Recoger el restaurante fue más laborioso de lo que Daphne había pensado en un principio. Había platos rotos por todas partes, mesas tiradas, comida en el suelo y manchas de salsa en las paredes.
Le costaba mucho creer que alguien como Jane pudiera causar tanto caos.
Entre todos los trabajadores les tomó cerca de cuatro horas recoger todo lo roto e inservible, y ni hablar de la suciedad del suelo y las paredes. Para cuando llegó Michael a recogerla, el restaurante se veía menos lamentable que en un inicio, pero todavía parecía haber ocurrido una guerra de comida entre los comensales. Mei Ling se dio por vencida al llegar la noche y mandó a todos a descansar con la promesa de que al día siguiente mantendrían cerrado el local para terminar de limpiarlo todo.
El viaje de regreso a casa fue silencioso y tenso. La preocupación de Michael emanaba por sus poros y parecía tangible en el interior del auto, impidiendo cualquier intento de conversación entre ambos; de cualquier forma, Daphne no se sentía con las fuerzas suficientes para apaciguarlo. Estaba demasiado cansada y afectada emocionalmente como para intentarlo.
Cuando el coche se estacionó en la entrada de su hogar, Michael tuvo que ayudarla a caminar porque sus ojos le pesaban demasiado y le costaba trabajo ver a dónde iba. Sin mayores ceremonias la llevó hasta la segunda planta y la ayudó a meterse en la cama, no sin antes quitarle los zapatos y la chamarra. Daphne cayó como un peso muerto y se sumió en la inconsciencia.
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El reino de los sueños era etéreo y difuso, sin puntos de referencia ni eje de gravedad. Su conciencia se hallaba embotada y no podía diferenciar la realidad de las pesadillas, y las sensaciones eran tan vívidas que atenazaban a Daphne en carne viva.
A diferencia de su último alucine en el que se había visto desangrada por espinas, el aterrizaje en la realidad de su nuevo delirio fue de sopetón. En un instante estaba en la nada y al siguiente se vio a sí misma tirada en un callejón inmundo, rodeada de basura y podredumbre.
¡Santa mierda! ¿Dónde demonios estoy?
Intentó ponerse de pie como pudo, tratando de entender qué había sucedido, pero al querer dar un paso fuera de la basura, un agudo dolor le aguijoneó la pierna izquierda y cayó de nuevo al suelo. Bajó la vista por su cuerpo y notó con desconcierto que era de nuevo una niña pequeña, vestida con una blusa roída y un pantalón andrajoso. Su pequeña pierna tenía una herida profunda y sangrante con la forma del arañazo de un animal salvaje.
¿Qué me ha pasado?
De la nada se alzó un murmullo desconcertante que la hizo ponerse alerta de inmediato y, haciendo uso de todas sus fuerzas, se levantó nuevamente tratando de no apoyar todo su peso en su pierna herida.
¡Debo salir de aquí!, se ordenó a sí misma. ¡Debo llegar a un lugar seguro!
Empezó a cojear hacia la salida del callejón, dónde podía ver a personas caminando sobre lo que parecía ser una avenida con mucho tráfico. El frío de la noche le calaba hasta los huesos y sus dientes tiritaban incontrolablemente sin que ella pudiera hacer nada al respecto, ya que su mayor preocupación en ese momento era alejarse lo más posible de ese lugar y del barullo fútil que la seguía a cada paso.
Cuando estuvo a punto de doblar la esquina y salir a la avenida rebosante de actividad, el siseo que la asediaba se volvió insoportable y la hizo bajar la guardia.
¡Aghhhhh! ¡No!
Se sostuvo la cabeza entre las manos mientras aquel chirrido infernal le freía el pensamiento y no se percató de que la fuente de tal agonía estaba ante ella, hasta que fue demasiado tarde. Aquella criatura parecía sacada de las mismas entrañas del averno y, antes de que ella pudiera proferir un grito de horror, esa cosa la lanzó por el aire con tremenda fuerza.
Daphne cayó nuevamente sobre montones de basura con los pulmones contraídos por el impacto mientras ese monstruo, un espectro con piel de reptil y ojos iridiscentes, la acechaba relamiéndose los colmillos con su lengua de serpiente. Ella se arrastró lentamente hacia atrás, lejos de su depredador, pero con cada centímetro que ganaba esa cosa la iba acorralando más y más contra la pared de ladrillos a su espalda.
¡Va a comerme!, pensó horrorizada. ¡Esta bestia va a devorarme viva!
Miró a su alrededor con desesperación, buscando una posible vía de escape o un arma con la cual atacar al monstruo, pero no halló nada excepto basura inútil... y varios fragmentos de vidrio afilados. Alargó la mano rápidamente y tomó uno, antes de arrastrarse hacia la pared del fondo, dónde pudo apoyarse para ponerse en posición de ataque.
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Editado: 10.05.2020