Destrucción

Parte 1

Londres, Berlín 1506.

El miedo que invadió la pequeña ciudad de Merich en 1012, hizo que unas cuantas familias sobrevivientes de aquella horrible matanza debieran huir por un mejor bienestar. La muerte es parte del día a día, pero nadie está en condiciones de ver morir a quienes ama, tampoco es una situación que se esté esperando. Esto debieron enfrentarlo muchas familias tradicionales como los Baltimore y los Vlouness, quienes tendrán un trágico y extraño camino que recorrer. Obviamente nadie se querría quedar en aquel lugar maldito. 
Esta es la historia de Agatha, una pequeña de 17 años, con el corazón más puro que pueda alguien imaginarse, una chiquilla con la vida llena de adversidades, que acepta el sufrimiento a cambio del bienestar de su familia.
En días como estos, las mujeres sólo son objetos sexuales, con los cuales los hombres deciden divertirse y dejar herederos, o simplemente esparcir su semilla como suelen decir cuando se reúnen a emborracharse y disfrutar con prostitutas.  Por supuesto, las hijas no son para nada rentables. El placer de todo padre es un hijo que crezca fornido, vigoroso y valiente, capaz de dar la cara en batallas y vencer en las guerras, para así poner el nombre de la familia en alto. Sin embargo, esto solo sucede en familias normales, no en la de Agatha.

—Agatha, ¿pero qué haces, jovencita? Vamos a clases— grita Elloise.

—Madre, solo termino estos obsequios que daré a los niños de la aldea e inmediatamente iré contigo —le dijo con mucho respeto la joven a su hermosa madre.

La chica siguió tejiendo el último osito que con tanto amor estaba haciendo. Y salió corriendo a su clase, una muy peculiar. Al llegar al sótano de la casa Vlouness, lugar en el que recibía los conocimientos, Agatha es recibida por su novio.

—Buenas tardes, señorita Baltimore —dice el joven Tadmir dándole un beso a la chica y ofreciéndole una mirada lasciva que alcanzó a sonrojarla.

—Buenas tardes, joven —le corresponde el saludo y le besa con malicia en su mejilla, dejando que su respiración roce el lóbulo de su oreja.

—A clases, jóvenes —les ordena la señora Vlouness.

Ya dentro del lugar todos toman asiento.

—Antes de empezar debo aclarar, como muchas veces les he dicho, que las personas normales nos ven como adefesios y malditos solo por tener dones que ellos no tienen. En el pueblo de Burnett se han detectado movimientos y muertes a un grupo de brujos, lo que nos lleva a tener más cuidado y no usar magia a menos que el momento o situación lo amerite. Después de comunicarles esto, la señora Baltimore les dará sus lecciones del día de hoy—terminó diciendo la señora Vlouness, haciendo una reverencia ante sus alumnos y tomando asiento en un rincón de la pequeña sala.

Las clases transcurrieron como todos los días, aquellos martes y jueves que Agatha amaba por ser los días en que aprendía de hechicería. Al salir de clases, se fue a repartir los juguetes que había realizado para aquellos niños que tanta ternura le inspiraban. Todos en el pueblo amaban a esta jovencita por su particular forma de ser con los demás. Luego de terminar su loable labor, va caminando hacia su casa de forma relajada, repasando mentalmente sus hechizos preferidos, cuando la interrumpe una mujer de aspecto sombrío, que Agatha conocía hace poco debido a que se había mudado cerca a su casa.

—Hola, Agatha, ¿cómo estás? — Le dice la mujer.

—Señora Nellys, estoy muy bien, ¿cómo está usted? —Agatha se acerca y besa a la mujer en la mejilla, tratando de conocerla mejor para descifrar aquello que la hacía tan misteriosa.

—Ya estoy muy vieja y las enfermedades no me dejan ser feliz, pero estoy muy bien— le contestó con una sonrisa melancólica.

Después de que hablaran un poco más de algunas cosas sin mucha importancia, la joven siguió su camino mientras la anciana era llevada a casa por una extraña fuerza. 
Agatha era parte de una de las familias más poderosas y pudientes de todo Reino Unido, Dinamarca y Estonia, pero el dinero nunca la hizo sentirse más que nadie. Nunca necesitó presumirlo o usarlo como excusa para pasar sobre las personas, eso era algo que jamás haría. Era una joven humilde y de buenos valores, sin importar cuánto oro y riquezas tuviera su familia.

—Estaba esperando por ti, querida Agatha —le dice su apuesto novio, el joven Vlouness, luego de que entrara en la casa y pasara por la puerta del sótano.

—Ya estoy aquí, ¿por qué requerías mi presencia?  —le preguntó un tanto extrañada.
Pero el chico no dijo nada, sino que se lanzó a la joven. Estas cosas no deberían pasar antes del matrimonio, sin embargo, ésta parejita tenía una vida sexual muy activa para lo considerado medianamente adecuado para la época. Lo que es impresionante de ver es como aquella joven no lo disfrutaba, sino que, mientras él más disfrutaba en gozar con aquel cuerpo inerte que recibía cada embestida de su parte con dolor y frustración. Las lágrimas salían de sus ojos, cada momento con él era una lenta tortura, él era un buen chico y a ella le caía bien, pero tenerlo como esposo no era lo que pudiera decirse una gran dicha. Fuera del sótano la vida era común y corriente, nadie tenía en cuenta la existencia de seres sobrenaturales en ese lugar o los secretos que se ocultaban al mundo, llevaban su vida con calma, sin alertar a los muggle del rededor.




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