Destruyendo al Playboy

Destruyendo al Playboy ┋ 03

KATHERINE

Después de haber firmado el "contrato", no me arrepentí en absoluto. Nada había cambiado desde entonces.

Ahora, estaba ocupada jugando con mi hermano mayor, Dean, a un videojuego y, sin darme cuenta, ahora estaba con Ed, Dee y Alyssa, quienes me arrastraban al centro comercial.

¡Mi hermano y yo estábamos jugando a Call of Duty! ¡Y yo iba a ganarle!

—No me dijiste que tenías hermanos, Katy —dijo Alyssa.

—Sí, tiene cuatro —respondió Dee por mí—. Y todos están para comértelos.

—Pues este era muy guapo —dijo Alyssa abanicándose con una mano.

—Chicas, no quiero escuchar lo sexy que es mi hermano —dije haciendo una mueca—. ¿Me podéis explicar por qué diablos vamos al centro comercial? —gruño.

—Necesitas un cambio de look —comenzó Ed—. No puedes enamorar a Jayden así. ¡Y ya estamos aquí!

Antes de que pueda replicar, Ed me cogió la mano y los cuatro entramos en la peluquería. Una chica de no más de veinticinco años se acercó a nosotros.

—¿En qué les puedo ayudar? —preguntó con una sonrisa fingida.

—Katy, ¿Por qué no tomas asiento? —dijo Alyssa señalándome el sofá que se encontraba ahí.

Puse los ojos en blanco y fui a sentarme. Vi cómo Alyssa y Dee hablaban con la peluquera. Cuando terminaron, la chica me llevó a uno de los asientos que había delante del espejo.

Me quitó la coleta que llevaba y comenzó con mi cabello a estirar y poner productos en mi pelo. Mientras tanto, otra de las trabajadoras se acercó y me tomó las manos. Me limó las uñas y luego las pintó.

Sinceramente, quedaron muy lindas. Y el pelo... Mi pelo castaño tenía unas mechas rubias claritas y lo había rizado, me encantaron, debería arreglarme más a menudo...

Y después, fuimos a una óptica, dónde sustituimos mis gafas por unas lentillas de contacto.

Y, otra vez, hicieron caso omiso a mis quejas. No puedo creer que esté haciendo eso. Cambiarme para poder vengarme de un hombre sin valor.

—¡Y ahora viene lo mejor de todo! —dijo Dee—. Llevarás un bolso en lugar de esa mochila —arrugó la nariz mientras lo decía.

—¿Hay algo que no tenga de cambiar? —susurré mirando los bolsos.

—Mira este —dijo Ed, enseñándonos un bolso con el estampado de leopardo.

—Es horrible —y ahí comenzó una discusión entre Ed y Dee.

Al final, acabé quedándome con un bolso de color rosa pastel, muy bonito, pero yo preferí llevar mi mochila de Vans.

Después del bolso, fuimos a comprar zapatos. De plataforma. No suelo utilizarlos, pero por ganarme el amor de Jayden se supone que debo ponérmelos y pasar un mal rato.

Y, por último, la ropa.... Solemos llevar uniforme, pero los viernes, podemos ponernos cualquier cosa, nos permiten ir como queramos.

—Prueba este —dijo Dee pasándome una blusa que mostraría una gran parte del escote.

—¡Tienes un buen gusto, Dee! —comentó Ed pasándome una falda corta.

—Te ves sexy —dijo Ed, cuando salí del probador.

—Esta falda debería ser ilegal, deja todo al aire.

—No seas exagerada, Katherine —dijo Dee—. Es coqueto y sexy, justo lo que a Jayden le gustaría.

Compré polos, jeans, vestidos, faldas, blusas y sudaderas. No eran mi camiseta y pantalones habituales, pero de alguna manera, sé que estaré cómoda, bueno excepto por los zapatos.

—Katy, quiero recordarte que ya no hay vuelta atrás, firmaste el contrato —asentí.

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Después de un largo día de compras, volví a casa. Cuando abrí la puerta, vi a mi perrito, un Husky Siberiano, blanco y gris.

—¡Dixy! ¡Ven aquí! —lo llamé, pero él me gruñó—. ¿Y a ti que te pasa?

Estaba tumbado en el suelo, como si estuviera indignado.

—Dean, ¿qué le pasa a Dixy? —pregunté cuando le vi.

—¿Qu-qué...? —murmuró sorprendido al verme. Llevaba una blusa gris oscuro que me quedaba justo el ombligo y destacaba mis pechos, y lo había conjuntados con unos jeans negros un poco desgarrados por las rodillas y muslos. Mi pelo estaba rizado, y me había maquillado un poco, a lo natural.

—¡Logan, Mason, Sean! —llamó Dean a mis hermanos mayores. Cuando ellos bajaron corriendo por las escaleras, me señaló:

—¡Chicos, miren!

—¡Woah! —Reacción de Logan al verme.

—¡Santa mierda! —Esa fue la reacción de Mason.

—¿Eres Kitty? —Así reaccionó Sean.

Solté un resoplido, molesta, cuando ellas comenzaron a reírse a carcajadas. Con las bolsas llenas de ropa, zapatos y maquillaje, pasé por el lado de ellos y subí las escaleras. Fui directa a mi habitación, dejé las bolsas en mi cama y me contemplé delante del espejo.




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