Las calles estaban a oscuras cuando Daphne se hallaba manejando rumbo a su casa. No se había dado cuenta de que ya era tarde, hasta que se subió al carro y miró la hora en su teléfono.
Había batallado un poco para meter su muleta en el asiento del copiloto y para acomodarse de tal forma que el pie no le doliera demasiado, pero al final lo había logrado, y cuando salió del estacionamiento, notó que su amiga y Brandon ya se hallaban fuera del restaurante y que la habían visto alejarse, aunque Daphne hizo de cuenta como que no los había notado.
Era mejor tomar algo de distancia, al menos por unos días hasta que las aguas se calmaran.
Ahora se encontraba a tres calles de distancia de su casa y estaba deseosa por llegar a reposar el pie, ya que éste le estaba punzado mientras mantenía presionado el acelerador con el otro. Era una situación ridícula y estaba segura de que su padre perdería la cabeza al verla; de hecho, ya le había enviado varios mensajes preguntándole dónde estaba y Daphne no había sabido si decirle de su lesión o no, así que lo omitió por completo.
No necesito que me dé un sermón todo el camino de regreso −se dijo a sí misma−. Mejor que me agarre un rato en casa y después me excusaré con el dolor para que me deje en paz.
La furia contra Lorraine se había ido disipando poco a poco, dejándola cansada. Sentía el dolor del tobillo latente y una profunda pesadez sobre sus músculos y los parpados, que le atribuyó a los analgésicos que le habían dado.
En un determinado momento, se detuvo en una intersección debido a que el semáforo estaba en rojo y de la nada le sobrevino el hecho de que las calles estaban inusualmente desiertas.
No parece que estuviera en la ciudad −meditó, extrañada, sintiendo un escalofrió recorriendo su columna−. Todo está demasiado silencioso y solo.
El silencio era insondable salvo por el continuo sonido de la estática de su radio, que como ruido de fondo hacia todo mucho más tétrico.
Es el escenario perfecto para una película de terror, tétricamente similar al ambiente de mis sueños −pensó y rápidamente se reprendió ella sola−. Dios, compórtate. No regreses ahí. Distráete. Música. Pon música.
Daphne se inclinó para buscar su disco favorito en la guantera y cuando lo introdujo en el estéreo, volvió a centrar su atención en el camino y contempló algo que la hizo sentir escalofríos.
¡Maldición, no!
Al otro lado de la calle, todo se había vuelto oscuro. No como si fuera de noche, sino como se ven las tinieblas más densas. Frente a ella no había nada más que una pared de negrura sólida. Una masa ondulante de sombras, como salida de sus pesadillas, que parecía deslizarse en su dirección, al ritmo que empezaba a marcar la canción de su reproductor.
Debo haberme quedado dormida. ¡Esto no puede ser real!
A la par que la letra de "Deep End" de Ruelle resonaba en los altavoces, Daphne caía una desesperación profunda.
Ya no puedo seguir así. ¡Ya no más!
No estaba dispuesta a pasar por otro tormento en ese momento y en su desesperación, decidió que sólo había una forma de arreglarlo: agarró firmemente el volante y se preparó para acelerar y atravesar la masa de sombras.
O bien es real y quiere matarme, o bien estoy alucinando y despertaré en cualquier momento.
Todo su cuerpo estaba en tensión, la adrenalina se hizo presente y el miedo le impidió proferir sonido alguno. Sólo esperaba el momento perfecto para pisar el pedal.
Cuando el semáforo se puso en verde, aceleró en punto muerto su Volkswagen y las sombras se abalanzaron sobre ella con voracidad.
¡Mierda!
Mantuvo presionado el acelerador todo el tiempo, pero era como si no avanzara a pesar de ello. El interior de la oscuridad era denso y casi parecía que manejaba con los ojos cubiertos. La negrura la rodeaba mientras buscaba asfixiarla y ella solo pudo cerrar sus ojos y mantener el auto a tope para no perder la cordura.
Era igual que en sus pesadillas, pero mucho más siniestro y realista.
¡Por favor, que pare!
Escuchó que su ventana se rompía, pero no sintió el impacto de los cristales, sino el correr del aire sobre su rostro como aguijones, y un chillido agudo hizo acompañamiento de la música de fondo, perforándole los oídos, antes de que un agarre taladrante la retuviera de su muñeca izquierda y comenzará a quemarle la piel.
¡Dios, ¿qué es eso?!
Una ráfaga de aire putrefacto le pegó de frente y sintió cómo su piel se achicharraba, ahí donde las garras la sujetaban, pero no se permitió mirar. En lugar de eso profirió un agudo grito y apoyándose en su pierna mala, se abalanzó sobre la criatura sin forma que la sujetaba para liberarse.
Daphne no podía decir a ciencia cierta cuanto tiempo estuvo gritando o si había logrado librarse del agarre lacerante de la criatura, pero a su parecer pasaron años, décadas y siglos.
No supo en qué momento exacto recuperó el control de su cuerpo, porque simplemente no lo notó. Ella seguía escuchando el chirrido funesto haciendo tétrica mancuerna con la canción del estéreo, y no captaba nada más.
De hecho, cuando sintió un tacto diferente sobre su brazo, estuvo a punto de desmayarse del terror, pero se percató de que era una persona y no una criatura de pesadilla, y se atrevió a abrir los ojos mientras su garganta dejaba de vociferar y empezaba a gemir entre sollozos.
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Editado: 10.05.2020