Destiny - Las Crónicas de Balanjard 1

7

Al día siguiente, Daphne se despertó antes de que sonara la alarma de su despertador. Eran las 5:30 de la mañana y se sentía revitalizada y llena de energía para comenzar el día, lo cual era demasiado extraño en ella.

Por lo general, le costaba mucho trabajo levantarse en las mañanas tras pasar las noches revolviéndose en la cama por sus pesadillas; sin embargo, Daphne vio aquel cambio como algo positivo, una señal irrefutable de que su enfermedad estaba mermando y no le tomó más importancia.

Se dirigió a su baño para prepararse para la escuela mientras Lorraine seguía profundamente dormida.

Lavó su cara y dientes sin prestar mucha atención en ello, pero cuando iba a amarrar su cabello en un chongo para no llevarlo esponjado, descubrió con agrado que podía manipularlo sin mucho esfuerzo para que quedara bellamente suelto y rizado.

¡Pero que increíble cambio era ese! Nunca antes había podido moldear su cabellera de esa manera y con un resultado igual. Estaba segura de que ese iba a ser un buen día para ella. ¡Incluso su piel estaba empezando a experimentar un cambio en su sedosidad y tersidad! Tal vez fuera poco notorio de momento, pero creía firmemente que, con la evolución sanativa de su parasomnia, todo su organismo tendría una apariencia todavía mejor en poco tiempo.

Apenas terminó de vestirse, Daphne bajó a la cocina para servirse algo de desayunar y encontró a Michael recargado sobre la encimera de la cocina, con su periódico en mano y taza de café a un lado.

−Buenos días, papá.

Él la observó sorprendido, a la vez que una diminuta sonrisa se formaba en las comisuras de sus labios.

−Vaya que son buenos días si la bella durmiente se levanta a tiempo –comentó mientras depositaba un beso en su coronilla−. ¿A qué se debe tan extraño milagro en ti, querida?

Daphne tomó la tetera de la estufa para servirse un café, luego se sentó en la barra y le dirigió a su padre una mirada displicente.

−Creo que se debe más que nada a que últimamente he podido dormir mucho mejor, papá.

−¿De verdad? −era imposible ignorar la emoción en los ojos de Michael−. ¿Has tenido una evolución con tu parasomnia? No me estas mintiendo, ¿verdad? ¿Hablaste de ello con la Doctora Clark?, ¿Qué fue lo que te dijo al respecto?

−Wow, tranquilo, papá. Sí, lo comenté con mi psiquiatra y me dijo que te iba a mandar una receta con una serie de análisis que necesito aplicarme para poder descubrir el origen del cambio. ¿No te ha llegado?

Él se pasó la mano por el pelo, frunciendo el ceño.

−No estoy seguro. He estado tan ocupado ultimando los detalles de mi expedición que, la verdad, ni siquiera he checado el correo. Lo siento, Ma belle.

−No te preocupes, papá. Saliendo del trabajo voy a ponerme a buscar en tu oficina, ¿de acuerdo?

−Me parece bien.

Tomaron un gran sorbo de café y una rebanada de pan con mermelada mientras permanecían sumergidos en un agradable silencio; por desgracia, aquella paz no duró demasiado, puesto que en la planta superior se empezaron a escuchar golpes y pisadas aceleradas, seguidas de maldiciones entrecortadas.

Ambos, padre e hija, cruzaron miradas con diversión.

−Presiento que un posible huracán Lorraine llegue a tierra pronto −aventuró Michael.

Daphne asintió.

−Probablemente tienes razón.

Se apresuró a preparar otra taza para su amiga, quien no tardó en bajar velozmente por las escaleras.

−¡Dios mío! ¡Se me hizo tardísimo! −exclamó al aparecer−. Quedé con Brandon para vernos en el Starbucks antes de clases y ¡ya voy tarde! –volteó a Daphne­−. ¡¿Por qué no me despertaste temprano?!

−A ver, Lorraine, tranquilízate –le pidió ella−. Nos estás alterando los nervios y la verdad no he captado ni media oración de lo que has dicho –la observó con confusión y congoja−. ¿Cuándo quedaste de salir con Brandon y por qué no me he enterado antes?

−Lo acordamos ayer cuando veníamos en su auto e iba a decírtelo en la cena, pero luego tú me preguntaste por su casa, hicimos la comida, llegó Michael y... −se encogió de hombros−. Supongo que sencillamente lo olvidé y ahora voy retrasada.

Tomó una rebanada de pan con mermelada mientras iba de camino a la sala de estar para colocarse los zapatos.




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