Ambos nos vemos por unos leves segundos, fijando nuestra mirada, antes de que él simplemente suelte un bufido para abrazarme. Lo hace tan fuerte que mis cosillas crujen y yo, suelto un leve gimoteo.
— Perdón — se disculpa, dándome un beso en la mejilla —. A veces olvido lo delicada que eres, y no en el sentido figurado, sino en todo — recalca.
Achicó mis ojos haciendo una mueca. Malo.
— ¡Ay! Sigues siendo tan adorable cuando te enfadas — dice cogiendo mis mejillas como niña de cinco años.
— Puedes, dejar de joderme — replicó molesta quitando sus manos de mi cara. Necesito mi espacio, esto no ha sido buena ida —. Sabes que odio eso.
— ¡Por dios! Si que te has vuelto amargada — contraataca, saltando sobre la cama —. Aunque algunas cosas no cambia, esto parece tu dormitorio pero en mini — dice observando con detenimiento.
— Según mi psicólogo, es preferible tener varias cosas que necesitas y te importan, a tener una foto y romperla cuando estas enfadada.
— Buen punto.
— Sí, suele tener el poder de aceptar sus teorías filosóficas — digo haciendo una mueca al recordar nuestra charla de días atrás. ¿Sigo sin entender cómo sigue siendo mi psicólogo? —. Pero bueno, no voy a negar que más de una frase me ayudado, como él dice: tiempo al tiempo.
— Vaya — dice sorprendido — quién lo diría, Abigail, teniendo paciencia — veo que se incorpora, observandome con detalle, que me incomoda —. Realmente tu tunning de chica mala es el acertado, pero solo alguien como yo, que te conoce, diría que es más falso que mi tatuaje.
— ¿Tienes una tatuaje? — pregunto, haciendo caso omiso de su ironía, sé lo que intenta y no lo va a conseguir — No decías que eso iba contras tus principios y no sé qué diantres más.
— Sí antes — responde incorporándose por completo —, pero resulta que una castaña de ojos miel me hizo varios cambios…bueno los hice yo, en sí. Aunque siendo sincero, solo es temporal, a ella tampoco le gusta que mi piel esté manchada de tinta. Solo fue un experimento por adornar y no…
— Entendido — le corto —. Primero, no sabía que tenías novia formal — una gran mentira, había visto varios fotos de la chica y me simpatizaba, era buena para él —. Segundo, ¿que ella te haga cambiar así de la nada? Es raro, porque según recuerdo: nadie me amarra ni le amarró, era tu lema. A todos le decías eso.
— No has sido la única que ha cambiado — contraataca, con una sonrisa burlona —. Aunque si no te conocieras, te diría que eres una gran actriz por mentir a gran magnitud — alzó la ceja —. ¿Tú sabes a la perfección de Hayle?
— ¿Cambia que por ella estés cambiando? — cuestionó.
— No, realmente.
— Entonces, deja de cuestionarme e invitame a comer — gruño, cuando mis tripas rugen como un león —. Te he extrañado, pero mi alimentación es primordial, así que levanta tu culo y llévame a comer.
— ¿Y dices que has cambiado? — pregunta una vez levantado —. Sigues siendo la misma gruñona y mandona de siempre.
Ojalá fuera así con todos. Pienso echando un bufido. Nada me haría más feliz ser así con todos, creo que él, había sido el único en sacar mi esencia; porque a diferencia de mis abuelos, seguía siendo tan distante y fría como podía. ¿Podría ser que sus ojos no me recuerdan a él? O ¿que su voz y palabras no sean como las de ella? E incluso ¿que sus gruñidos y advertencias no sean como las de mi hermano? Cual sea la razón, Klaus, tenía el don de transformarme en mi yo anterior.
Y eso, sí, me preocupaba.
~***~
Conocer a Hayle no había sido una de mis mejores ideas, como tampoco ofrecerle posada en mi dormitorio; porque si me hubiese advertido Klaus que venía con perro faldero, ni loca hubiera pasado mi cuarto.
— ¿Es necesario todo esto? — indicó señalando, todo esto —. Me gustaría que dormitorio fuera el de antes. Sé que tu chica tiene unos padres muy estrictos, pero a que su amigo supervise donde duerme y deba mandar un video, es muy loco.
— Sí, estoy de acuerdo contigo, pero no deseo para nada que se lleve a mi chica al otro extremo de la ciudad — argumenta, colocando varios libros de psicología clínica —. Aunque Damian es uno de nosotros, así que no debes preocuparte, él nos ayudará a desmontar todo esto.
— ¿Y estará mucho aquí? — inquiero, pasándole más libros —. Sabes que no me gusta andar con desconocidos, por poco tolero a tu novia.
— Lo sé de sobra y referente a él, no mucho, a diferencia de ti, le gusta estar rodeado de gente y sobretodo mujeres.
— Eso espero.
Doy un vistazo a todo mi cuarto y simplemente no lo reconozco. Inspiró con cierta pesadez, sentadome sobre mi cara, y preguntándome sí esto es lo que quería.
Es decir, estar sola tenías sus beneficios. Nadie me molestaba ni cuestionaba mis actos, sin contar que no tenía que ser cordial. La soledad había sido uno de mis acompañantes por meses que convivir con gente, y sobretodo extraña, se estaba volviendo una calvario para mi mente.
¡Dios! Esto estaba volviendo muy complicado.
Alzo la vista cuando un par de chasquidos me llaman y me indica que dentro de cinco minutos estarán aquí. Simplemente asiento para ver como sigue colocado las cosas de su novia.
Creo que estoy odiando ser otra Abigail.
No pasa mucho cuando dos personas entran al dormitorio como si fueran su casa. Observó que le chica de corta estatura se lanza sobre mi amigo, y él todo feliz la recibe, mientras que un par de ojos me observan con demasiado detalle.
Giro los ojos con molestia para levantarme y coger mi bolso. No es necesario que esté presente para el show que van a montar.
— Tú debes ser Abigail, ¿no? — dice la chica, acercándose a mi para abrazarme. Por un segundo me quedo estática y sorprendido por tal afecto, mis músculos se tensan y ella lo nota —. Lo siento, solo quería agradecerte. Klaus me ha dicho que no eres muy afectiva, pero que tienes una corazón enorme y en eso le doy la razón.