Destiny of a witch

Soy un Kanay

Ya era sábado, los chicos estarían avanzando sus proyectos o realizando cualquier otra cosa que acostumbrarán, pero hoy no él fue el caso de Morgan que despertó temprano para buscar el libro de su madre e ir a hablar con ella.

-¡Mamá! Ya despierta –decía con energía.

-¿Morgan? ¿Qué estás haciendo? –Úrsula estaba soñolienta.

-Debo hablar contigo –se dejó caer en la cama de su madre-, es sobre lo que dijiste el otro día.

-Oh ya veo… -se arregla un poco el cabello-, supongo que ahora ya no crees que tu madre es una loca.

-Bueno… -responde la chica con un tono burlón.

-Morgan al punto.

Morgan empezó a contarle a su madre todo lo que había pasado los días anteriores, Úrsula la miraba con orgullo y esperanza.

El tono con el finalizó Morgan no se oía convencido así que Úrsula intervino.

-Morgan –hace una pausa y le acaricia su cabeza- ¿no te das cuenta de que tú tienes esos dones?

-Tal vez tengas razón, pero ¿entonces porque tú no tienes? –miró con desconfianza a su madre.

-Tu abuela fue una Quiurikanay que se enamoró de un apuesto hombre que era humano, así que yo no heredé los poderes, sin embargo puede que tú sí.

-¿Papá lo sabía? –la voz de Morgan se quebró al mencionarlo.

-No –Úrsula disminuyó su entusiasmo-, no creí que fuera necesario decirle, si yo no era uno de ellos…así que no –hizo una pausa-, él nunca supo.

-La historia dice que las “brujas” –mira con curiosidad a su madre- atacaron a los Quiurikanay, si es así… ¿quiere decir que ya no existen más?

-Podría ser, es lo más probable Morgan –empieza a hojear el libro-, no he sabido de ningún otro Kanay.

-¿entonces yo podría ser la última? –Morgan se entusiasma.

-Es posible…-Úrsula empieza a pensar en sus propios planes.

-Debo empezar a usar mis poderes ¡pronto!

-Yo no sé cómo usar la práctica, solo lo teórico.

-Pero apuesto a que tienes más libros.

Úrsula da un gran suspiro, y asiente.

-Empecemos entonces.

-¿Justo ahora? –Úrsula pregunta con molestia.

-Obvio.

Gran parte de la mañana Úrsula y Morgan estuvieron leyendo y hablando sobre los Quiurikanays, y es entonces cuando empezó a practicar en su cuarto.

En la tarde, Daniel fue a casa de Alex, mientras que Jean y Diego están el Starclub que estaba cerrado.

-Oye Diego, ¿tú crees que la ruptura de Morgan y Daniel es definitiva?

-No lo sé –contestó mientras acomodaba cajas- ¿Por qué?

-Porque ya sabes cómo son sus rupturas, vuelven y rompen para luego volver.

-Si bueno, espero que esta no sea una de esas veces.

-Nunca he entendido porque siempre defiendes a Morgan –comentó la chica con mucho interés.

-¿de qué hablas? –Diego empezó a ponerse nervioso.

-Me refiero a que cada que decimos algo sobre su mal humor, sus muecas raras y su irritante… –es interrumpida.

-Ya entendí Jean.

-¡Ves! A eso me refiero, incluso a Daniel le causa gracia –hace una pausa- y a ti parece molestarte, ¿Por qué?

-Es solo que no me parece bien que se burlen de Morgan.

-Ella ni siquiera recuerda tu nombre.

-Creí que haríamos el proyecto de química –comentó el chico con irritación.

-Bien ya no preguntaré nada más.

Jean no quedó muy convencida pero decidió dejar el tema.

-¿No quieres una soda?

-Si estaría bien, muero de sed.

-¿La quieres con hielo? –preguntó el chico desde el mostrador.

Diego se paró para ir por las sodas al refrigerador, al momento de sacarlas pasó algo extraño.

-¡Qué demonios! –dijo Diego para sí mismo.

-¿Está todo bien ahí? –preguntó Jean sin mostrar tanto interés.

-Si… si…si –respondió nervioso.

Las sodas estaban hechas hielo, incluso tenían escarcha por fuera del envase, Diego no comprendió lo que pasó si el refrigerador no tenía la temperatura tan alta, y las otras no estaban así.

-Toma –Diego le entrega nervioso la soda.

-¡Wow! –Jean mira la soda y se sorprende.

-No respondiste si la querías con hielo pero pensé que sí.

-Ah… si está bien con hielo –agitaba la soda para ver si todo era hielo- creo.

-¿quieres una más caliente? Te la traigo –Diego le quita la soda de la mano.

Diego solo se dio la vuelta con la soda cuando la temperatura de esta cambió, estaba sumamente caliente.

-¡Ah! –Diego se quema y deja caer la soda.

-¿estás bien? –Jean se para y lo ve.

-Sí, bien –contesta rápido.

-¿Qué fue eso Diego?

-¿Qué cosa? –intenta ocultar la lata en el piso.

-Hazte a un lado –Jean lo mueve y mira al piso.

-Jean puedo explicarlo.

-Esta…caliente –mira confundida a la soda- ¿Cómo la calentaste tan rápido?

-La verdad –hace una pausa- es que no lo sé, ni siquiera tuve que ir hasta un microondas.

-¿Entonces dices que la calentaste con la mano? –dice con sarcasmo.

-Bueno…

-Diego eso es imposible.

-Lo sé, sé que suena loco pero juro que así fue…o al menos eso creo.

-Supongamos que te creo, ¿Cómo lo hiciste?

-No estoy seguro, solo la sostuve un momento y de pronto ya me había quemado.

-Hazlo de nuevo.

-¡No! –Exclamó el chico- hazlo tú si quieres quemarte.

-Que miedoso, agárralo con un trapo.

-Oh… claro –se va por un trapo a la cocina.

-Toma otra soda.

-Bien aquí vamos.

Diego intenta volver a calentar la soda con su mano, mientras que después de varios intentos Jean solo observaba sin mucha esperanza

-Ríndete Diego.

-Solo uno más –Diego mira fijamente la lata.

La lata empieza a calentarse, y explota.

-¡Qué diablos! –gritó Jean.

-Oh cielos ¡lo hice! –Cambia su emoción por el miedo- ¡demonios! ¿Qué hice?

-Tu… hiciste explotar la soda… con las manos –dice Jean mientras seguía en shock.




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