— No quiero ir — sentenció finalmente —. Lo siento, pero ya tengo planes y sino los tuviera, tampoco iría.
Ver las cara estupefacta de mi abuela me causa gracia, que muerdo mi labio para no reír, mientras mi abuelo solo sonríe. Es tal su alegría que me provoca cierta incomodidad, borrando toda risa que me estaba provocando mi abuela.
OK. Aquí pasa algo.
— ¿No van objetar mi decisión? — pregunto revolviendome en la silla.
— No — responde mi abuelo con voz tajante —. Creo que iba a morirme sin ver este cambio, aunque siendo sincero, no es algo que me cause gracia.
>> Es decir, que para mi mente retrologa y mi gran egoísmo, pensé que ibas a tardar más. Aunque jamás dude que recontrarte con Klaus iba ser una mala idea, pero viendo los resultados últimamente creo que me estoy arrepintiendo. Como también debo admitir que los guardaespaldas que te vigilaban ya son innecesarios.
Abro mi boca sorprendida por su confesión, pero ese enfado que sentí cuando descubrí a los dichos guardaespaldas que me seguían hace un mes, no existe. Simplemente asimile que mi abuelo no me iba a dejar de rositas al irme tan lejos, algo en mí sabia que iba hacer algunas de sus manías de controlador.
— ¿Y estás arrepentido? — pregunto, recobrando la compostura.
— No — responde sin preámbulos —. Sé que lo hice por tu bien y seguridad, así que no siento algún remordimiento de culpa.
— Lo suponía — digo, haciendo una mueca —. Entonces como todo está claro, no hay más de que hablar, no iré a la dicho fiesta y tampoco espero encontrarme con alguna sorpresa abuelo.
— Creo que ese punto no lo discutimos, cariño— inquiere acercando su cabeza a la cámara, para que vea su enfado —. Una cosa es que acepte y me alegre sobre tu cambio, pero otra muy distinta es que decidas sobre algo que ya está decido.
— Amores, tranquilos — interviene mi abuela, después de un buen rato, al ver como arqueo mi ceja en señal de mosqueo —. Creo que podemos llegar aún acuerdo muy favorable para los dos. ¿No?
Cierro los ojos con fuerza, para inspirar hondo y sonreír con algo de malicia.
Ay abuelo, creo que haz olvidado con quien estas jugando.
— Muy bien — declaró —. Entonces iré a esa dicho fiesta, cuál detestaré, pero con la ropa a mi elección. Segundo, quiero que desactive el GPS que está en mi teléfono, y lo destruyas o de lo contrario, me desaparecere. Y último, en navidad no iré a la cena familiar como todos los años, me iré de viaje, a donde tú no sepas.
Escucho como le rechinan los dientes, para votar algun adorno que tenía cerca del computador. Mientras mi abuela niega por su rabieta y me fulmina con la mirada.
¡Oh, sí!
— Si no acepto — contraataca, haciendo puño sus manos.
— Atente a las consecuencias — digo simplemente, arrimandome al respaldar de la silla, y cruzando mis brazos —. Sabes perfectamente que alguien me ayudará si sé lo pido...y sin importar que sea.
— ¿No serás capaz? — inquiere estaba vez, pero bien molesto y alarmado.
— Suficiente los dos — réplica mi abuela antes que conteste. Creo que la hemos cabreado —. Sé hará lo que tu pides, sin embargo, también empezarás hacerte cargo de tu puesto en la empresa. ¿Ya va siendo hora?
Muerdo mi labio, otra vez, indecisa por su imposición. Pero se de sobra que discutir con ella sí es un caso perdido, incluso para mi abuelo, porque de alguna manera invierte la conversación y ya estas aceptando, lo que ella impone. Supongo que por eso ella es la que hace los negocios en la empresa.
Mierda.
— No creo estar capacitada — indicó nerviosa.
— Por supuesto que lo estás — inquiere —. Así que no hay escusas. Te espero dentro de dos semanas en mi despacho y tranquila, Flin pasará a recogerte — añade.
Genial.
Asiento sin protestar. Después solo cruzamos varias palabras y nos despedimos. Una vez apago la computadora, me recuesto sobre mi escritorio y grito de frustración.
Odio sentir esto, pero si no lo hacía ahora jamás iba hacerlo. Regreso a ver la cama de mi compañera y sonrió al recordar como hablaba hasta por los codos mientras me contaba su cita con Klaus, no sé su drama pero según ella quería estar excepcional para él. Algo que me causó gracia ya que según mi investigación, ellos estaban como un años y medio saliendo, así que sólo sonreí y le ayude eligiendo su ropa.
¿Ropa? Eso me recordaba que su dichoso amigo era un dolor de cabeza. No sé porque ni como o cuando, pero su presencia me peturbaba, sin contar que odiaba su mirada. Porque siempre que nos topabamos, él me quedaba viendo fijamente, esperando algo, tanto que un día choco conmigo — causalidad o no — machando mi blusa. Fue tan caótico ese día que una sonrisa se forma en mi rostro al recordar mis palabras...
— ¡¿Pero eres gilipollas?! — grito por el ardor de mi pecho.
Despegó la camisa sobre mi pecho, esto arde como la mierda. Alzó la vista al idiota que me regó el café y ver que sonríe como estúpido, me da ganas de asesinarlo y no de forma literal, de verdad.
— Disculpa — dice mordiendo su labio inferior, conteniendo reírse —. Estaba concentrando en mis apuntes, cuales están mojados por cierto, para la exposición que tengo dentro de media hora. No te vi.
— No me digas — ironizó —, no me había dado cuenta hasta que lo dices. A veces me pregunto si te haces el idiota o ya naciste con ese defecto.
Veo como su sonrisa se borra para forma una línea fina sobre sus labios. Wau, al parecer que he enfadado al niño.
— Retiro lo dicho — indica recogiendo sus hojas del suelo —, y por cierto, bonito sujetador, aunque no pensé que el rosa fuera tu color, pero pensándolo bien te queda con tu pinta de barbie.
— Si me lo han dicho — sonrió con superioridad. Ay querido no sabes con quien te has metido —, sobre todo cuando me lo quito, varios me han dicho que tengo un cuerpo de barbie de infarto. Lastiman que no eres mi tipo.