El fuego ardía en la chimenea, proveyéndole calor y consuelo. Daphne yacía en el sofá descansando, justo como Alexander había deseado, aunque su mente se hallaba demasiado turbada para percatarse de ese hecho; en cambio, contemplaba el danzar de las llamas hipnotizada, tratando inútilmente de alejar sus preocupaciones.
Todo fue real −se repetía una y otra vez mientras pasaba la mano por las marcas de su brazo−. No fue una alucinación, aquella criatura...
No pudo evitar estremecerse.
Esa cosa quería matarme... y estoy segura de que Alexander la vio. ¿Entonces por qué quiere hacerme creer que no fue así?, ¿qué sabe él que yo no? Debo obligarlo a hablar conmigo al respecto, pero... −enrojeció de vergüenza al recordar cómo acababa de correrlo−. Probablemente no quiera darme ni la hora del día después de todo lo que le dije. Mierda.
Alzó su mirada al techo y se desparramó contra el respaldo del sofá con derrota.
¿Ahora que voy a hacer?, ¿por qué siempre tengo que ser tan impulsiva? Dios. Mi boca siempre me mete en problemas. Primero Lorraine, luego Alexander y por último Vincent. ¿Acaso hoy era el día de "todo el mundo se pelea con Daphne"?
Al pensar nuevamente en Vincent, sin embargo, se le atenazó el corazón.
Luce tan distinto de la última vez que lo vi −pensó sin poder evitarlo−. Lástima que eso no le quite lo imbécil.
Y como si lo hubiera invocado con el pensamiento, la puerta de la entrada se abrió entonces, y Vincent hizo acto de aparición mientras ella se bajaba la manga por el brazo con rapidez, contemplándolo con renuencia.
Su primo tenía una mirada ininteligible mientras cruzaba la sala hasta llegar a su lado. Tomó asiento contiguo a ella en el sofá y se mantuvo ahí, impertérrito, hasta que Daphne no aguantó más.
− ¿Y bien? −le preguntó entonces, incómoda−. ¿Qué te tomó tanto tiempo allá afuera?
Vincent arqueó una ceja y las comisuras de sus labios formaron una mueca burlona.
−¿Qué pasa? −le increpó Daphne, extrañada por su actitud−. ¿Dije algo divertido?
Su pregunta sólo sirvió para divertir aún más a Vincent, quién no pudo contener su risa.
Daphne rodó los ojos con exasperación.
−¿De verdad? ¿No llevas ni un día aquí y ya te vas a comportar como un idiota? −le reprochó, al tiempo que alcanzaba su muleta e intentaba ponerse de pie−. Si no vas a comportarte como una persona normal, entonces me iré.
El rostro de Vincent perdió un poco de su camaradería, tornándose ligeramente preocupado, mientras su mano se extendía y tomaba la de Daphne, quitándole la muleta de su alcance.
−Vamos, Daphi, ya relájate. No te lo tomes todo tan a pecho.
Daphne torció el gesto con disgusto.
−¿Daphi? Te he dicho mil veces que no me llames así. Además, no parecías deseoso de hablar hace un momento, así que no me interesa perder el tiempo contigo −intentó quitarle la muleta, pero Vincent lo vio venir y la puso detrás de sí en el sofá, su mueca burlona de regreso.
−Creí que habías dicho que era un cretino de mierda y que soy un fastidio constante −le recordó él con socarronería, encantado de hacerla sonrojar de vergüenza−. Por eso me divirtió que siquiera me hablaras, teniendo en cuenta que también dijiste que no me querías cerca.
Daphne bufó.
−Estaba fastidiada hace rato, ¿sí? −se excusó con molestia, alzando la barbilla−. He tenido un mal día y no iba a seguir allá afuera viendo cómo peleabas por tonterías con Alexander.
La mirada de Vincent se oscureció ante la mención del chico.
−Ah, sí. El altanero que se rehusaba a dejarte −comentó con gelidez, la sonrisa en su cara ahora cínica−. Es una persona de lo más extraña ese novio tuyo.
Daphne se tensó al oír aquello.
−Él no es mi novio −le explicó, las palabras saliendo de su boca cortantes. Vincent la estudiaba con detenimiento−. Es sólo un compañero de escuela.
−Eso mismo dijo él, pero para ser sólo un conocido, se toma demasiadas molestias contigo.
Daphne soltó una carcajada estoica.
−Sí, bueno. ¿a qué viene eso tan de repente? −le cuestionó a la defensiva, poco dispuesta a hablar sobre Alexander.
Su primo sólo se encogió de hombros.
−Considerando que me advirtió que no me metiera contigo y que te cuidara a menos que quisiera que él me dañara, no sé, me pareció que había más entre ustedes de lo que estaba dispuesto a admitir.
Ella se sorprendió al oír que Alexander lo había amenazado, pero se lo guardó para sí misma y lo miró con fastidio.
−Pues no es así. Te equivocaste. Yo no lo tolero y él a mí menos, así que no quiero hablar más al respecto.
Se cruzó de brazos y fijó su vista en la chimenea nuevamente, dejando que el silencio se asentara entre ambos.
Alexander lo amenazó por mí −pensó con asombro−. Pese a ser un cabrón, se aseguró de advertir a Vincent. Dios. ¿Por qué actúa así? Nunca hace nada de lo que espero. ¿Significa eso que no está muy enojado por lo que le dije?
Esos pensamientos torturaban su mente, por lo cual tardó en darse cuenta de que Vincent había tomado su tobillo en su mano, hasta que lo llevó a su regazo.
−¡Eh! ¿Qué estás haciendo? −le increpó con desconcierto−. Ya bastante incómoda estoy con la hinchazón para que tú lo empeores.
Intentó mover su pierna fuera de su regazo, pero Vincent sujetó su pie con más firmeza mientras examinaba la férula.
Él profirió un silbido, contemplativo.
−Vaya que metiste la pata a fondo, ¿verdad, Daphi? −sus dedos recorrieron la zona vendada con delicadeza, entrando en contacto con su piel y produciéndole escalofríos−. ¿Cómo fue que te lastimaste? Tu novio tampoco parecía saberlo, aunque le pregunté al respecto.
Daphne rodó los ojos.
−De nuevo, no es mi novio. Y si bien es algo que no te importa, te diré que me caí en la pista de hielo. No fue gran cosa.
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Editado: 10.05.2020