Destiny - Las Crónicas de Balanjard 1

13

El interior del Lamborghini era de cuero negro, oscuro y frío, con un aroma inherente a pino y madreselva, muy masculino. El tablero estaba apenas iluminado por la luz de la consola y el motor ronroneaba igual que un gato mientras Alexander aceleraba al sortear el tráfico de la ciudad.

Los edificios y avenidas apenas aparecían como un nubarrón ante los ojos nerviosos de Daphne. Ella no hacía nada más que sostenerse al borde de su asiento con fuerza, enterrando las uñas en el cuero, al mismo tiempo que el miedo y la indignación incrementaban en su fuero interno.

¡Este idiota quiere matarme!, pensó.

−¿Te importaría bajar la velocidad hasta los límites establecidos por la vialidad? −le increpó, conteniendo un chillido de angustia−. Me gustaría llegar a trabajar en una pieza.

Alexander exhaló un trémulo suspiro.

−De haber sabido que serías tan pesada no me hubiera ofrecido a llevarte −se quejó, a la vez que desaceleraba un poco.

−Yo jamás te pedí que me llevaras ni que me ayudaras −le recordó ella−. Y si mi solicitud y presencia te molestan, bien puedes dejarme en cualquier parada de autobús para terminar con esto. Prefiero llegar tarde y viva, que en un suspiro y convertida en papilla.

Él le rodó los ojos en respuesta.

−¿Te importaría dejar de exagerar por todo, por favor? Sé perfectamente lo que estoy haciendo y puedo asegurarte que llegarás a tu trabajo a salvo. Sólo relájate y disfruta del viaje, ¿sí? Demonios. Para ser una damisela en apuros eres de lo más hosca con tu salvador.

Daphne lo miró con incredulidad.

¿Acaso está tomándome el pelo?, se preguntó.

La oscuridad del auto mantenía parte del rostro del joven en las sombras, pero gracias a la luz del tablero ella pudo notar dejes de diversión y fastidio en sus rasgos. Sus hombros temblaban ligeramente por la risa contenida.

Se regodea con mi enojo, se percató. Muy a pesar suyo, disfruta hacerme cabrear. ¿Acaso no puede ser más infantil?

−Quiero pensar que no escuché bien lo que dijiste en lugar de verme tentada a hacerte daño, porque yo no soy de ninguna manera una damisela en apuros y mucho menos tú eres un caballero.

Alexander torció el gesto en una mueca burlona y finalmente soltó una sonora carcajada que desconcertó a Daphne. Eso era lo más cercano a la felicidad que lo había visto nunca.

−Créeme, sé reconocer a una cuando la veo. Tú prácticamente eres el estereotipo hecho realidad: te metes en situaciones que no puedes manejar, te guías más por los sentimientos que por el sentido común y no sabes cómo decir que no a las personas.

Ella se puso a la defensiva al instante.

−¿Qué tratas de decir con eso?

−Que si no hubiera aparecido cuando lo hice, lo más seguro es que te hubieras ido con mi hermano y tu amiga, aun cuando sabías que ella no te quería cerca y que Brandon te incomoda. ¿Tengo razón?

Daphne apretó los labios y bajó su mirada a su regazo no queriendo darle la razón. Sus manos jugueteaban con el cierre de su chamarra.

−Eso me imaginé −dijo él al ver que se rehusaba a responder.

−¿Y qué si así hubiera sido? −refunfuñó ella−. De cualquier forma, era mi problema, no tuyo. Además, lo que hiciste no fue un acto de caballerosidad, no quieras verme la cara de tonta. Sólo decidiste ayudarme para molestar a tu hermano.

Alexander meditó sus palabras y asintió.

−En eso tienes razón.

−¿Por qué se detestan? −ella preguntó antes de que pudiera morderse la lengua−. No logro imaginarme porqué no se llevan bien si son familia.

Él se mantuvo en silencio y al verlo de reojo, Daphne se percató de cómo sus manos se tensaban en el volante, sus nudillos y venas resaltando en su tez cremosa.

−No quiero hablar de eso −respondió al final con voz tajante. 

El enojo en sus facciones provocaba escalofríos, pero ella no pensaba dejarse intimidar por eso.

−Oh, así que tú si puedes importunarme sobre mis decisiones, mi carácter, etcétera, pero ¿yo no puedo preguntarte nada sobre tu vida o tu familia? −le reprochó−. ¿Sabes lo injusto que es eso? Yo...

−Cualquier cosa relacionada con mi vida no está abierta como tema de conversación −la cortó él entre dientes−. Ni contigo ni con nadie más, así que no te vayas a ofender también por eso, ¿sí? Es sólo que no me gusta hablar de mí con nadie y punto.




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