casas eran las mismas pero en diferente presentación. Había una que era anaranjada, otra de tonos verdosos, una más amarilla, rosa, blanca, etc.
Bajó del auto y una ráfaga de aire chocó con ella dejándole una sensación de desasosiego. Miró alrededor de la calle con la súbita sensación de que estaba siendo observada, pero no había nadie cerca. Todo estaba desolado.
Deja de alucinar.
Avanzó hacia su puerta y entró sin volver la vista atrás.
En el interior seguían sonando comedias románticas musicales, pero por suerte, Lorraine ya no cantaba.
Fue directo a la cocina y su amiga, al verla cargada de bolsas, la ayudó a llevar todo a la barra de desayuno.
–Cielos. Realmente fuiste a hacer las compras, ¿no? –le dijo, sopesando todo lo que llevaba–. ¿Conseguiste mi regaliz?
Daphne, que estaba acomodando los productos en la alacena, le lanzó la bolsa con los dulces.
–Genial. Gracias.
Lorraine abrió los dulces y se metió uno en la boca, degustándolo con avidez.
−¿Y cómo estuvo tu sesión con la buena Doctora? –le preguntó.
Ella se encogió de hombros.
−No estuvo mal –se limitó a responder. No quería que se enterara de su parasomnia. No todavía−. ¿Qué tal han estado las películas musicales?
−Entretenidas. ¿Has pensado en lo que quieres cocinar para hoy?
−No todavía.
−Es que estaba pensando que aún queda lasaña de ayer para Michael, así que ¿por qué no salimos a cenar?
−¿Quieres ver el exterior después de pasarte todo el día pegada al televisor?
Lorraine le sacó la lengua.
−Sí, Daphne. Necesito un poco de interacción humana, ¿qué dices?
Daphne suspiró.
−Está bien. Termino de acomodar las cosas, me arreglo y nos vamos, ¿de acuerdo?
***************
Ambas chicas estaban sentadas en una mesa apartada del restaurante McDonald's, viendo a la multitud de niños jugando y a los padres desesperados que andaban tras de ellos. Daphne observó atentamente a su mejor amiga, quien estaba de lo más tranquila comiendo su orden de patatas fritas, y decidió que no había mejor momento para hablar con ella.
–Vi a ciertas personas cuando fui a hacer las compras –comentó como si nada.
–¿En serio? –inquirió Lorraine, tratando de fingir interés mientras bañaba una papa en salsa cátsup.
–Iban tras de mí en la fila para la caja y hablaban sobre dos hermanos que acaban de llegar a la ciudad.
Lorraine dejó de lado su comida y la miró confundida.
–¿De qué estas...?
–Eran las Sexys a quienes vi, Lorraine. Hablaban de Brandon y su hermano.
Ésta frunció el entrecejo con incrédula diversión.
–No me lo puedo creer. ¿Será que la Banca Nacional está en crisis?, ¿Por qué las Sexys irían a comprar cualquier cosa al supermercado?
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Editado: 10.05.2020